Celebramos la vida. Celebramos sus misterios, su belleza, con belleza: la trilogía de Jan Garbarek con el Hilliard Ensemble: Officium, Mnemosyne y Officium Novum. Celebramos lo sublime.
Se trata de una música que nos eleva, nos conduce al placer, nos coloca en un estado de éxtasis y meditación trascendental. Es un estado del alma, es música espiritual encarnada, con los pies sobre la tierra, desnudos.
El músico noruego Jan Garbarek es uno de nuestros mayores. Un patriarca joven. Un Prometeo. El Hilliard Ensamble es uno de los ensambles vocales mayores. Un vaticinio cumplido desde que Rimbaud escribió Voyelles:
A noir, E blanc, I rouge, U vert, O bleu: voyelles
Los tres discos mayores que hicieron juntos Jan Garbarek y el Hilliard Ensemble contienen alta intensidad, música sinestésica: vemos cuando escuchamos: auroras boreales.
Cumple 30 años la concepción del proyecto, nacido del vientre de la disquera mayor, la alemana ECM, y su Merlín: Manfred Eicher.
El guion mental aijeriano (de Eicher, pronunciado Aijer) consistió en conjuntar música muy antigua con sonidos muy nuevos.
Los expertos en música milenaria: los cantantes del ensamble británico Hilliard Ensamble. El mero mero en sonidos novísimos: el noruego Jan Garbarek con sus sax tenor y soprano. La magia conjuntada de un ensamble de brujos y un lobo estepario.
El experimento, titulado Officium, resultó tan exitoso, que luego de grabar en 1993 en un viejo monasterio austriaco de acústica perfecta, seis años después grabaron un segundo disco, Mnemosyne, en dos tomos, y en 2010 culminaron la proeza con Officium Novum. Los tres álbumes diferentes, complementarios, concéntricos.
En los tres, un oído conocedor identificará los ingredientes secretos a voces: precisamente las voces de los Hilliard, haciendo música espiritual, en combinación con la música sexual del sax de Garbarek, haciendo el amor.
La piedra de toque, Officium, trata de música de los siglos XII al XVI, interpretada por el Hilliard Ensemble, compuesto por el barítono Gordon Jones, los tenores John Potter (ningún parentesco con Harry, je) y Roger Covey-Crump y el fabuloso contratenor David James. Trabuco.
La médula espinal del disco Officium es el corte inicial (“first cut is the deepest”, dice Cat Stevens), consistente en la pieza Pace nihi domine, compuesta por don Cristóbal de Morales (1500-1553), máximo representante de la escuela andaluza de polifonía, y lo espectacular del disco consiste en que Jan Garbarek la interpreta como si fuese una obra compuesta por él, con su sax soprano que suena a canto de ángeles, gemir de hadas, musitar de bisontes, aullido.
Eso, el sax soprano de Jan Garbarek suena a aullido en los tres discos que hoy recomendamos como festejo de cumpleaños.
Aullido, como el poema de Allen Ginsberg:
Quienes solos por las calles de Idaho buscaban ángeles indios que fueran ángeles indios visionarios
Visionario Manfred Eicher: tiene el poder, este brujo muniquense, de ver hacia atrás y hacia adelante. Hacia atrás, para poder meterse en el cuerpo del compositor andaluz Cristóbal de Morales, y hacia adelante para curtir el esqueleto de Jan Garbarek, que suena a futuro, como el poema de Ginsberg:
Quienes rompieron a llorar en blancos gimnasios desnudos y temblorosos frente a la maquinaria de otros esqueletos
La maquinaria del Hilliard Ensemble es como un óleo de Pieter Brueghel El Viejo, que rejuvenecía en cada pincelazo, y así el ensamble canoro británico se nutre de imágenes sonoras y por eso debe su nombre al pintor miniaturista isabelino Nicholas Hilliard, al mismo tiempo que hace eco al apellido de su fundador, el gran Paul Hillier, amigo íntimo de Arvo Pärt.
Arvo, hablando de ángeles; como la materia viaja en el tiempo de manera matemática y al azar, en ordenado desorden como en un óleo de Escher, saltemos el orden de la reseña y vayamos a la esencia del tercer disco de los que hoy recomendamos con ardor: Officium Novum, que tiene su epicentro en una partitura de Arvo Pärt: Most Holly Mother of Gold y de aquí brinquemos, volemos a la médula del disco intermedio que hoy sugerimos con vehemencia; escuchen, hermosa lectora, amable lector: el disco Mnemosyne, hermoso por necesidad, cuyo eje es una partitura escrita por una de las madres nutricias del Disquero: Hildegard von Bingen (1098-1179): O ignis Spiritus, cuya escucha nos coloca en éxtasis divino, como el poema de Allen Ginsberg, que celebra a:
Quienes pensaban que sólo estaban locos cuando Baltimore destellaba en éxtasis sobrenatural
Sobrenatural. La trilogía de discos que hoy ponemos a sonar entabla diálogo con lo que no alcanzamos a vislumbrar pero intuimos, lo que no podemos tocar pero sentimos con claridad en la yema de los dedos, lo inaccesible que se convierte en hecho, como formuló el poeta don Johan Wolfgang von Goethe y un poeta beatnik, Allen Ginsberg, lo secundó para:
Quienes estudiaron a Plotino, Poe, San Juan de la Cruz, telepatía y cábala debido a que el cosmos instintivamente vibraba en sus pies en Kansas
Sus pies, vibrar, instinto, el cosmos. El todo es uno y el uno es todo en estos tres discos tan poéticos, tan cósmicos, tan instintivos.
Mnemosyne se titula así para honrar al poeta Friedrich Hölderlin, quien escribió los himnos crípticos bajo el título de Mnemosyne antes de perder la razón y la memoria, porque Mnemosyne, lo sabía Hölderlin, significa memoria.
Mnemosyne es la madre de todas las musas y a ella escribió don Hölderlin sus himnos, que son canciones y es que la canción, estaba convencido, “es una abandonada, fluyente naturaleza”.
La música del disco Mnemosyne fluye y vuela, como en el track 8 del volumen 2 de ese álbum, donde vemos danzar a un águila en la pieza así titulada: Eagle Dance, mientras Jan Garbarek entona en su sax piezas suyas, como Estrophe and Counter Estrophe, y la mágica Loiterando.
El hermoso álbum Mnemosyne comienza en lengua quechua, precisamente con la obra tradicional titulada así, Quechua Song, y esa magia milenaria se vuelve ensueño, caricia, duermevela con una Canción de Cuna Estoniana, cuyo vaivén nos hipnotiza.
Eso, la escucha de los tres álbumes que hoy congregamos para festejar, nos otorgan la sensación de estar en una sesión de hipnotismo y magia.
Las tonadas, las caricias, melopeas, las cantinelas se suceden como ocurren los sueños, en una secuencia cuya continuidad obedece a la paz en que reposa el pensamiento.
En el disco Officium Novum el eje es el canto bizantino con su belleza traslúcida, su delicadeza de manantial, su aroma de mirra.
La belleza de esta música: los cuatro cantantes musitan, susurran, mecen melopeas, tejen polifonías, allanan el canto llano, pronuncian parábolas, curvas de olas, contornos de nubes, confines de cielos, fragmentos de sueños y sobre esos tapetes-flos campi, el sax soprano de Jan Garbarek cabalga, auriga de oro, monta esas olas, trepa esas nubes, recorre todos y cada uno de esos sueños y nosotros sonreímos, dormidos sonreímos.
Esta música es como un sueño. Uno cierra los ojos y se transporta a lugares mágicos, territorios paradisíacos por el color de esos campos que parecen sembradíos de lavanda, hectáreas redondas de gladiolos, carpetas dibujadas por niños que sonríen.
Sílabas largas, vocales alargadas, notas en una tonalidad que escapa a lo comprensible porque no necesitamos entender los sueños. Solamente necesitamos soñarlos. Y sobre esas sílabas labiales, sobre esas voces de arcángeles, el sax soprano de Jan Garbarek tremola, ondea, flota, penetra. Ulula.
Como en Las mil y una noches, confirmamos que la verdad, que es la hermana gemela de la belleza, no está en un sueño, sino en muchos sueños, la fórmula de alquimia que encontraron juntos Manfred Eicher, Jan Garbarek y los Hilliard Ensemble hace 30 años, la siguieron soñando durante otros tres discos más, porque el segundo es álbum doble y el conjunto nos muestra que no es una fórmula química ni matemática, es alquimia pura: nada se repite, como en las fórmulas donde todo es igual y da el mismo resultado, pero aquí no se repite porque uno no se baña nunca dos veces en el mismo sueño ni nada igual en un río que en un manantial que entre las olas de este mar manso y transparente, tan transparente que podemos observa nuestros pies sobre la arena y bajo el agua: se han convertido en alas.
Y volamos.
Soñamos que volamos.
Y sonreímos.
Y entendemos entonces lo que los cantantes han dicho en una frase diluida en muchas frases pero que es una sola frase en checo, alemán, latín antiguo, griego antiguo, quechua, inglés, francés antiguo, en todas las lenguas vivas:
¡Viva la vida!
Y nuevamente sonreímos.