El presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que no le afecta en nada y no polarizará, menos con insultos, ante la burla expresada hacia su persona por el ex presidente del gobierno español José María Aznar (1996-2004).
También lamentó la falta de respuesta a la carta que envió al rey de España para que se disculparan con los pueblos indígenas y se iniciara una etapa de reconciliación; en cambio “se desató una campaña de insultos”, con el argumento de que los españoles vinieron a civilizarnos y “cosas de ese tipo”.
En la conferencia matutina realizada ayer en Cuernavaca, Morelos, se le preguntó sobre los comentarios de Aznar, emitidos durante el congreso del Partido Popular, donde se mofó del nombre del Presidente y de la disculpa pública ofrecida por el papa Francisco por los excesos durante la evangelización.
López Obrador respondió: “Pues también amor y paz, entender que debemos perdonar, no olvidar, pero perdonar, y es un acto de humildad ofrecer perdón, es un acto que dignifica tanto al que lo ofrece como al que recibe el perdón. Entonces, no nos afecta en nada, no voy a polemizar”.
Destacó la posición del Papa, quien sí respondió dos misivas con el mismo tema, a partir de lo cual reconoce los abusos cometidos durante la colonización, sobre todo en contra de los indígenas. Él también habla de que no hay que tener posturas maniqueas, porque en ese episodio hubo luces y sombras, y considerar las aportaciones de la Iglesia católica, acotó.
“El Papa es muy cuidadoso y no tiene la intención de polarizar o manifestarse en contra de la decisión que tomaron en España las autoridades monárquicas; nosotros las respetamos y sobre estas declaraciones (de Aznar), pues no vamos a responder en lo personal, menos con insultos”. Reiteró su respeto por el pueblo español y, anotó, si hay diferencias, son con las autoridades, no con el pueblo.
El Presidente fue extenso en cuanto a los conceptos que comparte relacionados con el perdón como vía liberadora, sublime, para quien lo ofrece y para quien lo da; significa humildad y dignifica a ambas partes, consideró. Sin embargo, dejó en claro que el perdón no es olvido.
Señaló la resistencia natural de las personas a disculparse –incluso consigo mismas– porque el que lo hace considera que se rebaja, se humilla o se rinde, “y por ello no alcanza a vislumbrar la enorme potencia liberadora del perdón”.