Ciudad de México. Tuvieron que pasar décadas de exigencias y luchas, pero por fin se les abrieron las puertas del Campo Militar número uno, emblema de la represión y las desapariciones cometidas durante la guerra sucia. Ante la jerarquía castrense, Micaela lanzó casi una elegía a su padre, Lucio Cabañas, narró su última batalla y exigió: “Aquí, en este lugar donde muchos desaparecieron, quiero justicia para el asesinato de mi padre”.
En momentos incómodos (sobre todo cuando interrumpieron su discurso con gritos y para mostrar pancartas reclamando justicia en la propia base militar), el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, escuchó las recriminaciones. “Hoy llegamos cargando a cuestas la dignidad de nuestros muertos y desaparecidos”, expuso Alicia, hija de Alicia de los Ríos, presa en ese Campo Militar en 1978 y desaparecida en los vuelos de la muerte de Acapulco.
Concluida la apretada exposición de la visión rebelde, vendría la historia oficial que expuso Sandoval, quien comenzó por enumerar sucesos que patentizaron la agitación social: el asalto al cuartel Madera, los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971, y las movilizaciones armadas en Guerrero: “el Estado mexicano en su momento adoptó políticas y medidas en algunas regiones que buscaron garantizar la seguridad, el orden constitucional y el restablecimiento del estado de derecho”.
Con sobriedad matizó, en un acto de contrición institucional, asumiendo que “determinadas acciones implicaron lamentablemente que un sector de la sociedad se viera afectado por sucesos que se alejaron de los principios de legalidad y humanidad, valores que nunca pueden estar separados de la vida institucional”. Por ello, ofreció el compromiso del Ejército por “sumarse decididamente” al esclarecimiento de los hechos.
Homenaje con aval de López Obrador
No hubo aplausos ni expresiones ante tan insólito ofrecimiento de las fuerzas armadas. El general dio un giro para hacer un guiño a la tropa, con el aval presidencial y con énfasis soltó: “con orgullo les expreso que el propio mandatario autorizó inscribir los nombres de militares fallecidos con motivo de los hechos del pasado en el Monumento a los Caídos de las Fuerzas Armadas (…)”.
El anuncio rompió con la solemnidad del acto. Desde el fondo se escuchó la consigna acuñada entonces y coreada ahora como reproche, en protesta ante la pretensión de honrar a los militares caídos durante la represión a la insurgencia social: “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”
Fue entonces cuando mostraron con más vehemencia las pancartas que llevaban reclamando justicia, exigiendo: “si no entra la justicia, de nada sirve entrar” o “¿Dónde están?”, con fotografías de sus desaparecidos y reclamando la presencia de la FGR.
El general elevó la voz y apresuró el final de su discurso ante la inconformidad desatada: “como un tributo y un sentido homenaje a los soldados que cumplieron con su deber aún a costa de su vida…”
La tensión se disipó con el inicio del discurso de López Obrador.