Lo primero que se debe de convenir es que Biden apenas tiene un año en la presidencia, lo segundo es que ese periodo ha estado marcado por una necia pandemia que no cede y se renueva con insólito vigor, y lo tercero es el muro opositor donde se estrellan sus propuestas. Por ello, llama la atención que se le critique, acremente o se descalifiquen sus intenciones por superar las lacras que, en particular en política migratoria, perpetró su antecesor durante cuatro largos años.
Mediante sendas órdenes ejecutivas, Trump estableció que cualquier persona que fuera o pareciera indocumentada debería ser deportada de inmediato, sin respetar los procedimientos establecidos para el caso; suprimió fondos federales destinados a servicios sociales a cualquier ciudad que se declarara como “santuario”; multiplicó sustancialmente los acuerdos de la agencia de asuntos migratorios y aduanales (ICE) con autoridades de policía locales y estatales para coadyuvar en labores de detección y detención de migrantes, y en pleno delirio mandó erigir un oprobioso muro para separar a dos naciones inspirado en sus sueños medievales. Todo ello, cabe agregar, con el aplauso de la mayoría de los senadores republicanos.
A contrapelo de la oposición republicana, Biden restableció los procedimientos para que los migrantes puedan tener juicio y defensa en las cortes antes de ser deportados; ordenó una moratoria de 100 días en la deportación de quienes hubiesen sido detenidos antes de noviembre de 2020 (un juez federal de Texas la invalidó con el beneplácito del gobernador de ese estado); prohibió que las agencias migratorias y aduanales detuvieran a migrantes en las cortes y en los sitios en que se aplicaran pruebas covid; suspendió las redadas sorpresivas en sitios de trabajo para detener a supuestos indocumentados. Pero la que pudiera ser más trascendente es la propuesta expresada en su discurso de toma de posesión y reiterada hace unos días a fin de que el Congreso se avoque a una reforma migratoria que incluya una vía para que los millones que ya viven en el país puedan legalizar su situación migratoria.
Claro que falta mucho por hacer, pero quienes apoyan el bienestar de los migrantes tienen que actualizar su discurso y aquilatar lo poco o mucho que en circunstancias tan complicadas ha realizado Biden en esa materia. La crítica, sin el menor análisis y mesura, solamente abonará en las pretensiones de quienes impiden una política migratoria sensata y justa.