Ecoturismo
con un tiburón peso pesado
El tiburón ballena
es uno de los tiburones más bellos. Llega a medir nueve metros
de largo, es inofensivo y le gusta convivir con humanos. Según
nos dice uno de los especialistas que ha estudiado a este enorme
animal, Leonardo Castillo, acostumbra nadar plácidamente
sobre la superficie marina, como en cámara lenta.
Resulta irónico
que el tiburón más grande que existe no sea carnívoro:
se alimenta en forma muy similar a las ballenas gracias a su boca
tan grande, la cual abre en toda su extensión para poder
filtrar enormes cantidades de agua y extraer animalitos del zooplancton
y pequeños peces.
A veces, su cuerpo luce
de color azul grisáceo, contrastando con barras y manchas
circulares de color claro. Pero otras ocasiones aparece café
o pardo.
Para fortuna de los amantes
de la naturaleza, a una hora de la costa de Yucatán y Quintana
Roo, por los rumbos de las islas Holbox y Contoy, se encuentra una
alberca marina a la que llega ese tiburón en julio y agosto.
Es una de las pocas albercas en su tipo del mundo y el único
lugar de México donde pueden verse de 40 a 60 ejemplares
al día.
El año pasado,
muchísimos turistas fueron a admirar al tiburón ballena.
Existe un grupo de pescadores
organizados en cooperativas, cuya sede se ubica en Holbox y en Chiquilá
(pueblo costero ubicado frente a la isla), que desde hace tres años
lleva visitantes nacionales y extranjeros hasta la alberca marina
a convivir con el tiburón ballena y otras especies.
Tiburón
ballena alimentándose
|
Estos pescadores se han
preocupado por hacer el traslado y la estancia en el mar sin alterar
la tranquilidad de los animales ni contaminar.
Fueron autorizados para
efectuar esa labor por la Secretaría del Medio Ambiente luego
de participar en talleres sobre la conservación de las especies,
pues saben que si no les dan el trato que merecen no solamente les
causan daño, sino que acabarán con una fuente periódica
de ingresos.
Sin embargo, hace dos
años aparecieron algunos prestadores de servicio que llevan
turistas desde Cancún y otras áreas de Yucatán
y Quintana Roo, sin el menor respeto por la fauna marina.
Ante la falta de vigilancia
de las autoridades, esos irresponsables visitantes se arrojaron
al agua desde las lanchas para montarse en los tiburones, como si
fueran caballos; otras veces los rodearon con esas embarcaciones,
cual si se tratara de entrar en competencia con el ballena para
ver quién se desplaza con mayor velocidad.
No se necesita ser un
experto para darse cuenta de que lo único que logran con
su proceder esos indeseables turistas y los negocios que permiten
su mal comportamiento es ahuyentar a estos tranquilos animales,
que ante la agresión que sufren huyen hacia sitios donde
el hombre no los afecte con su salvaje comportamiento y el ruido
de las lanchas.
Son varios los países
donde está permitido y es próspero negocio nadar con
el tiburón ballena. El maestro Horacio de la Cueva nos informa
que en Australia es una práctica costosa que se efectúa
bajo normas muy estrictas, muy al contrario de Filipinas.
En México, estamos
en el limbo en la materia. Precisamente por eso los cooperativistas
de Chiquilá y Holbox, quienes por primera vez llevaron turistas
a admirar al tiburón ballena, pidieron hace tiempo a las
autoridades federales poner orden en la zona y aprobar la norma
oficial para la observación y nado con dicha especie, máxime
que la alberca está dentro de un área natural protegida,
la de Yumbalam, muy importante por la flora y la fauna marina y
terrestre que alberga.
No tienen todavía
respuesta a su petición, pero hemos sabido que existe una
primera versión de esa norma, con la que, lamentablemente,
sus autores demuestran saber muy poco de la biología de dicho
tiburón al confundirlo con una ballena, cuando sus diferencias
son notables y deben considerarse a la hora de protegerlo y aprobar
un plan de manejo como el que piden los pescadores.
El próximo mes
llega de nuevo el tiburón ballena a la más espectacular
alberca de México. Ojalá las autoridades tengan ahora
sí la estrategia necesaria para protegerlo. Por principio,
prohibiendo las lanchas de más de 27 pies de largo y que
haya a bordo el personal responsable (de preferencia del sector
federal), que impida que los visitantes se arrojen al agua y maltraten
a esos hermosos animales.
Además, que apoyen
a las cooperativas pesqueras responsables y no permitan la presencia
de quienes lucran a costa de la naturaleza.
Ir al inicio
|