Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 22 de julio de 2007 Num: 646

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Homero Manzi: el poeta que añoraba la "luz de almacen"
ALEJANDRO MICHELENA

La voz del otro, voz propia
DANIEL ORIZAGA DOGUIM

La resistencia civil pacífica
ELENA PONIATOWSKA

Elena Poniatowska: al Zócalo en tren
Entrevista ADRIANA CORTÉS KOLOFFON

Las olas del espacio-tiempo
NORMA ÁVILA JIMÉNEZ

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES

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Daniel Orizaga Doguim

La voz del otro, voz propia

Utilicé las anécdotas, las ideas y muchos de los modismos de Jesusa Palancares pero no podría afirmar que el relato es una transcripción directa de la vida de Bórquez porque ella misma lo rechazaría… podé, cosí, remendé, inventé.
Elena Poniatowska


Foto: Roberto García Ortiz/ archivo La Jornada

Al margen de las consideraciones que ponen en duda el criterio que estabiliza la aceptación de las biografías como obra de arte literaria, es necesario reconocer que las autobiografías, por lo menos desde los Ensayos de Montaigne, están escritas siguiendo algunos procedimientos retóricos propios de las narrativas de ficción. Es más, muchas novelas ni siquiera buscan ocultar sus fuentes biográficas, como Los de abajo de Mariano Azuela o El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán o, como ejemplo radical, Fernando Vallejo en La virgen de los sicarios o Mi hermano el alcalde en las que el narrador-autor juega con la identificación como personaje; otro tanto ocurre con el narrador Tomás Eloy Martínez, homónimo del autor persona en la novela Santa Evita.

Se ha señalado repetidamente la dificultad de fijar Hasta no verte Jesús mío, de Elena Poniatowska (Era, 1969) en un determinado género literario. Como primera propuesta, suele clasificarse como "testimonio femenino" definido comúnmente, como lo plantea Nagy-Zekmi como aquel que se ofrece por una (varias) mujer(es) marginada(s), cuyos derechos individuales y/o grupales han sido violados y que vive para representar ese grupo introduciéndose en el mundo académico, a veces, a través de la relación con un intelectual (antropólogo/a, escritor/a, etcétera) que aparece como autor (!) del libro que resulta de esta colaboración.

Aunque, al final de su trabajo, ella misma concluye que: "el testimonio es poco definible como género, o que al menos debe considerarse un género híbrido, ya que comparte rasgos con la etno-historia, con la crónica, con la auto/biografía y la escritura memoralística". Dicha caracterización híbrida dispara posibilidades interpretativas de la novela, algunas claramente contradictorias. Esto es, según el marco genérico y teórico del cual se parta para estudiarla, las conclusiones sobre su condición literaria o antropológica arrojan valoraciones contrastantes. Aunque para el desarrollo del presente trabajo estas condiciones no son centrales, sino que nos interesa rescatar uno de los puntos importantes en esta discusión, en el caso de Hasta no verte… el uso del alias, "un filtro más entre el testimoniante, la autora y la narradora, el personaje y el lector, el cambio de nombre de Josefina Bórquez a Jesusa Palancares".

Por otro lado, admitir la posibilidad de construcción del relato con acento en el bios, permite insertar a esta obra como una ficción autobiográfica, donde: "destaca justamente por su juego literario con ciertos elementos fundamentales de la práctica testimonial, en especial la doble enunciación (de informante y mediadora) y la función pragmática de la protagonista", según Giguère, en un estudio que, a nuestro parecer, es el más interesante y completo sobre la obra.

La cuestión lingüística tampoco se ha dejado de lado. Reckley Vallejos resume así la problemática interna respecto a la factura del texto:

Al final surgen léxico y estructuras conocidos y desconocidos para la narradora original. Empieza sus narraciones con un perfecto resumen que sólo Poniatowska pudo haber escogido, aunque lo haga con las exactas palabras de Jesusa […] Todo para que a base del testimonio se construya el texto idóneo de oposición: la ingenuidad de la voz original que se mide con y contra la complejidad de la voz de la autora comprometida.

La frase "autora comprometida" es el que nos guía hacia otra posibilidad de lectura: ¿comprometida con qué? El grado de apropiación del discurso de Bórquez –"Palancares" por parte de Poniatowska es otro punto: ¿Es ese estar comprometido una estrategia de escritura especifica? ¿Cómo resuelve entonces esa relación de la apropiación de la voz del otro? Esta preocupación está fundamentada en la brecha interpretativa que Bell Hooks emprende en "Devorar al otro: deseo y resistencia". Hooks inicia explorando la fascinación que lo otro, lo minoritario o diferente ejerce sobre la(s) cultura(s) dominante(s), a partir de la "nostalgia imperialista" según Renato Rosaldo: "un proceso de añoranza por lo que uno ha destruido". Esta añoranza es un deseo por apropiarse de los valores del otro diferente, puesto que se presentan como perdidos en la cultura hegemónica y por lo tanto deseables, asociados con etapas pasadas, más primitivas en comparación con la postmodernidad. El punto clave está en la medida en que dicha apropiación de valores es comercializada, presentada y absorbida sin tomar en cuenta el background histórico y social en que se esta dando la cultura, lo que deviene en una descontextualización de la situación de inferioridad propiciada precisamente por la cultura dominante.

Hooks se enfoca en la manera en que la cultura popular estadunidense (cine, música…) ha intentado devorar a la negritud de ese país a partir de construcciones semióticas que refuerzan o presentan situaciones de explotación y estereotipos sin problematizarlos. Apuesta por la lucha organizada, sostenida, por parte de quien se acerca a la cultura minoritaria, como respuesta esperada a raíz de una apropiación no "canibalística" o basada en el consumo. Esto nos remite de nuevo a la situación de la autora blanca, europeizante, de clase alta, Elena Poniatowska, respecto del discurso de Bórquez –"Palancares" como la Otredad, el dominado o subalterno.

A la pregunta de Spivak: Can the Subaltern speak? -¿pueden hablar los subalternos?-, Medeiros-Lichem se muestra "optimista" respecto a esta posibilidad:

En el caso de Hasta no verte Jesús mío yo sostengo que el subalterno, representado por Jesusa, debido a la intervención artística de Elena Poniatowska, sí puede hablar. La autora no transcribe, como el historiógrafo en un "lenguaje esencialista," sino en interacción dialógica con el sujeto subalterno. La autora actúa en empatía, solidaridad y en tensión con su informante en un proceso dinámico de intercambio que libera a Jesusa de su silencio y la reproduce como personaje autónomo y Sujeto parlante.

Medeiros-Lichem parece dar por descontado problemas propios de la "interacción dialógica", puesto que el mismo Bajtin señala las huellas sociales de la lengua según los diferentes estratos, huellas que hacen evidentes las condiciones de clase de quienes hablan. Si nos remitimos al epígrafe, en el texto mismo se ven las marcas en que estos discursos tratan de empatarse; en otras palabras, se le notan las costuras. Lo que es interesante es que Poniatowska no trata de borrarlas -como Burgos- sino que las hace notar. Poniatowska no trabaja con cintas, sino con sus notas y su memoria, principalmente.

¿Puede hablar Jesusa? Poniatowska respondería: sí, pero no con su propia voz. La figura que Bórquez-"Palancares"-Poniatowska eligen como imagen de la novela testimonial es iluminadora: la del Médium o "mediunidad". Al contrario de otras novelas testimoniales (si nos apegamos transitoriamente a este concepto), Poniatowska

nunca proclama ser el doble del otro. Poniatowska se erige sin pudor en autoridad literaria con respecto a Josefina Bórquez. Burgos insiste en otro rasgo que normalmente sirve para dar legitimidad al testimonio pero que aquí resulta, más que una indicación relativa al valor metonímico de la obra, una hipérbole.

El discurso de Bórquez–"Palancares" debe pasar por la voz autoral de Poniatowska para lograr ser escuchada, aunque su discurso, a pesar de ser proclamado originalmente por una subalterna, no tenga siempre un tono de denuncia social, y sea susceptible de recepciones tanto legitimizadoras como normalizadoras. Poniatowska es una figura inserta en una industria, medio y maquinaria cultural en el que tiene un espacio en el que se le puede ubicar como periodista. Las expectativas del lector, al acercarse al relato reconstituido por el tamiz, pueden verse frustradas en gran medida.

Poniatowska reconoce su distanciamiento con la narradora –en distintas partes del texto pareciera que Palancares lleva un diálogo, y se refiere al narratario como usted- y lo marca. Transforma el discurso del subalterno muerto metafóricamente pero se permite modularlo. La tensión entre el discurso del otro y su reapropiación es el texto de Hasta no verte…Palancares no habla como denuncia, y no pide el cambio social como meta de su emisión. En varios pasajes del texto, se nota incluso su añoranza por los tiempos pasados: va de la acción en la Revolución –en la que no pide participar- al sosegamiento y la acritud de sus últimos años. El testimonio denuncia hasta donde Poniatowska lo permite o lo induce. La periodista ni siquiera busca convertirlo en un "arma política" y si lo es se aparece tangencialmente. La pregunta que se hace Giguère es la misma que se nos presenta una y otra vez:

¿Dónde empieza la transcripción de las palabras de Josefina Bórquez, dónde termina? Ni lo sabemos, ni nos importa demasiado. Dentro de un marco de referencia pragmático, la persuasión es lo que contará y no la delimitación precisa, y siempre problemática, de la verdad.

La verdad no por la referencia denotativa con los eventos de la Historia ni de la fidelidad a la voz del subalterno: la verdad del texto, según apreciamos, está en reconocer esta distancia entre la instancia narradora y la que escribe el texto. La nostalgia o añoranza de Poniatowska no se da por Palancares como subalterna, sino por su discurso. Su compromiso está no en llamar a la lucha social (aunque Poniatowska se ha adherido a ella, especialmente en los últimos meses) sino en desarmar posibilidades de devorar al otro narcisistamente. A cada momento, comenzando por el epígrafe, la manipulación del discurso por parte de Poniatowska se reitera. El primer paso, parecería estar diciendo Poniatowska, para que se dé una experiencia de la Otredad, es problematizar los canales, los medios y los discursos por los que se lleva a cabo la comunicación. Aquí es donde está su compromiso.

El texto, sea novela testimonial, testimonio femenino o ficción autobiográfica, no aboga ni siquiera por una lectura alegórica de la condición de la mujer subalterna. El discurso de Palancares entra efectivamente en el mundo académico, editorial y cultural después de pasar por la voz de Poniatowska -estructura, léxico, formas retóricas- pero no sin dejarlo marcado por la imposibilidad de comunión sin más. El discurso se hace activo, productivo, en concordancia con quien lo enuncia. De nuevo, recurrir al epígrafe de este trabajo nos da una pista: "utilicé las anécdotas, las ideas y muchos de los modismos de Jesusa Palancares" para narrar la vida de Bórquez, no exactamente transcribirla. El problema es lingüístico. No el lenguaje de Bórquez para narrar a Bórquez, sino de Jesusa, una narradora que es la lengua de Bórquez pasada por la voz de Poniatowska y que critica su propio discurso. Poniatowska no devora al Otro, propone un lenguaje para dialogar, negociar y ambas salen enriquecidas con ese diálogo.