La inflación no es un asunto técnico. Es el incremento del precio de los bienes que consumimos cotidianamente y ofrece una medida de la capacidad adquisitiva de nuestros salarios. No hace falta que el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) o el Banco de México (BdeM) nos digan que aumentaron los precios, lo sabemos cada vez que compramos en el mercado o en los supermercados. Lo que se nos informa es de tendencias alcistas en los precios que ya percibíamos. Nadie duda que han aumentado sensiblemente los precios y que lo han hecho durante un tiempo significativo. De modo que al hablar de la inflación hablamos de un asunto especialmente importante para nuestro bienestar.
En el mundo entero, la información de mayo da cuenta de que el aumento de precios persiste en todos lados pese a que los bancos centrales han incrementado las tasas de interés. En Estados Unidos los precios crecieron en mayo a una tasa anualizada de 8.6 por ciento, lo que constituye la tasa de inflación más alta en 40 años. La Reserva Federal (Fed) respondió incrementando sus tasas 0.75 puntos porcentuales, llevándolas a 1.5 por ciento anual. Esto cambia por completo lo que venía pasando, ya que apenas un mes atrás eran de 0.75 y en marzo pasado fueron de 0.25 por ciento.
En México, los precios se incrementaron en mayo pasado en 7.65 por ciento anualizados, lo que también representa registros récord luego de años de estabilidad. Respecto a la inflación que tuvimos en octubre pasado los precios al consumidor han crecido más de tres puntos porcentuales. En respuesta, el BdeM ha incrementado sus tasas tratando de detener el crecimiento de los precios: el 30 de septiembre de 2021 la tasa de referencia se situaba en 4.75 por ciento, en tanto que el 5 de mayo, fecha de la más reciente reunión de la junta de gobierno, la tasa se situó en 7 por ciento y se espera que en la reunión de hoy aumente tres cuartos de punto, llegando a 7.75 por ciento.
La inflación no se limita a México y Estados Unidos, es un problema global. Estimaciones de inflación para el cierre de año indican que en Alemania será de 7.2, en Gran Bretaña de 8.8 y en Canadá 6.1 por ciento, entre otros, lo que ha provocado que los respectivos bancos centrales respondan con incrementos en sus tasas de interés. Pese a ello, la inflación no cederá debido a que persisten las causas que la han provocado.
Altos funcionarios del gobierno estadunidense y de la Fed han reconocido que hubo una equivocada interpretación de lo que sucedía después del cierre provocado por la pandemia. Pensaron que los problemas que se enfrentaron a mediados de 2021 eran similares a los vividos luego del estallido de la burbuja inmobiliaria a finales de 2007: reducción de la demanda, crecimiento lento, altos y persistentes niveles de desempleo y precios bajos. Lo que ocurrió, en realidad, fue que la pandemia afectó la oferta, rompió las cadenas de suministro de materias primas y productos elaborados, como chips, aunadas a dificultades de almacenamiento en contenedores.
Para corregir estas equivocaciones ahora las respuestas monetarias de los bancos centrales serán más duras: incrementos de tasas de interés de 0.75 puntos porcentuales y se mantendrán en ese rango en cada una de las próximas reuniones de la Fed. En México, de acuerdo con lo que declaró un miembro de la junta de gobierno del BdeM, la discusión no es si este jueves suben las tasas tres cuartos de punto, lo que se da por descontado, sino lo que sucederá en agosto.
Lo cierto es que los precios seguirán aumentando y los bancos centrales seguirán elevando la tasa de interés, afectando a agentes económicos y hogares, es decir, para los empresarios también habrá encarecimiento del crédito, provocando que proyectos de inversión se detengan.
Para los hogares la situación será complicada. En particular, en México, hay que reconocer que los precios que pagamos los consumidores han crecido más que lo que marca el índice de precios al consumidor. La capacidad real de compra de las remuneraciones se ha reducido claramente, deteriorándose el nivel de vida de quienes reciben hasta tres salarios mínimos, es decir, más de 75 por ciento de los asalariados.
Sin duda, haber controlado el aumento de la gasolina subsidiándola ha impedido que la inflación llegue a 10 por ciento. Pero el paquete contra la inflación y la carestía ha sido poco relevante. En consecuencia, resulta necesario complementar las decisiones de política monetaria con otras medidas que contengan efectivamente el aumento de precios.