Violencia social e incertidumbre en la comunidad de Los Huajes
Aquí estamos desde que abrimos los ojos al mundo
Rosalinda Hidalgo y Martha Peral
Las costas de Guerrero, de tenue demografía original, mermada por las tribulaciones coloniales, pronto resultó insuficiente para cubrir las necesidades de las plantaciones, por tanto se inicia el repoblamiento con esclavos africanos.
La población mestizo africana e indígena de la costa grande de Guerrero, en particular de los pueblos que serán afectados por la presa la Parota, son apenas, algunas décadas atrás, dueños de sus tierras.
Para la obtención de ellas han tenido que pasar, de indios acasillados, de esclavos negros de la colonia en haciendas algodoneras y cañeras, de peones acasillados acarreados para luchar en una guerra ajena de independencia, de motín de la Revolución Mexicana que los miró como pasivos, pero donde ellos pusieron los muertos, hasta luchadores agraristas reales y potenciales peticionarios de los derechos que tienen sobre sus tierras después de habitar en ellas hace más de 450 años.
Si bien la revolución de 1910 contribuyó a realizar los sueños agraristas de aquellos peones, no es sino después de los años cuarentas del siglo pasado que obtienen los derechos que por historia les correspondían: ser dueños de sus tierras y de sus recursos naturales.
Sin embargo, el megaproyecto de la presa La Parota quiere negarles esta trayectoria de lucha agraria para que de nuevo vuelvan a ser los colonizados que fueron en la colonia, pero ahora de un nuevo régimen económico, quizás más depredador.
A continuación presentamos el estudio de caso de una comunidad llamada Los Huajes que, de llevarse a cabo este proyecto, quedará bajo las aguas del embalse de la presa. Es de señalar que la intención del documento es dar cuenta de la afectación social y cultural que esta viviendo la población, con el sólo hecho de la intromisión de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para el proyecto de la citada presa.
La CFE y la desinformación en Los Huajes
Proponer información permanente y promover la participación de las comunidades. Reconocer los derechos agrarios. Preservar los medios de subsistencia. Restituir los bienes afectados de los habitantes. Evaluar las acciones realizadas con la participación de las comunidades. Estos son los supuestos que la CFE argumenta en uno de los documentos oficiales, pero la verdad y la práctica en la vida cotidiana es otra. Cada uno los puntos distan de tener congruencia.
Proponen información permanente, pero estando en la localidad se advierte la desinformación que impera entre los habitantes del proyecto de La Parota y no se diga sobre la participación, pues ésta nunca ha existido, dato que se puede comprobar en las fraudulentas asambleas ejidales de validación, las cuales se llevaron a cabo a deshoras y fuera de la comunidad sin comprobar el padrón de ejidatarios para la toma de decisiones.
La participación de las comunidades se ha acotado a los que están a favor de la presa sin contemplar la participación de las mujeres y los niños, aunado a un acarreo de personas ajenas a la comunidad. Con prácticas clientelares en donde la anuencia al proyecto se cambia por una comida o bien por tres mil pesos por la asistencia y el voto a favor.
Reconocimiento de los derechos agrarios. ¿Cómo se pretenden reconocer estos derechos si lo que se premia es el desalojo para llevar a cabo el proyecto? ¿Acaso han propuesto dónde serán estos nuevos asentamientos y cuáles los bienes, y de qué forma se restituirán?, ¿Acaso se han preguntado qué va ha pasar con los bienes intangibles como el saber, el conocimiento, las tradiciones, los sentires, la colectividad que responde a una entorno socio-cultural y ecológico?
Y no digamos de la organización social e histórica que se ha mantenido por más de cuatrocientos años. Cabe señalar la falsedad y el cinismo de la CFE al proponer evaluar el proyecto con la comunidades, cuando nunca se les ha explicado qué es una presa y la población nunca ha visto una.
Todo lo anterior esta generando un conflicto en base a lo desconocido, pero que no es una estrategia fuera de lugar, sino que esta siendo inducida por la intromisión de la CFE y de los futuros empresarios que pretenden invertir en el proyecto.
La entrada de la CFE ha causado en la comunidad de Los Huajes desconcierto, violencia, depresión, enojos entre familias. En suma, una serie de conflictos de los que a continuación damos parte.
La vida comunitaria y la violencia por la CFE
Desde el 2003, fecha en que los habitantes se percatan del proyecto gracias a la maquinaria que llegó a trabajar en el área donde estará la cortina, la vida en los Huajes no volvió a ser igual. Las familias confirmaron los rumores de una presa que por terrenos de Los Huajes pasaría y buena parte del ejido quedaría inundado.
Los Huajes es una comunidad con presencia de afromestizos y mestizos, tiene una población de 2 mil habitantes, aproximadamente. Su principal actividad económica es el sector primario, las tierras son de buena calidad y con un caudal del río Papagayo, importante en la producción agrícola, no sólo local sino también para la ciudad de Acapulco.
Los servicios educativos van de nivel básico hasta el de bachillerato, no cuenta con servicios de salud, pero la gente recurre a la medicina tradicional para las enfermedades menores. Está conectada con una carretera revestida a la ciudad de Acapulco que abarca 57 km.
A decir de la gente, antes de 2003 la vida de la comunidad era tranquila, las fiestas, tanto civiles como patronales, se cumplían con las normas consuetudinarias sin mayor problema. La mayordomía integrada por vecinos de la comunidad que cooperaban económicamente se realizaba cada año. La paz, conocida como el contento del matrimonio, también era fundamental en la vida de la comunidad.
Pero es a partir del proyecto de La Parota que se impactan las estructuras sociales, a causa de la colaboración de algunas familias que han cedido a la prebendas inducidas y financiadas por la CFE, lo cual ha provocado el enojo de los opositores, creando un ambiente de violencia contenida al interior de la comunidad.
Por ello, estuvo a punto de no realizarse la fiesta de la Santa Genoveva, patrona de Los Huajes, el pasado 3 de enero. Dice el comisario, "teníamos miedo que las familias se confrontaran y terminara la fiesta con muertos, cuando nosotros siempre hemos sido gente de paz.
La misma situación sucede con las bodas y el pedimento de "la paz". Cuando se contrae un matrimonio dentro de la localidad se sigue todo un rito tradicional. Los abuelos del novio, los padres, hermanos y primos deben llevar "la paz", es decir, la conciliación entre las familias, a la casa de la novia. Para tal efecto, llevan como presente canastas de pan y un chivo. Las mujeres cargan sobre sus cabezas las canastas. Detrás les acompaña la banda de música y al son de la banda, todos los parientes del novio marchan bailando con el chivo al frente. Una vez en la casa de la novia ofrecen los presentes.
Se dice que llevan "la paz" porque finalmente se llevaran a la novia de su casa. Después se hace la conciliación entre las familias y menciona la abuela del novio a la abuela de la novia, "te doy pan por pan". Después de esta ritualidad se celebra la boda civil y religiosa.
Ahora bien, el matrimonio como un acuerdo de paz y de unión entre familias se ha visto modificado a partir de la intromisión del proyecto de la presa, pues se han tenido que confrontar familias de opositores con los que están a favor.
Aparentemente, esto no tiene relevancia, pero ha impactado en el tejido social, es el ejemplo de dos familias, una a favor del proyecto y otra en contra, que a pesar de poner fecha a la boda, no quisieron intercambiar el chivo por las diferentes posturas en torno al proyecto.
¿Por qué se destaca esta antigua costumbre? La importancia del intercambio del pan y el chivo visto desde estas comunidades simboliza la vinculación y la alianza social entre dos familias que pertenecen a un mismo pueblo.
Además significa la paz que debe existir en la vida cotidiana. Tomando en cuenta que la familia es la base de toda organización social. No es que el chivo y el pan sea la dote por la novia, es el contento de emparentar con otra familia.
Sin embargo, con estas enemistades nos preguntamos ¿qué pasa con el nuevo matrimonio, habrá paz?, ¿Qué pasará con la novia si de acuerdo a la tradición debe habitar en la casa de los padres del novio, que acaso tendrá que sujetarse a la visión de los contrarios aunque ella no esté de acuerdo con el megaproyecto? Las familias se convierten en enemigas sin razón pues se constató que hay enojos pero sin conocimiento exacto sobre el proyecto y cómo los afectaría.
Lo peligroso de esta situación es que está provocando incertidumbre, depresión, violencia y, en casos extremos, muerte.
En la comunidad de Dos Arroyos, vecina a Los Huajes, con quienes han mantenido una buena relación pues los lazos de parentesco son muy estrechos, sucedió un hecho que demuestra toda la violencia que se está generando.
En la madrugada del 28 de enero después de la celebración de una boda, fue asesinado Eduardo Maya Manrique, un padre de familia de 33 años. El motivo de su asesinato fue ser opositor al proyecto de la presa La Parota y ser una base comprometida además de no estar de acuerdo con la celebración de la fiesta patronal de su comunidad, Dos Arroyos, con financiamiento de la CFE.
Era del conocimiento de la población que la CFE quería patrocinar la fiesta de San Felipe como es la tradición: bandas, toros, jaripeo, comida, danzas, y así evitar el gasto que le corresponde a los habitantes de Dos Arroyos en donde está de por medio el prestigio que pueden tener.
Se dice que el estado de Guerrero es de gente violenta, pero tal violencia no ha emergido desde las comunidades, sino que ha sido inducida por el Estado, en especial por la CFE (en el caso de las comunidades afectadas por el proyecto de la Presa la Parota).
¿A que ha respondido la muerte de Eduardo Maya? En primer término, no fue una muerte entre borrachos como lo planteó el Ministerio Público local, ya que si hubiese sido una muerte entre borrachos ésta se hubiera dado con machetes en un enfrentamiento frontal. En cambio fue asesinado a tabicazos y con puñaladas de picahielo en la cara. Además, no fue una pelea entre dos individuos sino que lo asesinaron tres personas que se ubican como promotores de la presa y que están muy ligados a personal de la CFE.
Salta a la vista lo que la misma gente arguye ¿por qué personas ajenas a la comunidad quieren decidir el destino del pueblo? Lo que está ocurriendo sin duda causa una gran depresión en las comunidades involucradas.
Los sentires de las mujeres en torno al proyecto de la presa
Aunque no conozcan con certeza del proyecto, ya se padece entre los habitantes del pueblo los embates de la depresión entre hombres y mujeres que se preguntan; ¿si nos van a desalojar, qué va a pasar con nuestro campo santo?, ¿a dónde irán nuestros muertos?, ¿qué va a ser de la iglesia y de nuestras tierras si aquí estamos desde que abrimos los ojos por primera vez al mundo?, ¿qué va a ser de nosotros?
La presencia de la CFE esta impactando la vida social de las familias desde hace tres años. La inundación no ha llegado y ya se empieza a hundir el tejido y la tradición social.
Estos problemas generados por la CFE afectan de manera más directa a las mujeres. Ellas mencionan que el origen de muchas de las dificultades las ocasionó la CFE por impulsar un proyecto que desaparecería del mapa a Los Huajes y a otras comunidades más. Existe una falta de información generalizada, pues aunque las mujeres han escuchado que se construirá una presa, no saben de su destino final al llegar el desplazamiento obligatorio. A decir de ellas, ni siquiera les han dicho que pasará con sus casas. Hay una inquietud muy fuerte por el posible desalojo.
Una de ellas enfatizó constantemente "¿y el camposanto y la iglesia, a donde van a quedar mis muertos?". En el documento oficial de la CFE indica que los cementerios serán trasladados con la participación de los habitantes. Esto es un absurdo, ya que los muertos corresponden a un territorio simbólico que viene de la materialidad de la vida, de aquello intangible como es el amor entre las familias, entre los parientes, entre los pasados.
¿Ahora la CFE permitirá que se traslade todo esto con la participación de las comunidades? Imaginemos a los altos funcionarios y empresarios sacando a sus muertos de panteones ¿qué emociones de duelo provocará tan desgarradora escena? En realidad se trata de una violencia psicológica y emocional, de matar nuevamente y con lujo violencia a lo que nos une con nuestro pasado.
Además de la desinformación e incertidumbre, las mujeres están subsumidas en una gran depresión. En la reunión se exaltó en varias ocasiones la tristeza que produce pensar dejar la casa y no hallarse en otros lugares. "¿Qué vamos a hacer en una ciudad si somos de campo?, aquí estamos muy a gusto" dice doña Elvira, una de las participantes en el taller.
Otra situación de la que hablan, se observa y se siente, es el clima tenso entre las familias, pues dada la incertidumbre del proyecto se han generado algunas divisiones. Por su lado, la presencia de la policía antimotines y la policía judicial en Los Huajes, como en las comunidades aledañas, han provocado una serie de hechos violentos, que no respetan sexo ni edad.
La solución a estos problemas, coinciden todas ellas, es "que se vaya la CFE y no se construya la presa". De otra forma se estaría ante un ecocidio y etnocidio que terminaría con la historia, la vida comunitaria y la cultura de un pueblo que habita esa región desde hace más de cuatrocientos años.
Pero la materialidad no es lo único que quedará bajo las aguas sino con ello toda una riqueza cultural que proviene de siglos atrás. Si bien no es la primera vez que la CFE, expropia tierras y vidas por el supuesto desarrollo y beneficio de una mayoría aparente, lo que es cierto es que, como será el caso de Los Huajes, se terminará con la historia y la cultura de los pueblos afectados, con lo tangible y lo intangible de una vida social que se ha reproducido durante más de 400 años, con los logros de una lucha por la tierra y la sobrevivencia.
Y es aquí donde la batalla de de la CFE ataca en lo más común de la vida, de la familia. Se pretende generar la batalla sin policía, sin militares, sin un aparato de confrontación. Este queda delegado a la confrontación de las familias que han habitado en tranquilidad durante toda su vida. De alguna forma es una guerra de baja intensidad en la que no es necesario el aparato militar, sino la creación de enfrentamientos comunitarios.
Habitantes de los Huajes cerraron los caminos que comunican con los pueblos vecinos en señal de protesta. Foto Javier Verdín, La Jornada
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