La sombra del caudillo. Las fuerzas políticas en México solo saben negociar asumiendo aquel famoso diálogo de Martín Luis Guzmán:
Pero el líder radical ya entrado en la discusión le responde: Un punto me parece merecedor de los más amplios desarrollos, el de las reglas posibles en nuestras contiendas públicas. La regla es una sola: en México si no le madruga usted a su contrario, su contrario le madruga a usted. (Guzmán, 1987) Esta es la institución política mas longeva en lo que va del siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI.
Revocación. En una serie de artículos que bajo el título de “La sucesión” se publicaron en este diario desde noviembre del año pasado, planteé que la consulta del 10 de abril –fecha doblemente célebre por ser el Domingo de Ramos y el aniversario de asesinato de Emiliano Zapata–sería la piedra de toque de la sucesión de 2024. Sus resultados definirán el estado de las oposiciones hacia la elección presidencial y el margen de maniobra con el que contará el presidente López Obrador para operar la sucesión entre los miembros de su vasta coalición.
Quienes pueden no quieren, quienes quieren no pueden. La revocación de mandato ha sido una demanda histórica de las izquierdas. En los años 70 lo proponían casi todos los agrupamientos políticos y sociales progresistas. Se veía muy lejos que la izquierda pudiera ganar en unas elecciones presidenciales. Por tanto, la revocación de mandato, así como las candidaturas plurinominales buscaban limitar el poder presidencial. La primera paradoja es que cuando un segmento de la izquierda gana las elecciones mas que limitarlo quiere consolidar el poder presidencial. Quienes estarían en contra de la revocación promueven su celebración, pero para ratificar al presidente. En tanto que los sectores que estarían en principio a favor de la revocación saben que no tiene la fuerza numérica. Para otros, más articulados, estimaban que la revocación generaría inestabilidad e incertidumbre en el país. Entonces, ¿cómo fue que en el Congreso no hubo oposición suficiente para reprobar una medida tan paradójica?
Vista desde la perspectiva del presidente López Obrador, ¿qué buscaba con esta consulta? Tiene una buena aprobación en los sondeos de opinión. Cuenta con un apoyo mayoritario –aunque no para reformas constitucionales– en el Congreso. En cada elección para gobernadores, congresos locales y autoridades municipales crece el poder político de su coalición. Seguramente crecerá en cuatro o cinco gubernaturas en junio.
Disciplinar y desintegrar. La consulta busca reforzar la capacidad del Presidente para operar la sucesión. Busca ser un disuasivo a los potenciales candidatos presidenciales de su coalición. Sépase que es el Presidente quien decidirá. Y sépase que es mejor que guarden disciplina. En caso de que no entiendan, entra la otra parte de la tenaza. Desarticular de tal manera a la oposición partidista que dejen de ser remansos potenciales para candidatos derrotados en la disputa interna al obradorismo.
¿Esta resuelta la sucesión, al menos en la mente de AMLO? Quizás sí. En cambio, lo que está claro es la enorme dificultad que tendrá quien sea que encabece esa coalición. Primero, quien sea el nominado estará en tanto figura bien distante del personaje lleno de simbolismo que gobierna. Segundo, se vieron los trazos de una coalición caótica y desordenada que no es un partido. Tercero, una sociedad rencorosa y fuertemente dolida por los estragos de la pandemia, por el estancamiento económico y mas aún, por el clima de violencia e intranquilidad que campea en el país. Son en esos ámbitos donde el Presidente pondrá a jugar a sus pretendidos sucesores.
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