Los evangélicos transitaron de ser una de una minoría acosada hacia lograr un crecimiento sostenido. Desde un principio, en el siglo XIX, cuando se asentaron en los países latinoamericanos, los protestantes/evangélicos fueron señalados por su ajenidad a la cultura iberoamericana. Señalamiento que en buena medida persiste hoy en distintos espacios y se usa como estigmatización, además funciona para reforzar actitudes intolerantes hacia los extraños.
El cristianismo evangélico paulatinamente se fue afianzando, por factores/personajes exógenos y endógenos, hasta iniciar hace más o menos cuatro décadas un crecimiento explosivo. En México, en 1930, menos de un punto porcentual era evangélico (.75). En el censo de 2020 la población protestante/evangélica alcanzó 11.2 por ciento, aunque al hacer readscripciones no contempladas en el censo el porcentaje de protestantes/evangélicos fácilmente es de 15 puntos. Mayores porcentajes tienen todos los países de Centroamérica, Brasil, Chile, Colombia, Bolivia, República Dominicana, Venezuela y Argentina.
No solamente en México y América Latina el protestantismo que más crece es el de corte evangélico, igualmente sucede por todo el mundo. El núcleo de las creencias evangélicas está formado por líneas doctrinales de la Reforma del siglo XVI: sólo fe, sólo gracia, sólo la Biblia y solamente Cristo. Junto con estos énfasis, el movimiento avivamentista del siglo XVIII, primero en Inglaterra y después en Estados Unidos, recuperó el activismo evangelizador con el fin de tener conversos que voluntariamente se sumaran a las comunidades de fe. Adicionalmente a los principios mencionados, el avivamentismo enarbolaba la acción del Espíritu Santo en la santificación de la vida de los creyentes. Es necesario apuntar que santificación hace referencia a reflejar en la vida cotidiana el carácter de Cristo. Más tarde el pentecostalismo haría especial referencia a la evidencia inicial del accionar del Espíritu Santo mediante la glosolalia, que llaman don de lenguas.
El protestantismo histórico ha experimentado transformaciones. El cristianismo evangélico latinoamericano es diverso y en proceso de más diversificación. Por tanto, es complejo, con matices y vertientes que no es posible reducir y tampoco invisibilizar. Sin embargo, el modo predominante de ser evangélico es, me parece, el que podemos llamar “evangelio pentagonal”: 1) Cristo salva; 2) Cristo sana; 3) Cristo bautiza con fuego; 4) Cristo bendice abundantemente con riquezas materiales, y 5) Cristo viene otra vez. Desde las mismas filas evangélicas, acaso minoritarias, se ha señalado que en el “evangelio pentagonal” solamente se destacan los beneficios de la salvación, sin hacer el debido énfasis en la construcción de una nueva mentalidad (metanoia) y la consecuente puesta en práctica de los valores del Evangelio del Reino. El pentágono es una versión escapista del mundo, al que las voces críticas consideran un ritualismo carente de discipulado y obras acordes a la creación de un entorno de paz y justicia (Isaías 1:11-18 y 58:5-11).
Los difusores del “evangelio pentagonal” consideran que es debido y factible lanzarse a la conquista de lo público. Sabiéndolo o no, proponen un giro constantiniano. Es el neoconstantinianismo que añora el regreso del régimen de cristiandad, es decir, la primacía en las leyes civiles de principios que se tienen por cristianos. ¿Cómo fue que se llegó a esto? El proceso ha sido largo y múltiples, los factores que explican la mutación hacia un predominante cristianismo evangélico en busca de imponer su agenda moral desde las instancias del Estado. Entre los factores a tener en cuenta está, me parece, la lectura descontextualizada de la Biblia, el extravío de una cristología integral, el surgimiento de mediadores eclesiales que anulan o marginan el sacerdocio universal de los creyentes, el ritualismo extático que es creativo para ofrecer un rosario de experiencias dejando intocada la construcción de personalidades que se modelan en el seguimiento de Cristo.
La lectura y enseñanza bíblica más difundida en el evangelicalismo latinoamericano es, como ya se dijo, descontextualizada y privilegia pasajes que hablan de conquista sin explicar el entorno histórico de capítulos y versículos. También se privilegia la lectura mágica de la Biblia, creyendo que, si se sigue determinado recetario y se realizan ciertos conjuros o declaraciones, necesariamente Dios hará lo anhelado por quien exige el milagro.
Más que descalificar a la vertiente evangélica que hemos intentado describir, la cuestión es, me parece, preguntarse por qué es atractiva para millones de latinoamericanos. No se debe a la manipulación de las conciencias, porque los conversos no son personas inermes ni carecen de recursos cognitivos para evaluar el mensaje que deciden adoptar. ¿Qué tejidos de vida sensibles toca la propuesta religiosa que es internalizada cada día por más y más en América Latina?