Apenas unos cuatro meses después de retirarse de la guerra más larga de su historia en Afganistán, Washington suena de nuevo los tambores bélicos con el mismo ritmo de siempre, pero ahora con una canción nostálgica de los mejores tiempos de la guerra fría con letra ya conocida sobre la grave amenaza de Rusia a la pax americana.
Qué fracaso más espectacular de la política exterior del gobierno de Joe Biden. Más allá de eso, y más esencial, es que debería ser inaceptable para todos en este mundo que dos líderes de naciones armadas con suficientes bombas nucleares para destruir al planeta varias veces estén jugando a la guerra. ¿Aún el mundo tolera tal cosa? Más allá de sus intereses geopolíticos, ¿no es demasiado absurdo, obsceno y hasta criminal que esos señores puedan tener estas opciones a estas alturas de la historia humana?
Tan enredados están en su retórica bélica que hasta el propio gobierno ucranio que Biden está “defendiendo” le pidió públicamente a Washington que de favor le bajara con el tono guerrero, que dejaran “de gritar tanto” ya que “no somos el Titanic”. Esto, sólo horas después de que el jefe del estado mayor estadunidense, general Mark Milley, advirtió en conferencia de prensa que las fuerzas militares rusas en la frontera con Ucrania amenazaban con una invasión de todo el país, agregando que “uno tendría que regresar bastante a la guerra fría para ver algo de esta magnitud”.
En Washington, legisladores progresistas y diversas organizaciones antiguerra advirtieron a su gobierno que el envío de cientos de millones más en armas a Ucrania, nuevos despliegues de tropas y amenazas de sanciones severas “sólo incrementarán las tensiones” y que “no hay una solución militar de esta crisis; el enfoque tiene que ser la diplomacia”.
Mientras de nuevo elevan a Moscú a sus anteriores alturas de amenaza, de repente convierten a Ucrania en un epicentro geopolítico donde se definirá el futuro del planeta. Biden declaró que si Rusia procede contra Ucrania “será la invasión más grande desde la Segunda Guerra Mundial” y que “eso cambiaría al mundo”.
Su secretario de Estado, Antony Blinken, afirma que la defensa estadunidense del “derecho soberano (de Ucrania) de escribir su propio futuro” (está hablando de integrarse a la OTAN) frente a Rusia es un asunto moral. Proclamó que “un país no tiene el derecho de dictar las políticas de otros o decirle a ese país con quién puede asociarse… un país no tiene el derecho de ejercer una esfera de influencia. Esa noción debería de ser relegada al basurero de la historia”.
¡Eso sí es noticia! O sea, ¿ya tiraron la doctrina Monroe al basurero? ¿Ya se suspendieron operaciones militares y clandestinas estadunidenses en el hemisferio, están por cerrar Guantánamo y desmantelar el Comando Sur? ¿Washington ya acepta responsabilidad por las invasiones, intervenciones y golpes todos justificados por los llamados “intereses nacionales” y “seguridad nacional” de Estados Unidos?
Mientras esperamos respuesta, el hecho es que donde hay una grave crisis para unos, hay negocio para otros. “Estamos viendo, yo diría, oportunidades para ventas internacionales… tensiones en Europa Oriental, tensión en el Mar de China… estoy plenamente esperando que veamos un beneficio de eso”, comentó el ejecutivo en jefe de Raytheon –uno de los principales contratistas militares de Estados Unidos– en una llamada con accionistas. No es el único de los ejecutivos de la industria militar que ve con optimismo “las tensiones” en el mundo; sus empresas absorben casi la mitad del astronómico presupuesto militar estadunidense de 740 mil millones de dólares este año. (https://responsiblestatecraft.org/2022/01/28/big-war-ceos-theres-chaos-in-the-world-and-our-prospects-are-excellent/).
La vieja doctrina nuclear se llamaba “destrucción mutua asegurada” o “MAD” en la que los superpoderes aceptaban que nadie podría ganar una guerra nuclear porque todos quedarían destruidos. Mad, por cierto, es otra palabra para “loco”.
Tom Lehrer. Who’s Next? https://youtu.be/oRLON3ddZIw
Bruce Springsteen. War