Ante el evidente fracaso del neoliberalismo en América Latina, hay una ola creciente que suena alarmas acerca de meros cambios cosméticos a modelos consumistas basados en un crecimiento económico sin límites. Es imprescindible recuperar el control de los recursos naturales y gestionar su manejo con base en la justicia ambiental y social, y librarnos de la ideología de mercado impuesta desde los centros del poder global.
Hace unos días me tocó moderar, junto con Liliana Buitrago, del Observatorio de Ecología Política de Venezuela, un interesante y urgente seminario en línea, con el título de este artículo, en el cual participaron miembros del Pacto Ecosocial del Sur (https://pactoecosocialdelsur.com/).
Tema central fue el rechazo a que nuestros países y comunidades indígenas, rurales y afrodescendientes tengan que sacrificar todo recurso natural para satisfacer los llamados green new deals (nuevos acuerdos verdes), diseñados por corporaciones y organizaciones de países, ricos que de manera reduccionista buscan el tránsito de combustibles fósiles a las llamadas energías limpias. No queremos ver firmas petroleras y de gas, que han destruido ecosistemas enteros, convertirse en empresas eólicas o extractivas de “minerales críticos”, que sigan destruyendo las entrañas de nuestros territorios, pisoteando derechos en una nueva fase colonialista, en la que siguen dando por hecho que tienen el derecho a todo recurso natural planetario (https://bit.ly/3KPRG1n).
Breno Bringel, profesor de sociología del Instituto de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, destacó en el seminario cómo ante reacomodos capitalistas se están dando en América Latina estallidos sociales complejos que van más allá de posiciones políticas de izquierdas y derechas, sino responden a una crisis ecosocial y civilizatoria, siendo la devastación socioambiental, desigualdad, militarización y migraciones forzadas todas caras de la misma moneda. Destacó cómo gobiernos progresistas en la región no han estado a la altura ante la situación límite del planeta.
Pablo Bertinat, coordinador del Observatorio de Energía y Sustentabilidad de la Universidad Tecnológica Nacional en Argentina, explicó que desde lo local se dan transiciones energéticas populares alternativas, mediante resistencias a proyectos extractivos y movimientos antirrepresas; alternativas de gestión, de disputa de territorios y que permiten construir formas de vida y satisfacer necesidades donde el Estado no da respuesta o no existe. Alertó sobre la visión estrecha de la “descarbonización” y de nuevas embestidas desde los green new deals para la sustracción de litio, cobre, madera balsa y el hidrógeno que es la “nueva vedete en nuestra región”.
Tatiana Roa, ingeniera del grupo Censat Agua Viva, de Colombia, habló desde la visión de la Vía Campesina y de la Red de Agricultores Ecólogicos de América Latina que centran la transición energética justa en la soberanía alimentaria y en la recuperación de técnicas agrícolas que se han perdido con la “revolución verde” y la agroindustria a gran escala. El asunto central de la transición, según Tatiana, es el alimento que es la principal fuente de energía y la biomasa, para suplir la energía exosomática. Exhortó a una transformación del modelo agroindustrial a una agroecología que use menos energía fósil, menos agua y más energía hidráulica.
Carmen Aliaga, de la Red Latinoamericana de Mujeres Defensoras, compartió desde Bolivia cómo indígenas han resistido la minería desde hace décadas, cómo la pandemia ha desnudado muchas crisis y cómo se dan mejores condiciones para enfrentarlas cuando hay un sujeto social y político encaminado por mujeres. Explicó cómo la ecología política feminista antepone los cuidados de la vida y la dimensión cuerpo-territorio, ante la crisis de la pandemia que en su crueldad “nos da la oportunidad de politizarnos” y recuperar el uso de plantas medicinales y de las memorias colectivas del cuidado de la salud.
Estas enseñanzas desde las luchas locales hacen ver que si bien los green new deals resuenan en los países ricos dada la emergencia climática, es imposible lograr una transformación verdadera del modelo destructor sin cambios radicales de los modos de consumo. No basta con cambiar mi auto por uno eléctrico. Al respecto, Basav Sen, del Institute for Policy Studies, recién publicó un excelente reporte alertando sobre la continuidad en EU de políticas que favorecen los automóviles y las autopistas por encima del transporte público (https://bit.ly/3rSfHwc).
En el plano internacional, si bien muchos gobiernos llegan a acuerdos para reducir emisiones de carbono, si continúan aferrándose a tratados de libre comercio e inversiones (incluida la 4T) que les impiden establecer políticas ambientales y de servicios públicos sólidos, escaso margen de maniobra tendrán para girar el timón y evitar el ecocidio capitalista. Crece el escepticismo hacia los estados y gobiernos, aun a los progresistas, de que puedan encarar los grilletes legales impuestos por tratados que protegen a las corporaciones trasnacionales y a la captura de los organismos multilaterales. Recomiendo el documento COP 26: Al mando, los financiadores de los peores contaminadores; el ecoblanqueo de una cumbre climática clave, de Brid Brennan, del Transnational Institute y Kenneth Haar del Corporate Europe Observatory (https://bit.ly/33UpRo5). No tenemos que mirar arriba, pues del cielo nada nos caerá, sino de frente, a la realidad distópica a la que nos acercamos.
*Investigador del Institute for Policy Studies de Washington D.C. www.ips-dc.org
Twitter: @ManuelPerezIPS