Ciudad de México. Las letras de los raperos indígenas Diego Aurelio y José Antonio Andrés hablan de San Felipe Jalapa de Díaz, el municipio del cual ambos son originarios. En lengua mazateca, describen sus bosques y selvas; hablan de los hombres y niños que se dedican a la siembra de maíz, chile, y piña; de sus madres, tías y hermanas que bordan las camisas y las gorras que ambos portan con orgullo.
Por medio del rap, los jóvenes tratan de demostrar a otros en su comunidad que hablar mazateco es motivo de orgullo. “La intención es rescatar nuestras lenguas maternas del pueblo, que a los jóvenes hoy en día les interese más. El tema más importante para mí es la naturaleza y hablar de mis raíces, de mi comunidad. Hablo de que en mi lugar hay cosas culturales y ropa de manta que porto orgullosamente porque son únicas en la ciudad”, dijo José Antonio al Centro de Información de Naciones Unidas.
También conocido como Kipper, José Antonio de 25 años, es quien escribe las letras; mientras que Diego Aurelio Olivera, de 23, lo acompaña haciendo el ritmo del beatbox, una técnica para producir una base musical usando la boca y las manos. Ellos se reconocen como Ha shuta enima, “los que trabajan en el monte, humildes, gente de costumbres”, gentilicio adoptado por los pueblos mazatecos ubicados en las regiones de la Cañada y el valle de Papaloapan-Tuxtepec en el estado de Oaxaca.
En su comunidad, la mayoría de la población se dedica a la pesca y la agricultura; pero también es común ver a muchos jóvenes migrar a las ciudades en busca de un mejor futuro y la posibilidad de enviar algo de dinero a casa. Es el caso de Diego, quien se mudó a la Ciudad de México y en la actualidad trabaja como vendedor en un negocio del Centro Histórico.
“Yo trabajaba en el campo con mi papá, que se dedica a sembrar piña o chile de árbol. Allá está mi mamá, mi familia, algunos de mis hermanos trabajan aquí porque se gana un poco más que en el pueblo”, relata.
Kipper, por su parte, rapea en el transporte público, además de vender las prendas bordadas que le envían sus familiares. Ambos músicos, acostumbrados a comunicarse en mazateco, han tenido además que enfrentarse al racismo que muchas personas manifestan mediante burlas y comentarios discriminatorios sobre su origen indígena, su forma de hablar y sus ropas.
A José Antonio en una ocasión le negaron un empleo presuntamente por no contar con “referencias bien hechas” en la Ciudad de México; otra vez se presentó a una entrevista de trabajo, y el empleador le pidió regresar al día siguiente con ropa distinta a sus camisas bordadas.
“Me vine por las oportunidades que no hay en el pueblo, por el trabajo. Lamentablemente aquí hay discriminación, a veces en el Metro me ha tocado que cuando vengo así vestido se burlan, me dicen cosas como: ‘ah, mira ese indígena, mira ese Juan Diego’. Me da tristeza a veces ver a esas personas que se dirigen a mí como indígena, me da como responderles ‘pues somos indígenas todos’ y, para demostrarles que no me da pena, estoy haciendo mi música en mazateco”, explicó.
Su compañero muchas veces ha sido señalado por su acento, se han burlado de él y lo han llamado de manera despectiva, como si su origen fuera un insulto.“Como en mi pueblo estamos acostumbrados a hablar puro mazateco, algunas palabras me fallan a veces o alguna letra, se ríen de mí y siento que es discriminación. Me dicen que hable bien o se ríen de mí, se siente feo. A veces me siento mal, pienso: ‘chale, ¡qué mala onda!’, porque lo hacen con un tono de burla. Luego te dicen oaxaco con un tono de desprecio”.
Otra cosa a la que los raperos han tenido que renunciar en parte es a la comunicación mediante chiflidos. Debido a la geografía montañosa de San Felipe Jalapa de Díaz sus habitantes han aprendido a comunicarse de esa manera, llegando a sustituir oraciones completas. Sin embargo, el idioma favorito de los raperos sigue siendo el suyo, el mazateco que aprendieron de sus padres y abuelos y consideran que pueden expresar mejor su sentir.
Por eso rapear en su lengua es también un acto para decirle a las personas de su pueblo no hay nada de qué avergonzarse, y al contrario cuentan con grandes cosas de las cuales sentirse orgullosos. “A veces me bajan la energía, pero yo siempre le echo ganas, no me agüito, pues. Yo soy de Oaxaca, soy oaxaco y 100 por ciento hablo mazateco. No me agüito, sigo dándole con todo”, reafirma Diego.
“A los de mi comunidad les diría que no sientan pena por hablar mazateco, que seamos orgullosos, tenemos una cultura, una raíz, algo muy bonito que son nuestras tradiciones. A las personas que nos discriminan, les expresaría que busquen un poquito más, que no se burlen de las lenguas, que nos ayuden a rescatarlas e incluso que sepan ayudarnos, la vida sería muy diferente con su ayuda”, puntualizó José Antonio.
De acuerdo con el estudio realizado por el Senado de la República, ¿Y tú cómo te llamas? Las voces de los pueblos indígenas para nombrar a la gente, en la actualidad 10 por ciento de la población en México es de origen indígena. De este porcentaje 7.3 millones de personas hablan alguna de las 68 lenguas indígenas; 4.6 millones ya no lo hacen; y un millón únicamente habla lengua indígena, no español.