A los 60 años, Luis Sandor Zamora está dándose la oportunidad de dedicarse a la que siempre fue su vocación: cantar y bailar. Es también ahora cuando está manifestando de manera más abierta su orientación sexual, para romper el miedo y el silencio que arrastró durante buena parte de su vida.
Sandor descubrió un albergue para adultos mayores LGBT, donde conoció a personas de su edad, con inquietudes y necesidades similares.
En México, la vejez de diversidad sexual suele vivir en condiciones de secreto y vergüenza, lo que lleva a muchos a la depresión, el aislamiento y la precariedad. A decir de especialistas, muchos de estos adultos mayores incluso tienen que emprender un “regreso al clóset”, orillados a volver con algún familiar en “condiciones humillantes”, debido a la falta de políticas de gobierno para atender a esta población, pero también de educación para hacer visible su existencia.
Luego de haber sido sobrecargo de aviación y agente de viajes mucho tiempo, Sandor comenzó a sentirse retraído y temeroso, no sólo por los prejuicios respecto a su orientación sexual y edad, sino también porque sufre retinosis pigmentosa, que no le ha quitado la vista por completo, pero le impide ver claramente.
Tras romper una relación de pareja que duró más de 10 años y después de la muerte de su madre, “pensé que mi vida se había acabado. Ahora que somos mayores, algunos decimos ‘estoy solo, no soy el galán que México esperaba y no tengo mucho dinero. Mejor me siento al ladito, donde no moleste, donde no me vean’, y eso contribuye a la invisibilidad”, comenta.
Se animó a entrar al Coro Gay de la Ciudad de México y descubrió la casa matutina Vida Alegre, fundada por la activista transexual Samantha Flores en 2018, donde se reúnen decenas de adultos mayores LGBT y dan talleres de manualidades, apoyo sicológico y jurídico, asesoría espiritual, meditación y tanatología.
“Es el primer lugar de su tipo en Latinoamérica y se sostiene con donativos de individuos y empresas”, detalla en entrevista el ex administrador del albergue, Arturo Arcos. “Las personas mayores LGBT crecen aisladas y es importante que tengan espacios donde puedan reforzarse sicológicamente para dar un poco más de sentido social a sus vidas. Mucha gente llega con trastornos de la personalidad, ansiedad y depresión” por el aislamiento en que viven.
Héctor Salinas, coordinador del programa de estudios en disidencia sexual de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, explica que la falta de políticas públicas dirigidas a la vejez LGBT impide a muchas personas tener una vida decorosa hasta el final de sus días, e incluso las obliga a regresar al seno familiar en condiciones indignas. “Encontramos una ‘vuelta al clóset’, porque muchas personas que vivieron abiertamente su orientación, al ver paupérrima su vida presente, vuelven con sus familiares pero son condenados a aceptar condiciones lamentables”, apunta.
Javier Cabral, médico especialista en temas de salud pública y sexualidad, coincide en que buena parte de los adultos mayores LGBT viven en condiciones de “aislamiento emocional” que los hace caer en depresión y ansiedad, por lo que llamó a desarrollar estrategias de apoyo a este sector y a hacer campañas educativas para la infancia.
Una versión más amplia de este texto se puede encontrar en la página web de La Jornada.