El músico inglés Jarvis Cocker sostendrá un par de pláticas sobre su libro Good Pop, Bad Pop (Pop bueno, pop malo) con los locutores Mariana H y Rulo, el próximo 31 de agosto en la ciudad de Querétaro y el 4 de septiembre en el Museo de la Ciudad de México. Las conversaciones con el líder de la banda Pulp se realizan dentro de las actividades del Hay Festival. Con la autorización de la Editorial Sexto piso presentamos un adelanto del primer capítulo.
Había una casa en la que viví un tiempo. Almacené muchas cosas en el desván de esta casa. Cuando digo que “almacené muchas cosas”, en realidad es una manera amable de decir “lo utilicé como un contenedor” Atiborré de cosas este desván durante largo tiempo, sólo para quitármelas de encima. Fuera de mi vista, fuera de mi mente. Y después se quedaron ahí como por veinte años, porque yo ya no vivía en Londres. Viví en París y en muchos otros lugares.
Este desván de vez en vez regresaba a mi mente. En realidad no sabría decir por qué era algo que me molestaba, pero sabía que algún día tendría que lidiar con ello. Pero ese “algún día” jamás parecía presentarse. Se podría pensar en este desván como una manifestación de la forma en que un ser humano moderno acumula cosas de manera casi inconsciente. O se podría pensar como un bote de basura que jamás se vació. Pero las circunstancias han conspirado para que no me quede más opción que limpiar este desván.
El día del juicio me ha llegado. Así que manos a la obra. He decidido que, antes que simplemente llevarlo todo a la basura, revisaré cada objeto para después realizar una decisión “informada” sobre si conservarlo o no.
¿Por qué? Porque sé que en algún lugar hay alguna cosa importante. Alguna especie de historia de vida, alguna especie de revelación: pero será preciso buscarla. Y no hablo en plural sólo porque sí, me gustaría recibir su ayuda.
No les pediré que miren cada uno de los objetos que encuentre aquí –eso llevaría años–, pero me parece importante tener testigos. Incluso podemos convertirlo en un juego: llamémosle “guardar o tirar” ( keep or cob. Cob es una palabra de Sheffield que significaarrojar).
Como pueden ver, es un enorme revoltijo. La primera vez que asomé mi cabeza por aquí, descubrí muy rápidamente que era un espacio sin ton ni son. Sé que debe haber algunos objetos útiles o interesantes. Algunos se remontan a mi infancia, pero no hay forma de acceder a ellos porque aquí hay también mucha cosa inservible. Por eso voy a mirar cada objeto antes de decidir si tirarlo o no. No quiero perderme algo importante. Y he aprendido a través de los años que las cosas más importantes de la vida no son siempre evidentes de manera inmediata.
Bueno, suficiente preparación escénica: cierren los ojos, metan la mano en ese montón de cosas que están ahí y veamos… Estos son chicles Extra cuando todavía existían en forma de palo. No habían evolucionado a su actual estado de tableta. Este chicle tiene veinte años. Inutilizado. Sin masticar. Durante años cargué un paquete de chicles en el bolsillo derecho. Fue un aspecto esencial de mi labor como padre. Tiene que ser de menta. La hierbabuena es demasiado dulce. Los sabores frutales son abominables. Pero este paquete de chicles es anterior a que fuera padre. Es el chicle de un hombre soltero.
De hecho se trata de un buen lugar para comenzar porque demuestra que en este sitio se puede encontrar cualquier cosa. Quizá esperaban ver pilas de preciados manuscritos o master tapes en descomposición (ya llegaremos ahí): un vistazo a un archivo creativo curado por mí mismo. Pero esto será más bien como cribar un vertedero (¿o sería mejor llamarlo un “vertedero mental”?). En cierto sentido sí es un archivo y quizá eso se vuelva más evidente conforme avancemos. Mientras tanto: no tengo idea de por qué este chicle sigue aquí –no es como si tuviera un desván de chicles, como otra gente tiene un sótano donde guarda sus vinos–, pero aquí está: lo hemos hallado y lo estamos contemplando. Merece una foto pero no merece ser conservado. Así que el chicle Wrigley’s Extra de colección se va al basurero. En otras palabras: tirar. (No saben lo fresco que me siento).
Siguiente objeto: un parche cosible del Casino Wigan. Se trataba del epicentro de la escena musical de El soul del norte a mediados de la década de los setenta. Yo era muy joven como para vivirlo en persona, pero recuerdo que chicos mayores que yo llegaban con el look: pantalones con el tiro muy alto sumamente acampanados. El pelo cortado en capas. En una ocasión recibí una patada en los dientes en una fiesta adolescente cuando alguien se tiró un clavado de cabeza demasiado cerca de mí en el muy estrecho espacio de su sala de estar.
Pero debo haberme hecho de este parche más tarde, pues esos “Cinco años de soul” terminaron cuando yo tenía quince. En retrospectiva, aprecié mucho más El soul del norte. Era una subcultura en toda regla, una invención espontánea: gente del norte de Inglaterra que bailaba toda la noche oscuros discos de soul negro estadunidense de la década anterior. Quizá yo era muy joven para apreciar la escena en ese momento, pero la idea de que la música fuera un empeño del estilo de una sociedad secreta, casi de vida o muerte, se alojó en mi mente. Este parche es definitivamente más sustancial que el chicle, en el siguiente sentido: puedo discernir una razón por la cual decidí guardarlo. Aunque no consigo recordar cómo llegó a mis manos. Es como una pelusa síquica, algo que se te pega sin que te des cuenta. Nos toparemos con una buena cantidad de objetos similares.
¿Guardarlo o tirarlo? Es más difícil que en el caso anterior, pero considerando que lo he tenido durante treinta años y jamás fue cosido a ninguna prenda, creo que es momento de dejarlo ir: se lo regalaré a alguien que pueda apreciarlo más.