La entrega anterior. Discutiendo sobre el concepto de intelectuales públicos, señalé que la elaboración intelectual predominante se sintetizaba en democracia más economía de mercado más estado de derecho. Antes de continuar quisiera revisar la trayectoria de la narrativa antagónica, para después compararlos en sus efectos políticos en la coyuntura actual.
El Peje. La narrativa que terminó construyendo al personaje público de El Peje es relativamente llana y concreta. Se trata de un movimiento popular para revertir las reformas regresivas implantadas por los gobiernos tanto priístas como panistas a partir de 1983 y hasta 2018. El eje central de la narrativa es la oposición entre la oligarquía o la mafia en el poder y el pueblo. El propósito de este movimiento es poner en el centro a los pobres de México y para operar esta transformación se postula la separación del poder económicoen relación con el poder político.
Cómo se construye. Esta narrativa se va configurando a lo largo de décadas –quizás el punto de arranque es la escisión de la Corriente Democrática del PRI en 1987–, a partir de cuatro vertientes discursivas. La primera abreva en las diversas y contradictorias versiones de la ideología de la Revolución Méxicana. Pero la elaboración más emparentada con AMLO la sitúo en el discurso de Guaymas del presidente Adolfo López Mateos de 1961 y la elaboración conceptual a través de la corriente “de lo mexicano” basada en Ramos, Paz y sobre todo Emilio Uranga.
Los brigadistas. La segunda vertiente discursiva proviene del movimiento estudiantil de 1968, en particular la narrativa construida desde los brigadistas y recuperada por buena parte de los movimientos sociales de los 70.
Valores. La tercera vertiente proviene de la transformación de la estructura de valores de los mexicanos a partir de los 90 muy vinculada al papel de las clases medias.
Liberales y populistas. La cuarta es producto de la lucha ideológica entre la versión liberal del régimen instaurado a partir de las alternancias y la versión populista que se construyó particularmente desde las elecciones de 2006.
Cultura de la inercia. Me detengo en la primera de las vertientes. El autoritarismo genera sus propias culturas de la inercia. Es decir, formas de comportarse, valores y una determinada corrupción del lenguaje. Se expande esa cultura en las relaciones entre ciudadanos y el poder expresadas en diversos ritos: las elecciones periódicas y las celebraciones a los héroes. Lo relevante de esta cultura autoritaria es que puesto que se trata de una cultura hegemónica sobrevive y se adapta en las alternancias y a partir de 2018.
Guaymas. De acuerdo con la doctrina Guaymas, enunciada por el presidente López Mateos en 1960, ser de extrema izquierda constitucional es luchar contra la pobreza, contra la insalubridad, contra la ignorancia, es llevar los beneficios de la Revolución hasta el más apartado hogar mexicano, es atender las quejas del pueblo, de los mexicanos más débiles y más incomunicados, es poner al servicio de la gran mayoría las industrias básicas, como el petróleo y la energía eléctrica. Así lo entendía Emilio Uranga citado en La revolución inconclusa, José Manuel Cuéllar. (2018, Ariel)
Izquierda constitucional. Para explicar el término, Emilio Uranga propone una consigna que se prolongara en la narrativa del movimiento estudiantil de 1968 y en sus secuelas aún con visiones encontradas como en el Partido Mexicano de los Trabajadores, de Heberto Castillo y Demetrio Vallejo, y en el movimiento maoísta de brigadistas, Política Popular: la Constitución no es de por sí un dique sino un cauce.
La unidad nacional. En los años 60 del siglo pasado, para López Mateos la unidad nacional requería una relación entre pueblo y gobierno sin intermediarios, y suponía una unidad sin sacrificios puesto que los beneficios para todas las clases sociales serían inmediatos.
Twitter: gusto47