El presidente de la República ha anunciado que enviará una iniciativa de reforma electoral que, entre otras innovaciones, propondrá la elección por voto popular de consejeros y magistrados. No quiso dar más detalles, pero señaló que “los tres poderes van a presentar a ciudadanos, verdaderamente independientes, de inobjetable honestidad; cada poder va a presentar a 20 ciudadanos, 60 para el caso de consejeros y algo parecido en el caso de magistrados, y esos 60 van a ser votados en elecciones abiertas, y el que saque más votos ese va a ser el presidente, buscando que sean mitad mujeres, mitad hombres”.
Inmediata polémica causó, por inusual, la idea de elegir por voto directo a ocupantes de esos cargos en que teóricamente deberían predominar el conocimiento técnico y la honestidad, mas no la popularidad.
Cierto es que, hasta ahora y con excepciones que han saltado a la vista, el conocimiento técnico no ha sido garantía de comportamiento institucional respetable, además de que los consejeros y magistrados electorales han provenido de cuotas partidistas y arreglos cupulares.
Sin embargo, con esa fórmula de elección directa o sin ella, hay cuando menos tres aspectos que a juicio de este tecleador deben incluirse, pulidos y efectivos, en la anunciada reforma, para que tenga la trascendencia buscada en estos tiempos de invocada regeneración nacional.
1. Reducir drásticamente el peso del dinero en los procesos electorales. Muy poco habrá de cambiar, en el fondo, mientras las candidaturas, campañas y jornada comicial sigan condicionadas por la disposición de recursos económicos, llegados mediante vías institucionales (que también deben reducirse drásticamente: no más ríos de dinero para las mafias controladoras de los partidos) pero, sobre todo, de esas sabidas zonas oscuras en que predomina el crimen organizado. De no cambiar ese sistema de despilfarro condicionante, los políticos deberán el cargo a esos intereses que los financiaron y a ellos responderán, y no al genuino interés público.
2. Abrir la puerta en serio a candidaturas independientes viables. Las camarillas que manejan los partidos han inhibido y anulado la participación electoral de auténticos liderazgos sociales y de individualidades valiosas. Los lamentables casos de Jaime Rodríguez Calderón, alias El Bronco, y de Margarita Zavala Gómez del Campo demeritaron este tipo de candidaturas, pero bastaría ver lo sucedido en Chile para apreciar los frescos vientos de cambio que esas postulaciones independientes podrían aportar a un sistema de partidos tan rancio como el mexicano. Claro, es necesario que se les dé viabilidad y no se les proponga sólo como mínimos adornos “compensatorios”.
Y 3. Evitar la integración faccionaria. Con visión de Estado, no de gobierno en turno ni de partido en contienda, deberían ser planteadas tanto la reforma electoral en general como la conformación particular de sus órganos centrales: el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, sin caer en la tentación de poner a los propios para asegurar ventajas al bando dominante.
Nunca habrá una reforma electoral definitiva, pero sí se puede aspirar a una que perdure y trascienda. En principio, esto dependerá en buena parte de la apertura o cerrazón a la participación social tanto en la confección de la propuesta legal como en la integración de las cúpulas de sus estructuras determinantes ya mencionadas: el INE y el TEPJF.
Astillas
Para evitar que encarcelen a Jesús (Ramírez Cuevas) y a “la pobre Jessi”, Ramírez González, quienes son funcionarios de Comunicación Social de la Presidencia de la República, AMLO ha publicado en redes sociales la sentencia del tribunal electoral federal en su contra, por el mensaje a la nación difundido el primero de diciembre de 2021. ¡Hasta mañana, con los familiares de los 43, “enojados y encabronados”!
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