En Así hablo el cambista (2019), quinto largometraje del uruguayo Federico Veiroj ( La vida útil, 2010; Belmonte, 2018), Humberto Brause (Daniel Hendler), un joven ambicioso y sin escrúpulos, ofrece sus servicios al experimentado especulador y traficante financiero Schweinsteiger (Luis Machín), especializado en el manejo de divisas y capitales sucios de empresarios y políticos, quien pronto se convertirá en su protector, socio y suegro. La acción transcurre entre los años 50 y finales de los 70 del siglo pasado, en medio de turbulencias políticas y asonadas militares. Un clima social calamitoso, muy propicio para los negocios turbios y el lavado de dinero. En esa época a Uruguay se le solía considerar como una suerte de Suiza latinoamericana, remanso seguro para todo tipo de operaciones monetarias ilícitas.
La cinta de Veiroj, basada en la novela homónima de Juan Enrique Gruber, de 1979, intenta capturar parte del ambiente turbio vivido en esos tiempos de autoritarismo político y corrupción generalizada. No es esa visión de conjunto lo que mejor funciona en una cinta cuyas tramas secundarias la vuelven a ratos confusa y caótica, dado que son muchos y muy contrastados los elementos de la ambiciosa crónica social que sobrevuela tres décadas. Lo que sí es un acierto irrebatible es el fascinante retrato, en clave de humor negro, que elabora el guion de su protagonista central, Humberto Brause, emblema e hijo mimado de ese sistema corrupto. Es notable la manera en que este ser moralmente mezquino, llega a transitar de un narcisismo desmedido a un patético odio de sí mismo. Asistimos a las manifestaciones de cobardía o de avaricia de este hombre que no vacila en hacer fraudes, robar y traicionar a familiares, colaboradores y amigos en un irresistible impulso arribista (hoy se diría, aspiracionista) que sólo acusa su escasez de firmes asideros morales.
Una escena elocuente al respecto: cuando durante un atentado en la calle, Humberto huye del auto en que viaja, abandona en él a su esposa, y luego regresa a reprocharle su falta de reflejos en momentos de peligro. Es claro que la prosperidad del personaje, expresada en su lujoso y frívolo tren de vida, tiene como contrapartida su absoluto descrédito moral ante su mujer e hijos quienes lo desprecian tanto como lo necesitan para conservar su estatus social privilegiado. El cineasta ofrece un personaje un tanto unidimensional, en el cual se resumen, sin embargo, algunas de las contradicciones y miserias morales de un gastado credo neoliberal.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional. 13.00 y 18:00 horas.