Ciudad de México. México es el duodécimo productor de alimentos en el mundo, pero no es autosuficiente en productos básicos. Más de 40 por ciento del maíz que alimenta a la población mexicana proviene del extranjero, mientras la mayoría de las exportaciones se concentran en bebidas alcohólicas, explican especialistas
En los últimos 24 meses, prácticamente desde el inicio de la crisis por la pandemia de coronavirus, la inflación de agropecuarios en México ha sido 35.81 por ciento más alta que la inflación general. A esa tendencia se suma la guerra entre Rusia y Ucrania que amenaza con incrementar en 22 por ciento los alimentos a nivel mundial, advierte la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Las alertas sobre una crisis alimentaria son más constantes que con la pandemia. El gobierno federal prepara “un plan para fortalecer la economía popular y enfrentar la carestía, que la gente no compre caro, que pueda tener la posibilidad de comprar lo básico, la canasta básica a precios bajos y que sea una alimentación nutricional, con equilibrio en vitaminas, en proteínas, en carbohidratos, vamos a trabajar sobre eso”, adelantó el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Por un lado, se busca reforzar la producción local, política que encabeza Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), organismo que además de reiterados subejercicios y revisiones de la Auditoría Superior de la Federación en apenas dos años de operaciones, tiene denuncias ante la Fiscalía General de la República. Por el otro, se alista la compra de alimentos en mercados más económicos.
La carestía en los alimentos tiene un impacto dominante en los ingresos de la población más pobre. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares más reciente, el 10 por ciento de los hogares con menos ingresos destinan 59.2 por ciento de ésos a la compra de alimentos, aun con el apoyo de transferencias de gobierno, mientras el promedio en los hogares del país gasta para ese fin 22.2 por ciento.
Dependencia en granos básicos
Uberto Salgado Nieto, investigador del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc), explicó en entrevista que la autosuficiencia en la producción de granos básicos es un asunto de geopolítica. Un ejemplo es China, que se ha negado a importar arroz, básico en la dieta de su población, al grado de que renta parcelas en otros países para asegurar su soberanía alimentaria.
Detalló que el año pasado las importaciones de alimentos se incrementaron 37 por ciento, mientras la exportaciones mexicanas lo hicieron en 13 por ciento, lo que redujo en alrededor de 40 por ciento el superávit en la balanza comercial en este sector. Margarita Flores de la Vega, catedrática de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México, reporta que a partir de 2015 “el sector agroalimentario empezó a jugar un papel estelar en el comercio exterior”.
En un artículo de la Revista de Economía Mexicana, la investigadora detalla que ese año los agroalimentos consiguieron un superávit de mil 117 millones de dólares y en 20 años el valor de las exportaciones se ha multiplicado por cinco. No obstante, se mantiene “una estructura agropecuaria desigual en la que se han consolidado grandes empresas productoras y comercializadoras”, mientras 75 por ciento de las unidades de producción son de subsistencia y se recargan en zonas rurales, donde más de 55 por ciento de la población vive en pobreza.
Salgado Nieto explicó que si bien México ha mantenido superávits–más ventas que importaciones– en la balanza comercial y “parecería que no tenemos problemas de dependencia alimentaria”, esos datos encubren que la mayoría de las exportaciones del país son bebidas alcohólicas: cerveza, tequila y mezcal, también son importantes el aguacate y jitomate; mientras en granos y cereales, base de la pirámide nutricional, se registran los mayores niveles de importación.
Pequeños productores
Detalló que en 2021 la importación de maíz se incrementó 67 por ciento anual y la dependencia de esas compras del extranjero como parte del consumo nacional fue cercana a 40 por ciento; mientras las de trigo lo hicieron en 54 por ciento.
La mayor demanda de ese tipo de alimentos, como consecuencia de la política social que abona al gasto de las familias, y una producción estancada –dado que los grandes productores se orientan a cultivos que implican más ganancias– pueden explicar el repunte, agregó.
“México requiere impulsar el cultivo de granos básicos, pero más allá de los programas actuales se requieren políticas y financiamiento que logren aumentar la productividad de pequeños productores”, consideró Salgado Nieto. El año pasado el consumo aparente de granos en el país fue de alrededor de 67 mil millones de toneladas, mientras la producción se quedó en 37 mil millones, que representa 55 por ciento, ejemplificó.
Agregó que además de los programas que se han puesto en marcha para incentivar la producción local, se requiere promover infraestructura de riego, dado que sólo una cuarta parte de la superficie cultivable en el país cuenta con ella, mientras varias zonas del norte del país se han visto afectadas por la sequía.
La producción agropecuaria en México se ha visto limitada por los acuerdos comerciales con Estados Unidos, y si bien ese país exige que se eliminen apoyos a productores mexicanos y canadienses, “la economía estadunidense es de las que más subsidia al campo (…) por eso es que puede ofrecer productos tan baratos fuera del país”. Así que más allá de buscar mercados económicos en lo inmediato, la política a largo plazo debe apostar a la soberanía alimentaria, a ser totalmente independientes en granos básicos, reiteró el investigador.