Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de julio de 2007 Num: 646

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Homero Manzi: el poeta que añoraba la "luz de almacen"
ALEJANDRO MICHELENA

La voz del otro, voz propia
DANIEL ORIZAGA DOGUIM

La resistencia civil pacífica
ELENA PONIATOWSKA

Elena Poniatowska: al Zócalo en tren
Entrevista ADRIANA CORTÉS KOLOFFON

Las olas del espacio-tiempo
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Luis Tovar
[email protected]

Todavía hay clases

Everardo González ya había hecho uno de los mejores documentales mexicanos contemporáneos, titulado La canción del pulque (2003), para cuya factura se había vuelto habituée del noble establecimiento expendedor de tlachicotón. Ese gesto hablaba muy a las claras del nivel de involucramiento de Everardo en su materia de trabajo y era grato escucharle contar las mil y una anécdotas recogidas en la pulquería, que ya no encontraron espacio en el trabajo final.

Igual de disfrutable resultaba oír a Everardo hablando del siguiente proyecto en el que se afanaba: un documental acerca de los viejos ladrones que, allá en las décadas de los años sesenta y setenta, "asolaban" Ciudad de México y eran el excelente pasto en el que las llamas de la nota roja solían cebarse un día sí y otro también. Everardo desmenuzaba la intención del documental, refería alguna charla ya sostenida con alguno de los interfectos, se entusiasmaba con ésta o aquella plática en particular, y uno podía intuir que el material con el que contaba era mucho y bueno, así que no podía sino preguntarle a Everardo que para cuándo estaría lista la película. Entonces él explicaba que sólo hacía falta concluir la postproducción y estaba tratando de conseguir el financiamiento necesario. Ya curtido en los vericuetos tortuosos de la búsqueda de apoyos, no parecía ni ansioso ni demasiado optimista, pero uno que también ha sido testigo de no pocos anhelos frustrados pensaba que quién sabe para cuándo vería el resultado de un esfuerzo que para entonces ya sumaba algunos años.

Dicha verificación tuvo lugar en Guadalajara, en el XXII Festival Internacional celebrado en marzo pasado. Como se exhibió solamente un trío de veces, hubo que perseguir la última función, efectuada en un auditorio de la UdeG nada fácil de localizar para un fuereño. Total que allá fuimos este juntapalabras y mi querido colega Rafael Aviña. Llegamos literalmente barriéndonos en home. La primera sorpresa fue entrar a un auditorio casi lleno, lo que se expresaba muy bien de un público tapatío capaz de desdeñar otro tipo de propuestas y en cambio preferir un documental mexicano del que quizá nadie –salvo Everardo--, fuera del círculo de quienes nos dedicamos a esto, había dicho absolutamente nada.

Al menos para Rafa y para este sumeteclas la segunda sorpresa lo fue por partida doble, porque si haber escuchado previamente a su realizador hablar tanto y con tanto entusiasmo del asunto pudo habernos restado expectativas, lo que vimos en pantalla dejó claro que éstas no perdían ni un ápice. Al contrario, Los ladrones viejos. Las leyendas del artegio (2007) es una delicia por dondequiera que se le vea. Everardo se metió con su cámara a la cárcel y habló largamente con Fantomas, El Carrizos, El Burrero, Xochi y otros notables cacos, de aquello que mejor sabían hacer: aligerarle los bolsillos al prójimo. Ellos mismos se encargan de explicar cómo era y en qué consistía el "mundo del hampa" de aquel entonces, y pormenorizan los códigos en verdad caballerescos con los que se regían las artes de la sustracción ilícita de bienes. También, gozosamente, cuentan el modo y manera en que para trabajar a gusto podían establecerse conchabos con los titulares policíacos en turno, que se colgaban estrellitas previamente negociadas; hoy te entambo, salgo en los periódicos, mañana te suelto y tutti contenti… Destaca, entre todo lo anterior, aquella vez que entraron a robar a la casa del entonces presidente Echeverría en San Jerónimo, contada en voz del propio ladrón, y hubo mucho de reivindicación social cuando el auditorio entero aplaudió al escuchar eso y que también, poco después y ahí sí por joder –la primera vez fue por puro azar--, se metieron a robar ni más ni menos que a la Colina del Perro, residencia del ex preciso José López Portillo.

Con buen pulso e inteligencia, Everardo mezcló una rica selección de imágenes de la Filmoteca de la UNAM de aquellos tiempos con la grabación de las entrevistas –incluidas las que le hizo al teniente Mauro Morales y al sargento Marco Villarreal--, para obtener un fresco de época: el aspecto visual, la memoria auditiva a través de las palabras de uso común en una franja socioeconómica soslayada y estigmatizada, un tejido social no tan abocardado como el que hoy nos da soporte…

Rafa y este escribano la tuvimos fácil, en Guadalajara. Hoy habría que ir a Locarno, Suiza, donde Los ladrones viejos competirá. Tal vez puedan echarse una vuelta Zhenli Ye Gon y Javier Lozano Alarcón, con todo y abogadetes. No les vendría mal.