Ciudad de México. Grandes intermediarios ofertan al consumidor mexicano productos agrícolas básicos a precios de entre 100, 200 y hasta 680 por ciento más elevados respecto a los que los consiguen directamente de los productores de campo, lo que deja ver que la carestía de los productos es en gran parte consecuencia del aprovechamiento, especulación, acaparamiento y enriquecimiento de unos cuantos.
Lo anterior se da en un contexto en el que la inflación de la canasta básica se ubica en más de 12 por ciento, casi el doble de la general (7.72 por ciento), misma que se encuentra en su máximo nivel en 20 años, situación que, advierte Álvaro Hérnandez, profesor investigador de El Colegio de México (Colmex), pone en riesgo la seguridad alimentaria de la población mexicana.
El Análisis de márgenes de comercialización, elaborado por el Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA), revela que productos hortofrutícolas esenciales en la dieta de los mexicanos, como limón, aguacate, nopal, naranja, tomate, cebolla, chile jalapeño, fresa, mango, plátano, brócoli, calabaza, todos con una inflación de doble y hasta triple dígito, realmente tienen un bajo costo de producción.
Al desmenuzar los datos del estudio del organismo privado, se observa que el precio de cada uno de ellos se dispara conforme pasa por los diferentes filtros antes de llegar al consumidor final, específicamente cuando llega a los intermediarios (empresas comercializadoras) entre los productores de campo y las familias que los consumen.
El ejemplo más alarmante es el del nopal, cuyo precio al productor, es decir, lo que le pagan por su producto, es 2.7 pesos, para repartidores es de 3.4 pesos, para vendedores al mayoreo es de 3.84 pesos, mientras para el consumidor final es de 29.9 pesos. Es decir, entre el costo al que lo compran los comerciantes y al que lo hacen las familias, hay una diferencia de 680 por ciento.
Otros casos relevantes según el reporte del GCMA, son el del tomate verde y el de la calabacita, cuyos márgenes entre comercializador y consumidor son de 239 y 210 por ciento respectivamente. En el primero, el vendedor consigue el kilogramo en 8.7 pesos y lo vende en 29.7 pesos, mientras que en el segundo, lo obtiene a 8.2 pesos y lo ofrece en 25.5 pesos por kilo. Para el público, dichos productos muestran una inflación anual de 55 y 12 por ciento, respectivamente.
La lista de productos con amplios márgenes entre precio al que lo consigue el intermediario y el que llega al consumidor sigue con: brócoli, con 175 por ciento (11 pesos el kilo para el comerciante contra 36.7 pesos el kilo para las familias); fresa, 153 por ciento (6.1 contra 15.6 pesos); plátano, 138 por ciento (9.6 contra 23 pesos); pepino, 128 por ciento (8.7 contra 20 pesos); zanahoria, 128 por ciento (5.8 contra 13.3 pesos) y tomate saladette, 116 por ciento (8.1 contra 17.7 pesos).
Otros alimentos básicos que destacan por los grandes márgenes que presentan son el melón (94.4 por ciento), limón (91.5), guayaba (89.9), papa (86.1), toronja (78.3), cebolla (78.2), coliflor (78.1), lechuga (76.1), chile poblano (74.9), chile jalapeño (59.4), sandía (53.8) y jitomate (43.1).
Hérnandez, especialista del Colmex, destacó que una de las variables que afectan directamente al poder adquisitivo de los hogares es el precio de los alimentos, por lo que una variación en ellos como la que actualmente se está experimentando por diferentes factores potencializados por la guerra y la pandemia, ha provocado que las familias tengan que ajustar sus gastos, lo que inevitablemente supone restricciones en los alimentos.
“Los hogares se han visto en la necesidad de recortar sus gastos básicos, lo que significa restricciones alimentarias, sobre todo por parte de la población más vulnerable. Sin duda los altos niveles inflacionarios que observamos empeoran los niveles de seguridad alimentaria de México”, apuntó el investigador de temas agroalimentarios del Colmex.
Destacó que la especulación es un fenómeno económico que suele aparecer en este tipo de contextos, propiciada sobre todo por grandes empresas comercializadoras, o mediante instrumentos financieros como los contratos de futuros. No obstante, al ser una práctica al borde de la ilegalidad o por lo menos, moralmente condenable, es difícil cuantificar qué tanto está contribuyendo a la crisis alimentaria del país.
Sobre el plan que presentará el gobierno para controlar la inflación en alimentos, el especialista advirtió que se debe tener cuidado, porque si bien puede aliviar la crisis temporalmente, puede tener efectos negativos en el mediano y largo plazos, pues justo cuando el país necesita ser autónomo, se corre el riesgo de desincentivar la producción de cultivos básicos, facilitar el surgimiento de mercados negros y motivar el abandono de actividades agrícolas.