Tegucigalpa. A dos días de que la presidenta electa de Honduras, Xiomara Castro, asuma el poder, el país centroamericano sigue sumido en una crisis legislativa que bordea el absurdo.
Ayer en la mañana, cuando estaba programado que el nuevo Congreso comenzara su primera sesión, dos bloques de rivales del cuerpo legislativo –ambos pertenecientes al Partido Libre– convocaron a dos sesiones simultáneas y competitivas.
Uno de los grupos, leal a Castro, realizó la reunión en la sede del Congreso. La sesión contó con la presencia de una escolta de cadetes de las fuerzas armadas, como ya adelantaron los altos mandos castrenses, en señal de reconocimiento a la autoridad de la presidenta electa.
En forma paralela y vía zoom, Jorge Cálix también instaló su legislatura como jefe del Congreso, con una veintena de diputados disidentes de Libre y la mayoría de los diputados de los derechistas Partido Nacional y el Partido Liberal, opositores a Castro.
En esta sesión virtual participaban más de 70 diputados titulares de los 128 que tiene el Legislativo. En el caso de Redondo, el quorum de al menos 65 escaños fue completado con diputados suplentes, entre ellos varios remplazantes de los rebeldes.
Pese a haber sido expulsado de Libre, Cálix renovó su apoyo a Castro y a su agenda política de lucha contra la corrupción y combate al narcotráfico, dos de los males que agudizan la pobreza en el país.
El caos comenzó el viernes pasado, cuando Héctor Leonel Ayala, ministro del Interior de Hernández, presidió la reunión inicial del nuevo Congreso y no permitió que el partido de Castro definiera al presidente del Congreso. Por el contrario, 20 miembros disidentes del partido de la futura mandataria propusieron a alguien más y se desató la confrontación.
Ayer, ambos presidentes discutieron sus prioridades y se mostraron listos para trabajar.