Guadalajara, Jal. Estudios multidisciplinarios comprobaron que el epicentro de las enfermedades renales en México (que ocupa el segundo lugar mundial en este tipo de padecimientos) se localiza en varias de las rancherías más marginadas de Poncitlán, en la ribera del lago de Chapala, donde a la pobreza y altas tasas de natalidad se suman el abandono de todos los niveles de gobierno, la contaminación del agua y el uso de agroquímicos como glifosato, entre otras variables.
Expertos demostraron también, con base en un seguimiento iniciado el año pasado, que en localidades de Poncitlán como Aguacaliente y Chalpicote existe un evidente deterioro neurocognitivo entre los niños en edad escolar directamente relacionado con los factores anteriores, a los que hay que sumar la desnutrición y metales pesados detectados en sus organismos por el consumo de agua o peces de la contaminada laguna.
En un coloquio organizado por la diputada federal morenista Cecilia Márquez Alkadef para ahondar en el problema que padecen los pobladores de la ribera chapalense debido a la contaminación y la extrema pobreza, varios especialistas ofrecieron ponencias en las que expusieron la gravedad de un problema denunciado desde hace al menos una década, lo que poco ha interesado a las autoridades.
Felipe Lozano Kasten, director del laboratorio de Salud Pública del Centro Universitario de Ciencias de la Salud de la Universidad de Guadalajara (UdeG), informó que en los estudios iniciados en marzo de 2021 intervienen por lo menos 18 investigadores no sólo de áreas de la salud, sino también del Centro Universitario de Ciencias Biológico-Agropecuarias y del Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingeniería, ambos campus de la UdeG, así como del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.
Los dos Chapala
Lozano Kasten expuso que aunque la cara más visible de esta ribera es la que abarca el corredor que va de Jocotepec a Chapala, donde habitan y tienen propiedades miles de extranjeros (sobre todo estadunidenses y canadienses) y donde el valor de la tierra se ha disparado y hay decenas de proyectos inmobiliarios de lujo con el consiguiente deterioro ambiental, existe también lo que llamó “parte oscura” , que va de Chapala hacia Ocotlán, principalmente Poncitlán.
“Esta población no se ve, no es importante para las autoridades; vive sin drenaje, en exclusión social, con servicios médicos de baja calidad y casi sin agua, pues apenas tiene 20 litros de agua por día, pero además ésta es de baja calidad; asimismo, hay inequidad de género, vivienda pésima, tienen usos y costumbres especiales, uso de agroquímicos peligrosos, problemas alimentarios y nutricionales y sobreviven de agricultura y pesca de subsistencia”, alertó.
Los expertos dieron a conocer que en Poncitlán los marcadores de daño renal entre los menores estudiados son 10 veces mayores que en el resto del estado.
El municipio tiene una población de 53 mil 659 personas, según datos del censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de 2020, pero 17 mil 565 de ellas (casi 33 por ciento) no están afiliadas a algún servicio de salud. Además, el promedio de hijos por familia es uno de los más altos del estado: 2.58.
Pero en algunas comunidades como San Pedro Itzicán la fecundidad se dispara hasta una media de 3.24 hijos por familia o 3.15 en Chalpicote. Además, en la primera demarcación hay 6 mil 686 habitantes, de los cuales 3 mil 67 (45 por ciento) no están afiliados a algún servicio de salud y 135 padecen algún “problema o condición mental” de nacimiento.
Glifosato en la sangre
Un estudio de daño renal realizado por la UdeG y la Secretaría de Salud Jalisco que incluyó a 463 menores de entre seis y 17 años encontró que 47 por ciento de aquellos a quienes se aplicaron pruebas para diagnosticar estos padecimientos presentó algún grado de insuficiencia. También se hizo una batería de análisis para encontrar pesticidas en la orina y se hizo una evaluación cognitiva.
La falta de recursos obligó a que los científicos se concentraran en 15 niños de los 199 que mostraron mayor deterioro renal y quienes pueden llegar a presentar insuficiencia renal grave.
A este grupo se le ha dado seguimiento con vigilancia alimentaria, se le entregan alimentos orgánicos y se trabaja con las familias para que no sólo reciban la comida, sino también para cerciorarse de que la ingieran. En menos de un año, dijo Lozano Kasten, el deterioro ha ido disminuyendo de forma notable, “excepto en un paciente, que ya tenía daño renal avanzado.
“Hemos visto que cambia rápidamente. No nos lo explicamos aún a fondo, pero encontramos que hay una luz que nos dice que la nutrición, la educación y las charlas con sus familias contribuyen a modificar las proteínas en la orina”, subrayó.
Entre octubre pasado y enero se hizo un estudio para detectar pesticidas y se comprobó que cuando es tiempo de cosecha y, por ende, de autoconsumo, aumentan las concentraciones de agroquímicos en la sangre, en especial de glifosato y glufosinato. La investigación durará un año y servirá para determinar la influencia de estos químicos en los niños con daño renal.
Respecto al agua, se encontraron en el líquido de uso corriente concentraciones mayores a las permitidas de litio, sodio, manganeso, calcio, estroncio, bario y mercurio, entre otros, lo cual seguirá vigilándose para determinar su influencia en la alta tasa de padecimientos renales e incluso mentales.
Una evaluación neurocognitiva demostró que entre los niños de Poncitlán hay una menor capacidad para la relación de ideas y conceptos. “Dicho por los profesores”, es la zona con menor aprendizaje en la ribera y donde se observa una mayor tasa de reprobación.
“El problema renal es grave, pero es mucho menor que el de desarrollo cognitivo. Son niños que serán mano de obra barata para el futuro, ya que además sus tasas de natalidad son altísimas”, según el análisis.
El estudio ha detectado que el daño renal y neurocognitivo puede revertirse en forma suficiente y en corto tiempo con la mejora de la alimentación, por lo cual es urgente una reconfiguración agroalimentaria y hacer sustentable la vida de los habitantes para sacarlos de la exclusión social.
El nefrólogo Guillermo García, con 40 años de experiencia en el hospital civil de Guadalajara, planteó que aunque en Poncitlán la prevalencia de diabetes y obesidad (factores principales para la insuficiencia renal) es menor que en el resto del estado, la desnutrición llega casi a 33 por ciento de la población. Mientras, la prevalencia de enfermedades renales es dos veces mayor comparada con la de otros municipios de Jalisco, estado que además tiene mayor porcentaje de enfermos de estos males en el país.
Puntualizó que una serie de factores contribuyen a este problema, como la lejanía de los proveedores de salud, la falta de recursos económicos, bajo peso al nacer, predisposición genética, nutrición inadecuada y factores medioambientales, en particular la carencia de agua limpia y drenaje.
“Ni la difusión de este problema de salud en Poncitlán desde hace casi 15 años ha tenido respuesta de las autoridades estatales y federales”, lamentó García.
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