A la hora de redactar la presente columna (y en tanto se desarrollaba la protesta nacional de periodistas por el asesinato de Lourdes Maldonado, de lo cual se escribirá aquí en la siguiente entrega) era un enigma el posicionamiento del Ministerio de Relaciones Exteriores de Panamá respecto a la propuesta mexicana de nombrar en su embajada al historiador Pedro Salmerón Sanginés, por diversas vías señalado de acoso sexual.
La ministra Erika Mouynes se resistió a precisar a reporteros si la postura de su país significaba el otorgamiento del beneplácito diplomático para Salmerón, o lo contrario (https://bit.ly/3AvQrzE). La secretaría mexicana de Relaciones Exteriores también se había negado, hasta el momento de teclear estas líneas, a dar a conocer la resolución de la nación centroamericana, ya entregada formalmente.
Colocar a Salmerón de nueva cuenta en el escaparate público, al proponerlo como embajador, significó una oportunidad de reavivar las acusaciones no judiciales en su contra, tal como sucedió. No fue un favor, sino lo contrario, el tratar de cambiarlo de la dirección de un museo regional con sede en Guadalajara, Jalisco (luego de su paso como director del Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, de donde salió por haber hablado de guerrilleros como “jóvenes valientes”), para hacerlo embajador, proceso que requiere discusión y aprobación en el Senado.
Hay otro detalle procesal importante: las reglas diplomáticas establecen que el país proponente debe solicitar el beneplácito del país de destino de un diplomático y, hasta que se cuenta con esa aprobación expresa, se anuncia lo convenido. Con el muy polémico ex gobernador priísta de Sinaloa, Quirino Ordaz, se ha demorado significativamente ese beneplácito, que tampoco fue solicitado previamente.
En el caso de Salmerón hubo una precipitación similar. El comunicado de la cancillería mexicana que informó en días pasados de 16 “designaciones diplomáticas”, señaló, en el caso de las propuestas de embajadores que “... ya se han presentado las solicitudes de beneplácito”, no que ya se hubieran otorgado (https://bit.ly/3u0QYsf).
Otro expediente polémico es el de la ex gobernadora priísta de Sonora Claudia Pavlovich, aunque ella fue propuesta para un consulado en Barcelona, en circunstancias parecidas a las de Fidel Herrera Beltrán, ex gobernador de Veracruz que ocupó ese cargo de octubre de 2015 a enero de 2017, entre señalamientos de corrupción y nexos peligrosos.
Joaquín Gil, en El País, reportó: “Desde su aterrizaje en España, Herrera fue monitorizado por la DEA y los Mossos d’Esquadra, la policía autonómica de Cataluña. El motivo: su presunta conexión con el narco, según The Cartel Project, una investigación de Forbidden Stories, donde ha participado El País con más de 25 medios como The Washington Post, The Guardian, Le Monde o OCCRP” (https://bit.ly/3fZcFkk).
Murió Jorge Mansilla Torres, conocido como Coco Manto, quien nació 81 años atrás en Uncía, en el departamento de Potosí, Bolivia. Fue un hombre dedicado a la palabra, tanto hablada como escrita: locutor, redactor, poeta, productor de radioteatro, humorista y editorialista; exiliado, residió en México y de 1981 a 2005 colaboró como periodista en Excélsior y Últimas Noticias. En 2006, el presidente Evo Morales lo designó embajador en México.
Al conocerse su fallecimiento, la Asociación Nacional de Periodistas de Bolivia expresó: “ Coco Manto se destacó por su defensa intransigente y permanente de la democracia, de la libertad de expresión y del derecho del pueblo boliviano a ser verazmente informado” (https://bit.ly/3KJmsZT). ¡Adiós, Coco Manto!
Y, mientras revolotea el fantasma del tratamiento amable a las élites, e incluso la suposición de pactos primorosos, en el caso de Emilio Lozoya a quien se busca llevar a casa a continuar su proceso judicial, y de Luis Videgaray, al que la FGR ya considera no implicado en las andanzas de Lozoya, ¡hasta mañana!