El final de la dictadura militar en Argentina es explorado en la novela El funcionamiento general del mundo, “con un grupo de adolescentes en la preparatoria y su torneo de futbol, no con los militares en retirada o con Raúl Alfonsín dando la gran batalla política”, explica Eduardo Sacheri sobre su obra recién presentada.
En entrevista con La Jornada, el escritor argentino dice: “me gusta entrar a los grandes temas por puertas estrechas. Al final de la dictadura y la recuperación de la democracia se puede acceder desde la enorme puerta de la política, la sociedad y los cambios en todo un país, o ir a una escuela. Al futbol también. En esos espacios tan inofen-sivos, tan aparentemente triviales, uno puede ver cosas profundas”.
Para Sacheri (Buenos Aires, 1967) trabajar con la memoria social e individual es importante, “por algo soy licenciado en historia. Antes de convertirme en escritor de ficción, estudié historia y sigo ejerciendo como profesor.
“No creo que la literatura remplace a la historia, son aproximaciones diferentes, pero necesarias. Con mis alumnos, para la dictadura militar el que lean novelas o vean películas ambientadas en esa época es otra manera de que se interroguen sobre ese tiempo y encuentran respuestas complementarias a las de la ciencia.”
Su novela publicada en Alfaguara, continúa el narrador, “está pensada desde los que en la escuela no tenían voz, porque quienes hablaban eran los que podían pegar un grito y un golpe. Cuidado: también podrían ser los protagonistas. A mí me gustó más centrar el foco en esos otros que están en la penumbra, esos otros alumnos que tratan de sobrevivir al entorno tan agresivo de la manera más indolora posible”.
El historiador relata que le agrada “prestar atención no sólo a las rupturas, sino a las continuidades. En mi país, 1983 está asociado con la libertad, la democracia y la posibilidad de expresarse, pero esa libertad emerge muy confusa y trabajosamente lastrada por inercias y formas de conducirse autorita-rias y violentas, muy acentuadas en la sociedad argentina. Eso no se corta de un día para otro porque las personas son las mismas.
“Si quiero pensar en la Argentina actual, habría que ver cuántas actitudes violentas, cuántas componendas con el poder siguen existiendo, aunque tengamos un sistema constitucional, republicano y democrático, que es algo que valoro y aprecio, disfruto ver detrás de las apariencias más luminosas, determinadas sombras que continúan existiendo y esperando.”
En su obra, reconoce Eduardo Sacheri, “aparecen los temas cotidianos de mi vida y el futbol es uno de ellos. Me crié jugando y viendo al futbol, y muchas de lo que aprendí me permitió manejarme mejor fuera de él. Por eso, a veces a mis personajes les ocurre lo mismo y esta novela no es la excepción”.
Su hipótesis, que le transfiere a dos de sus protagonistas, es “el valor que tienen los juegos de ser una metáfora que nos permite asir algo mucho más inasible: la vida misma. Cuando jugamos simplificamos la vida de algunos de sus impulsos y objetivos más esenciales. En la vida real vienen demasiado mezclados, contradictorios y llenos de matices. La vida es compleja, los juegos no”.
La literatura “reproduce en sus laberintos la complejidad de la vida y es como una vida en sí misma, en una escala más pequeña, porque uno se mete en un libro, sus reglas, personajes, trama y objetivos de los protagonistas, y mientras está ahí adentro no existe más nada. La vida es eso que uno está leyendo. Cuando uno juega un juego, pasa lo mismo.
“Ese ejercicio de metamorfosis, a los seres humanos nos hace muy bien. Porque es una mudanza momentánea, después volvemos a la realidad con su complejidad, con su contradicción y con su carácter irrevocable, pero mientras jugamos nada es irrevocable.”
Sobre el título El funcionamiento general del mundo, destaca el contraste con la imagen en la portada de cuatro chicos tomando el sol. “No digo que por jugar al futbol uno comprenda verdaderamente el funcionamiento de las cosas, pero se aproxima fugazmente mientras juega.
“Esa es mi idea o la idea de mis personajes: cuando jugamos exhibimos lo más profundo de nosotros y los demás hacen lo mismo. Hay pocas situaciones en la vida en las que nos sometemos con esa desnudez al escrutinio de los demás y de nosotros mismos.”