Madrid. Con 95 años y las convicciones de rebeldía y sabotaje al poder intactas, falleció el dramaturgo español Alfonso Sastre, creador iconoclasta que con sus obras aspiraba a la agitación social y a la contestación frontal del poder. Sobre todo a ese poder que lo acosó desde niño, el del fascismo español del siglo XX; primero, cuando aún era un pequeño y sufrió los bombardeos de las tropas franquistas en Madrid, y a lo largo de su vida con un historial interminable de censuras, encarcelamientos, vetos, señalamientos públicos y hasta una prohibición no explícita de exhibir sus obras en los teatros del país, a pesar de haber escrito algunas de las piezas teatrales más importantes del siglo XX en España, como Escuadra hacia la muerte y La taberna fantástica.
Alfonso Sastre nació en Madrid en 1926 en pleno barrio castizo de Chamberí, pero murió lejos de su ciudad natal, en la localidad vasca de Hondarribia, donde vivió buena parte de su vida, cuando decidió militar en el independentismo vasco, llegando incluso a formar parte de las listas electorales de Herri Batasuna en los años en los que la organización armada Euskadi Ta Askatasuna (ETA) estaba más activa que nunca.
Este viernes por la mañana, la plataforma vasca en la que colaboró los últimos años, Abotsanitz, informó de su fallecimiento: “Es tan brillante la luz reflejada por algunas personas que, incluso cuando se van para siempre, su rastro no desaparecerá por completo. Tenías la literatura como herramienta de trabajo y arma de revolución, y a través de las cartas te convertiste en referente y maestro en lucha, libertad, solidaridad, internacionalismo y honestidad. Siempre con nosotros, Alfonso Sastre”, señalaron.
A pesar de que se convirtió desde muy joven en un escritor maldito en España, incluso prohibido y perseguido, la noticia de su muerte sacudió al mundo de la dramaturgia, pues nadie duda de su enorme talento literario. De su impronta inequívoca en las historia y la resistencia del teatro en pleno oscurantismo del franquismo.
La vida de Sastre fue intensa y fértil. Cuando apenas era adolescente fue testigo de los bombardeos de su ciudad, de su barrio y de su colegio por parte de las tropas franquistas. Aquel hecho le marcó, pero también, y sobre todo, las penurias que pasó su familia de inmigrantes del campo a la ciudad en la dura posguerra, con el hambre rampante y la falta de libertad que asfixiaba a los seres creativos como él.
A pesar de la severidad del régimen, de los fusilamientos y los encarcelamientos sin piedad por cuestiones ideológicas, Sastre dio un paso al frente y desde su parcela del teatro creó y montó puestas en escena que, además de nutrirse de la vanguardia más vigorosa de la Europa de la época, también imprimía un claro mensaje político de rebeldía y de resistencia. Su vocación era la de construir una cultura alternativa a la oficial franquista, pero, sobre todo, agitar conciencias.
Filósofo y lector voraz
En 1960, en plena dictadura, escribió y promovió un manifiesto que tituló Teatro de agitación social, en el que defendía un teatro que ampliara la realidad, que mostrara todos los mundos que la realidad contiene, sino las crisis, los sufrimientos y, sobre todo, la castración incólume del poder.
Sastre, quien culminó su carrera de filosofía y era un lector voraz de los libros de la vanguardia europea, asumió ese papel de agitación, llegando incluso a polemizar con el otro gran dramaturgo de su época, Antonio Buero Vallejo, sobre todo por su forma de entender el teatro y su función social.
Mientras que Buero Vallejo defendía el posibilismo, es decir, aprovechar cualquier resquicio que permitiera la férrea censura franquista para intentar cambiarla desde dentro, Sastre consideraba que esta actitud era una claudicación, y era más partidario de la agitación más radical y frontal. Se convirtió en la década de los 50 en uno de los intelectuales más destacados de la resistencia al franquismo en el país, sobre todo a raíz del entreno en 1953 de Escuadra hacia la muerte, que sólo estuvo en cartelera tres días antes de que la censura franquista la prohibiera por tratarse de una pieza en los márgenes del teatro del absurdo en el que había una abierta contestación a la autoridad.
En aquellos años inició su militancia clandestina en el Partido Comunista de España (PCE) y también participó en varias protestas universitarias, incluida una, en 1956, que lo llevó por primera vez a la cárcel.
Su militancia comunista duró hasta 1970, cuando finalmente él y su ex pareja, Eva Forest, desconfiaron de la dirección política, pero él siempre se definió como “comunista”. Fue entonces cuando iniciaron su primer acercamiento al independentismo vasco, que los llevó de nuevo a la cárcel. Su pareja fue detenida el 16 de septiembre de 1974 por su presunta implicación en el atentado de la calle Correo, que dejó 12 muertos. Tras ser encarcelada, Sastre se presentó en el juzgado, siendo encarcelado y procesado. Pasó ocho meses y medio en prisión antes de ser puesto en libertad provisional y, finalmente, la causa fue sobreseída.
En 1975 se estableció en Burdeos, donde permaneció año y medio, antes de ser expulsado por las autoridades francesas. Después, Eva fue amnistiada en 1977 durante la transición a la democracia en España.
Después de aquella experiencia, Sastre se involucró más con el independentismo vasco, convirtiéndose en defensor y candidato de Herri Batasuna –considerado el brazo político de ETA– durante los años más duros de los atentados.
Esa militancia política también le cosechó muchas enemistades y vetos, públicos y privados. Sus obras se han puesto en cartelera muy poco en los teatros españoles a pesar de que se intentó cierta reconciliación, por ejemplo, en 1986, cuando se le concedió el Premio Nacional de Teatro.
Durante los últimos años se ha representado en España La gitana Celestina (1985), La taberna fantástica (1985), Historia de una muñeca abandonada (1989), Los últimos días de Emmanuel Kant (1990), Los hombres y sus sombras (1991), El viaje infinito de Sancho Panza (1992), ¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás? (1994) o Los dioses y los cuernos (1995).
Entre sus últimas obras narrativas publicadas figuran: Necrópolis (1994) e Historias de California (en lengua gallega, 1995); entre sus últimos libros de poesía, Vida del hombre invisible contada por él mismo (1995) y El evangelio de Drácula (1997).