La autonombrada cuarta transformación en México, encabezada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, no ha significado como tal un cambio de modelo económico, se han hecho apenas algunos ajustes de política que se quedan en los límites del asistencialismo, pese a la ventana histórica que tiene el país para ejercer su soberanía, considera Éric Toussaint, portavoz de la red internacional del Comité para la abolición de las deudas ilegítimas (CADTM, por sus siglas en inglés).
“Eso no es transformación real, es menos inhumanidad del Estado”, asegura el historiador en entrevista con La Jornada, sobre algunas de las políticas implementadas por la actual administración. Sin embargo, desde el ámbito financiero “se queda dentro del mismo modelo, hay pequeñas adaptaciones, pero la lógica no ha cambiado y pienso que es muy preocupante”.
El país está desaprovechando una “ventana histórica para actuar de manera soberana”, ya que con el alto precio del petróleo y la contradicción interimperialista –esta última entre el capitalismo chino, el ruso y el estadunidense– México podría tomar acciones para nacionalizar y socializar servicios públicos como la electricidad, su sistema financiero y de producción, considera Toussaint.
Recalca que pese a los amagos que hicieron las empresas eléctricas, México está en las mejores condiciones para cambiar de modelo económico y nacionalizar sus recursos “si realmente se quieren transformaciones, si no, es más de lo mismo”. Ese viraje va desde dejar de planear el desarrollo del país en función de la economía de Estados Unidos hasta socializar la banca.
“Son dos siglos de dependencia de México hacia el vecino del norte. Si no hay una transformación más profunda para tener un crecimiento más independiente, más soberano, más endógeno, entonces no hay transformación”, apunta el vocero del CADTM.
Agrega que, en general, las economías del mundo están en una coyuntura que exhibe las carencias del “modelo neoliberal implementado por el Fondo Monetario Internacional (FMI)”, pues además de una veintena de países que están en default parcial en el pago de su deuda, hay varios más que están al borde de esta situación.
Por ejemplo, Ucrania, “que tiene una deuda con el FMI de más de 15 mil millones de dólares y como no está en condición de rembolsar dada la guerra, se logró un acuerdo con el Banco Mundial para darle un crédito de 8 mil millones de dólares para mantener los pagos”, explica el historiador.
“Todos los elementos de una crisis fuerte están reunidos, pero todavía no explotó una nueva crisis de pago de deuda”, advierte. Depende de cómo se muevan los bancos centrales de Estados Unidos y la Unión Europea, pero igual habrá una salida de capitales y varias economías endeudadas con la pandemia podrían desestabilizar, considera.
En ese sentido, se requiere que los países dependan menos tanto de la deuda externa como interna a través de una política fiscal justa, que cobre impuestos a los más ricos, a las grandes empresas trasnacionales; así como asegurar que la banca se sostenga como servicio público y no negocio. “Es muy importante permitir a los campesinos acceder a un crédito a través de tasas de interés muy bajas”, explica Toussaint.
Lo mismo con la energía, “hacer algo mejor que cuando se nacionalizó”, no sólo dar el control al Estado, sino “que los usuarios y la sociedad controlen las empresas para evitar la burocratización y proyectos que no son realmente adaptados a la población. Incluso en la producción, promover unidades pequeñas más cercanas a donde la gente consume la energía para evitar desperdicio”.