Buceando
con tiburones en Quintana Roo
El
tiburón tampoco es como lo pintan
Juan José Bolaños
Guerra
Médico veterinario de fauna acuática
Actualmente veterinario Grupo Via Delphi
[email protected]
Siempre he sentido aprecio
por los animales y en general por los seres vivos. Durante mi adolescencia
en el Distrito Federal, mi pasión por los acuarios (y especialmente
por los peces) me llevó a las entrañas de los mercados
que acopian las especies más "exóticas"
y variadas de la fauna acuática mundial, legal o ilegal;
compraba tiburones de varias especies menores del Pacífico
con tal de verlos horas, días, años. Al fin y al cabo,
un paraíso único para cualquier ictiólogo
,
pero no así para los peces.
Juan José
Bolaños ayudando a que se adapte a las condiciones
de cautiverio a un juvenil de tiburón tintorera o tigre,
Galeocerdo cuvier
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Llegue
a Xcaret en 1994, justo cuatro meses después de que abrió
puertas el acuario del parque, recinto al cual le debo gran parte
de mi formación profesional así como a sus creadores
don Miguel Quintana, Martín Sánchez y Eric Jordán.
Llegué recién
egresado de la Universidad Nacional, de la honorable Facultad de
Medicina Veterinaria y Zootecnia. Los tiburones me gustaron desde
el primer día que supe algo de ellos. Pero igual que muchos,
crecí con mitos y falsas creencias en mi cabeza, jamás
pensé admirarlos tanto y sentirme tan bien cuando tengo contacto
con estos peces.
Para mayo de 1995, ya
había iniciado la práctica profesional del buceo apegado
a técnicas de colecta de organismos y manejo de fauna arrecifal
en general. Aprendí de profesionales de la biología,
la medicina veterinaria y del buceo scuba de deriva multinivel de
no descompresión.
Mi primer encuentro con
un tiburón en libertad lo tuve frente a la costa de Punta
Venado, al sur de Playa del Carmen, litoral central de Quintana
Roo. Llegué a superficie antes que mis dos compañeros
y mientras flotaba esperando al capitán del bote, un barco
de pesca deportiva que se acercaba a mí llamó mi atención.
Tuve que asegurarme que me hubieran visto ya que podían lastimarme
con las líneas de pesca.
Pero mientras yo no quitaba
la vista del barco pesquero, un tiburón de gran tamaño
comenzó a rodearme sin que me percatara de su presencia por
al menos cinco minutos. El capitán de nuestra embarcación,
un hombre corpulento, llegó en forma precipitada a recogerme
porque había podido ver la aleta dorsal desde muy lejos.
Me sacó del agua como si me hubiera atacado. Pero la verdad,
no lo vi hasta que estuve arriba de la embarcación.
Quedé sorprendido
al posicionarnos junto a él. Era casi tan largo como la lancha
en que estábamos. Nos separamos del tiburón sólo
por que teníamos que recoger otros buzos, pero su majestuosa
forma jamás se ha borrado de mi cabeza, así como ninguno
de mis encuentros posteriores con tiburones. Esta vez se trataba
de un gran tiburón martillo (Sphyrna mokarran).
A partir de este primer
encuentro, pronto comencé a tener encuentros con estos tiburones
bajo el agua. Logramos perfeccionar la técnica para localizarlos,
para aproximarnos y para mantenernos buceando junto a ellos, sin
usar ningún tipo de atractor o carnada, y sin ningún
artefacto de defensa como el cuchillo o el arpón.
La única defensa
es el conocimiento mínimo del comportamiento de estos animales
para notar cuándo el encuentro puede resultar peligroso y
cuándo no.
Tuvimos encuentros con
diferentes especies, como los toro, Carcharhinus leucas;
los tigre, Galeocerdo cuviei; los sedosos, Carcharhinus
falciformis; puntas negras, Carcharhinus limbatus; caña
hueca o tiburón cazón, Rhizoprionodon porosus;
cornuda, Sphyrna lewini; nariz negra, Carcharhinus acronotus,
y, por supuesto el tiburón gata, Ginglymostoma cirratum,
entre otros.
Entre los encuentros
mejor plasmados en mi cabeza, está el que tuvimos con una
pareja de tigres adultos de entre cuatro y cinco metros. Mientras
hacíamos colecta de organismos menores, nos rodearon por
más de 38 minutos a 18 metros de profundidad. Lograron cerrar
el círculo pasando a muy corta distancia de nosotros. En
dos ocasiones usamos los reguladores de emergencia y los principales
sistemas para crear una masa de burbujas que los intimidara.
El autor
rehabilitando a un tiburón Carchrhinus spp
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Sin embargo, el efecto
no duraba mas allá de unos minutos y los tiburones regresaban.
Temíamos que, al ascender a superficie, lo dos grandes tiburones
se lanzaran sobre nosotros al estar a media agua. Pero para nuestro
alivio, repentinamente atacaron una tortuga que se encontraba en
el área, posada en el fondo, y de esa manera llegamos hasta
el bote sin contratiempos.
Estos avistamientos enfocaron
gran parte de mi trabajo profesional a los tiburones y rayas en
cautiverio, en forma muy particular la medicina veterinaria y la
reproducción.
Es importante el esfuerzo
que se realiza en los acuarios públicos para mantener especies
como los tiburones y lograr que más de un millón de
personas al año puedan verlos. Mientras en paralelo se aprende
y al mismo tiempo se realiza investigación científica
y la posibilidad de conservar algunas de estas especies de elasmobranquios.
En el 2003, el acuario
de la ciudad de Chicago (The John G.Shedd Aquarium) con más
de 70 años de antigüedad, abrió una exhibición
de tiburones apoyada por un centro de salud animal que cuenta con
la tecnología más avanzada para el manejo y estudio
de estos animales desde muchos campos de la investigación.
Esta institución
estadounidense, y algunas otras, nos han dado apoyo a profesionales
latinoamericanos para capacitarnos en nuestra especialidad.
Con estas oportunidades
hemos adquirido técnicas y conocimientos que permiten estudiar
y saber más de los tiburones. Por ejemplo, el equipo de ultrasonido
y anestesia irrigada permite dar seguimiento a la gestación
y desarrollo embrionario, así como diagnosticar enfermedades
del tracto gastro intestinal. Las muestras de sangre son procesadas
para conocer los parámetros normales y así poder distinguir
un animal sano de uno enfermo.
Durante el primer simposio
nacional sobre rayas y tiburones organizado en agosto del 2004 por
el Grupo Kanxok, presenté los resultados de un pequeño
programa piloto de reproducción en cautiverio de la raya
amarilla Urobatis jamaicensis que dio excelentes resultados.
Estos logros fueron posibles gracias al tiempo dedicado a observar
y conocer a la especie en vida libre, para luego reproducir las
mejores condiciones en el cautiverio, incluyendo la dieta, los parámetros
fisicoquímicos, compuestos nitrogenados e iluminación
como mínimo.
Sin duda el establecimiento
de la Norma Oficial Mexicana 029 sobre la Pesca Responsable de Tiburones
y Rayas, es un paso grande y firme en la protección y conservación
de recursos que son una maravilla de la naturaleza y que se encuentran
en peligro de extinción.
Pero ahora siguen otros
grandes esfuerzos para lograr que la regulación oficial se
aplique. Es indispensable que las dependencias responsables de ejecutar
la ley cuenten con las herramientas necesarias así como el
personal, equipo y el apoyo de la marina para poder llevar acabo
su labor.
En mi experiencia, luego
de tantos años trabajando en el mar, puedo decir que la cobertura
y presencia de las autoridades ha sido extremadamente limitada,
al menos en Quintana Roo.
Por otra parte, es necesaria
una mayor difusión de la norma entre la población
en general y con urgente prioridad entre las comunidades pesqueras,
artesanal y deportiva, responsables de la captura incidental de
tiburones. Pueden las comunidades citadas ser una opción
en el marcado de ejemplares y por lo tanto un apoyo a la investigación,
como sucede en Estado Unidos hace ya varias décadas.
El ecoturismo con tiburones
(el ballena, por ejemplo) puede resultar una buena oportunidad de
cambiar algunas formas de vida y de cómo ver los usos y costumbres
de los pobladores costeros. Hay que pensar en un futuro sin depredación,
y evitando que los intereses económicos se impongan sobre
lo demás.
Mi experiencia en Holbox
con el tiburón ballena, Rhincodon typus, fue extraordinaria
gracias al respeto de las reglas que ahí se manejan durante
los encuentros. Quedé muy satisfecho de ver con qué
respeto los grupos ecoturísticos locales están cuidando
ese recurso. Son sin duda los pioneros de una actividad que, además
de bella, les deja recursos y el deseo de cuidar los recursos marinos.
Sin embargo, mientras
estos grupos organizados de Holbox viven parte del año de
esta especie (especialmente de junio a agosto), barcos particulares
con mayor carga de personas de la permitida, que llegan desde otros
puntos, abusan de la presencia del imponente pero inofensivo tiburón
ballena.
Ante la falta de vigilancia,
ante la falta de educación ambiental mínima de estos
piratas modernos, los turistas tocan y se toman de las aletas de
estos gigantes provocando que los animales comiencen a rehuir los
encuentros con los humanos.
La educación ambiental
y la vigilancia son estrategias fundamentales para el éxito
de estas actividades ecoturísticas que cada vez crecen más
en nuestro país. Pero para que así sea es importante
que las autoridades las supervisen y eviten que los intereses económicos,
la improvisación, se impongan al deseo de cuidar recursos
que, bien utilizados, pueden servir para aumentar la calidad de
vida de los pescadores.
Cabe mencionar que la
frecuencia de avistamientos y la cantidad de animales de la mayoría
de las especies de tiburón han disminuido en las aguas marinas
de Quintana Roo. Ahora predomina el tiburón toro, Carcharhinus
leucas y el tiburón gata, Gynglymostoma cirratum.
Además, hemos comprobado que no alcanzan las tallas máximas
registradas años atrás. Algo que tamben es posible
comprobar al visitar las pescaderías y expendios de productos
del mar.
En el caso del tiburón
limón, Negaprion brevirostris, en 13 años no
he podido encontrarme con uno en el área de la Riviera Maya.
Los pobladores locales mencionan que era extremadamente común
hallarlo en la zona 30 años atrás.
En términos generales,
una norma como la NOM-029 ya no debe estar sujeta a discusión.
Su necesidad se explica a los ojos de cualquier persona con sentido
común que se entere de la depredación de tiburones
y rayas en México y el mundo.
Si no se aplica inmediatamente,
si no se vigila su cumplimiento, el panorama se tornará muy
negativo. Por que, como ya se ha repetido innumerables veces, los
tiburones no están solos en el mar, sino que hacen parte
de una cadena de vida que, si se rompe, todos sufriremos las consecuencias.
Digo lo anterior, no
simplemente por mi afinidad profesional con los tiburones y las
rayas, por el gusto que siento al estudiarlos, sino porque es necesario
elevar el nivel cultural y la conciencia ecológica de todos
los mexicanos.
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