Portada
Presentación
Tradición oriental, amenaza para los tiburones
Marcos de Jesús Roldán
El tiburón tampoco es como lo pintan
Juan José Bolaños Guerra
Las rayas, especies marinas importantes en espera de protección
David Corro Espinosa y Crescencio Castillo Castro
Marcando al gran tiburón blanco de Isla Guadalupe
Erick Cristóbal Oñate González
Ecoturismo con un tiburón peso pesado
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Las
rayas, especies marinas importantes
en espera de protección
David Corro Espinosa
Programa Tiburón del Centro Regional de Investigaciones
Pesqueras de Mazatlán, Sinaloa
Instituto
Nacional de la Pesca, SAGARPA
Crescencio Castillo
Castro
Centro de Estudios Tecnológicos del Mar Nº 28,
en Altata, Navolato, Sinaloa
Dirección General de Educación en Ciencia y Tecnología del Mar,
SEP
Dedicamos
este artículo a todos los pescadores ribereños de tiburones y rayas
de Yameto, Altata, Sinaloa, por la amistad y apoyo desinteresados
que durante años nos han brindado. A ellos, los que luego de una
jornada agotadora, la mayoría de las veces con escasa ganancia económica,
desean más que nunca un mejor presente y futuro para sí y para sus
hijos.
Si
uno está en calidad de turista en algún lugar de las costas de Sinaloa,
tendría una buena oportunidad para contemplar la belleza natural
del paisaje que no es escasa, disfrutar de deliciosos platillos
a base de pescado y mariscos y participar en una actividad recreativa
relacionada en las cálidas aguas de este gran estado que forma una
parte importante del golfo de California o Mar de Cortés.
Soy biólogo, he viajado
durante casi cuatro horas desde Mazatlán y ahora me bajo del vehículo
oficial en el que me traslado e ingreso al plantel donde me esperan
jóvenes de preparatoria del Centro de Estudios Tecnológicos del
Mar de Altata. Ellos realizan su servicio social en mi programa
y son coordinados por su profesor el ingeniero Castillo Castro.
La mayoría son hijos de pescadores ribereños de la región. De campamentos
y pequeños pueblos pesqueros en los que un gran porcentaje de sus
habitantes obtiene su sustento de la pesca.
Una vez ya a bordo del
vehículo, nos dirigimos a Yameto, un campamento pesquero a 30 minutos
al norte de Altata. Paisaje aun más esplendoroso. Es el sur de la
Bahía de Santa María, de las más grandes en el país. La mañana inicia
y hemos llegado a tiempo. Las pequeñas embarcaciones (o pangas como
se les conoce en la región), comienzan a llegar y descargan su captura.
La zona es una de las más importantes en la producción de este valioso
recurso pesquero en el estado. Entonces, con el amable apoyo de
los pescadores, estudiamos las especies. Obtenemos información valiosa
de estas “primas” de los tiburones y que son tan antiguas en los
mares de nuestro planeta como estos últimos. Ello lo hemos hecho
por varios años. Como resultado, creo tener muy clara la fotografía
de su explotación comercial ribereña en esta parte de la geografía
nacional.
En costas de Sinaloa
se tienen reportadas 46 especies de tiburones y 32 de rayas (Corro
Espinosa y HernándezCarvallo, 2002). Al revisar los estudios que
hablan de la abundancia de tiburones, uno encuentra que han disminuido
drásticamente, tanto en abundancia, como en diversidad en la captura.
Los pescadores tienen que ir cada vez más lejos a pescar y el resultado
es, con frecuencia, desalentador para ellos por las bajas capturas
(o a veces nulas) que se registran. Con las rayas se empieza a ver
un panorama similar. Al paso que vamos y de no aplicar eficazmente
una normatividad que proteja las especies, nuestros nietos las conocerán,
vaya, sólo por fotografías o documentales. Algunas especies, como
el pez sierra, una raya con cuerpo semejante a tiburón y un hocico
largo, aplanado y con dientes en su borde, no tienen que esperar
tanto, pues este ya está comercialmente extinto: los pescadores
señalan que ya no aparece en su captura desde hace muchos años y,
en efecto, un servidor en 12 años de muestreo en Sinaloa y Nayarit
no lo ha registrado. Tiburones y rayas con 400 millones de años
de evolución y el hombre los puede “borrar” en un tronar de dedos.
Este pez sierra era relativamente común en las desembocaduras de
los ríos, ahora sólo quedan las fotografías y el hueco ecológico
que dejó su desaparición.
Los tiburones mantienen
una reputación que no les ayuda, se les considera “come hombres”,
algo muy alejado de la realidad. Son los malos de la película según
la imagen difundida hace varias décadas por el cine de Hollywood.
En efecto, suertudas las ballenas y las tortugas marinas que sí
poseen protección. La realidad es que los tiburones y rayas la necesitan
con urgencia. Ellos son necesarios en el ecosistema marino, pues
regulan las poblaciones de las presas de las que se alimentan y
son explotadas sin ningún marco sustentable. Así no van a aguantar.
La captura de estas especies en Sinaloa cayó a la mitad de su producción
luego de dos décadas de pesca intensa. Ya otros países han implementado,
al igual que México (Sagarpa, 2005), planes de manejo y conservación,
pero en nuestro país se mantiene una discusión intensa sobre la
pertinencia en aprobar la Norma 029, que es la que pretende proteger
a este grupo de especies.
Ya es poco más de medio
día. Mi equipo de trabajo y yo terminamos el muestreo de siete embarcaciones
menores y el resultado global de las especies es el siguiente: 38
rayas tecolote (Rhinoptera steindachneri, fig. 1); 25 rayas mariposa
(Gymnura marmorata); 22 rayas látigo lodera (Dasyatis brevis); 15
rayas guitarra punteada (Rhinobathos glaucostigma); nueve rayas
guitarra eléctrica (Narcine entemedor); siete rayas gavilán (Aetobatus
narinari); cinco rayas oceánicas (Mobula spp.) y tres rayas látigo
coluda (Dasyatis longus).
Fig. 1.
Arriba, vista dorsal de la raya tecolote; enmedio, raya látigo
lodera, y, Abajo, raya gavilán, presentes en la captura de
la pesca ribereña en Sinaloa Fotografías: David Corro Espinosa
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Las rayas poseen en general
un aspecto extraño; no obstante, su carne es de gran calidad por
su sabor y valor nutricional y se distribuye básicamente en el mercado
regional y nacional. Los datos más importantes para nosotros son
los relacionados con la condición reproductiva de ambos sexos. La
información, obtenida los más meses posibles del año, nos ayuda
a determinar el estado en que se encuentran estas poblaciones. Para
los pescadores, la captura obtenida es regular para el número de
pangas participantes: recuperaron la cantidad invertida en el combustible
y sólo dos salarios mínimos de ganancia para cada unos de los tres
participantes. Es el resultado de una actividad pesquera que va
en declive y que necesita atención de todos los interesados.
Estudiar las especies
de tiburones y rayas es algo complejo, debido a que la mayoría presenta
comportamiento migratorio y sólo los tenemos en esta área una parte
del año. Entonces completar la información necesaria para el entendimiento
general se vuelve un reto. Muchas de ellas se acercan a la costa
en el periodo de apareamiento o cuando las hembras van a expulsar
sus crías, debido a que esta área les ofrece mayor cantidad de alimento
y refugio contra sus depredadores naturales que el mar abierto y
es cuando son más vulnerables a las artes de pesca comercial. En
el muestreo del que les acabamos de hablar es común encontrar hembras
preñadas de la raya tecolote (sólo tienen una cría), raya mariposa,
raya guitarra punteada y raya guitarra eléctrica. No es difícil
imaginar el impacto de la pesca comercial en la población de estos
organismos si se está capturando un alto porcentaje de hembras preñadas
en un lugar y momento determinados.
Actualmente existen prácticas
negativas en la explotación de las especies de tiburón. Ello ha
sido reportado en diversos países y, desafortunadamente, también
en el nuestro. Una de ellas, y que es uno de los principales puntos
que la Norma 029 prohíbe, es la conocida como práctica del “aleteo”.
La efectúan las embarcaciones de mediana altura y de altura, tanto
atuneras como tiburoneras, y de otros tipos, y consiste en capturar
tiburones, quitarles únicamente las aletas y regresar el cuerpo
al mar. Se aprovecha sólo la parte del animal que vale más y que
ocupa un menor volumen en las bodegas del barco. Las aletas secas
de un tiburón de mediana talla pueden pesar poco más de un kilogramo
y valer aproximadamente mil pesos. Así, una bodega llena de aletas
vale más de diez veces, que llena de los filetes de los organismos.
El resultado es el no aprovechamiento íntegro de un animal que ya
fue capturado y es también un crimen ecológico. La aprobación de
la Norma 029 evitará el desembarco de aletas de tiburón sin sus
respectivos cuerpos y por tanto contribuirá al aprovechamiento racional
del recurso.
Ahora bien, la Norma
029 es perfectible. Las redes de enmalle utilizadas por los pescadores
de tiburón son actualmente rechazadas por los grupos ecologistas,
debido a que estos argumentan que causan mucho daño ecológico al
capturar otras especies marinas que no son el objetivo de pesca
de tiburón, tales como lobos marinos, tortugas y ballenas. Pero
lo cierto es que no hay suficientes estudios para evaluar la magnitud
de este daño. El sector dedicado a la pesca deportiva, principalmente
de Sinaloa y la península de Baja California, también rechaza este
arte de pesca, debido a que suele ser usado por los tiburoneros
ribereños dentro de la franja de las primeras 50 millas náuticas
y captura incidentalmente especies como el pez dorado, marlin y
pez vela, reservados exclusivamente a aquel sector en esta franja.
Ésa es la ley y debe respetarse. Y los defensores de la pesca deportiva
lo han hecho notar con vehemencia, no obstante no se muestran de
igual forma cuando se trata de preservar el sistema de manglares,
la flora costera, verdadera generadora de la riqueza biótica en
nuestros litorales y que los complejos turísticos eliminan para
la construcción de la infraestructura hotelera, ésa, la de los mismos
turistas que vienen en busca de las especies deportivas señaladas
arriba. Por ello, entre algunos investigadores se le ha llamado
la guerra entre los pescadores ricos y los pobres. Algo tiene de
cierto.
La Comisión Nacional
de Acuacultura y Pesca de la Sagarpa, la autoridad pesquera federal,
deberá considerar la eventual prohibición de estas redes. Para ello,
debe dar un tiempo razonable para que los pescadores tiburoneros
ribereños puedan reemplazarlas y, dadas las circunstancias económicas
de la mayoría de ellos, debe también pensarse en promover un financiamiento
específico para tal fin, en virtud de que una red de enmalle de
200 m de longitud por 6 m de altura puede llegar a tener un costo
entre 50 mil y 70 mil pesos. Por otra parte, los pescadores deberán
organizarse y paulatinamente ir diversificando sus actividades,
trasladándolas por ejemplo a proyectos de acuacultura, empleos que
permitirán a los pescadores seguir tomando decisiones en un área
afín, ya que ellos son personas con un fuerte arraigo marino.
Una vez establecido un
plan de manejo y conservación de tiburones y rayas, consideramos
deberán de pasar por lo menos 10 años más para que estas poblaciones
encuentren el equilibrio perdido en décadas de explotación; ello,
porque estas especies crecen muy lentamente y alcanzan su madurez
sexual en forma muy tardía. Este paso, trascendental, es ya imperante
pero no es el definitivo, pues México deberá incentivar la protección
internacional de estas especies en los foros adecuados. Los países
vecinos con los que se comparten poblaciones de tiburones y rayas
deberán también iniciar el proceso de su protección. De nada serviría
protegerlos aquí y que los sigan explotando sin control en algún
otro ámbito de su distribución.
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