1. La manera en la que muchos, incluso los propios putinólogos (bit.ly/3vgBIGP, bit.ly/37my3iG), han sido −y hemos sido− sorprendidos por la decisión de Putin de invadir a Ucrania emula un patrón más amplio de “inhabilidad” con la cual solemos acercarnos a Rusia. No fue el prolongado bluff, el “ruido de los sables”, el “juego estratégico” ni la “tensión sin fin en la frontera” −algo que permitía a Putin “hacer su punto acerca del expansionismo de la OTAN” o “presumir su ‘mano fuerte’ siempre que... no invadía” (bit.ly/3vnM9IK)− que prevaleció. Todo esto a pesar de las insistencias desde Washington, vistas en su momento como “incendiarias”, según las cuales “la invasión estaba por ocurrir cualquier día” (“una cosa que atinaron y una sobre la que no nos mintieron”, bromeó después uno de los observadores). Algo parecido −como apuntaba hace tiempo Zygmunt Bauman− ocurrió en su momento con todos, casi, sovietólogos que a pesar de ir describiendo y estudiando por décadas el declive de la URSS, han sido sorprendidos por su repentina implosión y desintegración en 1991.
2. Es precisamente este tropiezo en predecir lo que venía que animó a muchos a buscar la “verdadera ideología”, las “profundas raíces mesiánicas” o la “mística cosmología” detrás de la decisión de Putin. Si era algo que no se veía venir, igualmente sus motivos tenían que ser “misteriosos” y “ocultos”. Ahora Ivan Ilyin, un olvidado pensador ruso filofascista “blanco” reivindicado varias veces por Putin (bit.ly/3KG8uaB) o Aleksandr Dugin, un reaccionario y ultranacionalista “gurú geopolítico” (bit.ly/3vjz8zE) eran las −supuestas− fuentes ideológicas de la invasión, a pesar de que ésta se explicaba bastante bien por el nacionalismo conservador, imperialismo y el chovinismo gran-ruso pregonados de manera abierta por toda la élite de poder en Rusia.
Además si es cierto que “el solo lenguaje de Putin −más allá de sus ‘trasfondos ideológicos’− nos decía todo lo que necesitábamos saber” (bit.ly/3rqlzNE), el núcleo de su fijación en Ucrania estaba igualmente −más que en algún “misticismo”− en su antileninismo reaccionario: previo a la invasión Putin culpó a Lenin por “inventar a Ucrania” e introducir la cláusula de la secesión que hizo estallar a la URSS (“el más grande desastre geopolítico del siglo XX” según él).
3. Mientras la agenda de Putin es mejor expresada en sus propias palabras y decisiones −la guerra con Georgia en 2008, cuando este país se movió hacia la órbita de la OTAN, viene a la mente−, sus motivaciones con raíces en su anticomunismo y la nostalgia por el imperialismo zarista prerrevolucionario son mucho más internalizadas en toda la cultura rusa, diseminadas por todo el espectro político y no limitadas sólo a sus “creencias propias”. Esto se refiere tanto a una suerte del “negacionismo” y menosprecio respecto a Ucrania −que “no existe” y “es parte inherente/histórica de Rusia”−, típicos para todo el pensamiento postsoviético dominante, como a la centralidad del pensamiento contrarrevolucionario –“de Pushkin y Chaadáyev hasta Pasternak, Sájarov, Solzhenitsyn y Zinóviev”− que, viendo, de manera contradictoria, tanto a 1917 como a 1991 como traumas y momentos de humillación nacional “salta” siempre cuando alguno de los países de su “extranjero cercano” intenta salirse de su órbita (bit.ly/3xHqa2f).
4. Un afán de centrarse en la ideología de Putin detrás de la invasión tiende a oscurecer las cosas más que esclarecerlas. A “personalizar” e “individualizar” el análisis, lo mismo que aplica a las explicaciones que apuntan a sus “obsesiones”: con la OTAN −cuando esta “aversión” es un conocido continuo en la política rusa (bit.ly/3Eeq1Ey)− o con el “ejemplo democrático de Ucrania” (bit.ly/3M3Mozk), siendo éste un argumento “egótico” y (auto)complaciente. El pensamiento de Putin ha sido formado a lo largo de muchos años más que nada por su resentimiento a Occidente, no por ninguna influencia ideológica particular (para justificar la invasión a Ucrania Putin habló tanto de la “traición por los bolcheviques”, como de la “traición por Occidente”). No hay un solo gurú ni una sola ideología. Todo ha sido mediado por diferentes ideas y tópicos políticos comunes (bit.ly/3uF0C3G), siendo una mezcla tanto de un cálculo racional −atinado o no−, como de las delusiones de la grandeza imperial (bit.ly/3jCSgmY).
5. Frente a las insistencias en una “repentina ideologización de Putin” y su “fanatismo ideológico” detrás de la invasión en contraste con su “pragmatismo” de hace unos años (bit.ly/3O93Bcl), hay que recordar que en toda política postsoviética los líderes con creencias ideológicas eran y siguen siendo algo atípico: “todos eran más bien unos cínicos que construían regímenes cleptocráticos desprovistos de cualquier ideología y si incluso fuera la verdad que Putin se volvió un fanático, se necesitarían más explicaciones sobre cómo esto se llevó a cabo” (bit.ly/3Jzrzdi). A lo que tal vez apunta la invasión a Ucrania, no es a un particular giro ideológico, sino una “mutación política”, donde el cesarismo postsoviético putiniano que se mostró incapaz de contener la ola de las “revoluciones”-insurrecciones en las ex repúblicas está siendo remplazado por un régimen político conservador-imperialista −represivo, reaccionario y centrado aún más en uso de fuerza interna y externamente− “más eficiente” en dominar las clases y naciones subalternas (bit.ly/3xsFY8U).