Tokio. Aunque los Juegos Paralímpicos de Tokio se disputarán casi en su totalidad a puerta cerrada debido a la pandemia, muchos esperan que el encuentro provoque un cambio social para mejorar la inclusión de las personas con discapacidad en la sociedad japonesa.
Sin embargo, hay opiniones que consideran que la ausencia de público por la pandemia puede tener un efecto negativo en la expectativa de un cambio en la percepción de las discapacidades.
“Los Juegos Paralímpicos son una buena oportunidad para cambiar las mentalidades”, declara Shigeo Toda, responsable de un instituto de investigación de Tokio que estudia el modo de vida con discapacidad. “Pero la dinámica podría retroceder si la gente no puede asistir en persona a presenciar las pruebas”, advierte.
“Es un evento valioso”, opinó por su parte Masaaki Suwa, deportista japonés de canotaje de 35 años.
“Los paralímpicos realizan grandes hazañas, pero no son superhéroes. Quiero que la gente sepa que son seres humanos, como cualquiera”, añadió este deportista, quien no pudo clasificarse para estos juegos.
Desde que Tokio recibió la sede en 2013, Japón se esforzó en mejorar la infraestructura urbana de inclusión, como la accesibilidad a los transportes públicos, que de por sí ya era elevada en comparación con muchos países.
Un 96 por ciento de las estaciones de metro y de tren en Tokio cuentan con ascensores, frente a 91 por ciento que se tenía en 2013.
Pero estos progresos técnicos cuantitativos enmascaran barreras invisibles que impiden la plena integración de las personas con discapacidad en la sociedad japonesa.
“En términos de número de instalaciones accesibles, Japón aparece en puestos punteros”, reconoce Miki Matheson, una de las responsables de la delegación japonesa en los Juegos Paralímpicos, pero que vive en Canadá.
“Sin embargo, cuando regreso a Japón me tratan como discapacitada”, explica la ex deportista paralímpica, quien utiliza silla de ruedas; “en Canadá vivo sin que se resalte en absoluto mi discapacidad”.
Las personas en esta situación, a menudo son excluidas del mundo laboral en Japón y apenas 2.3 por ciento de los empleados con discapacidad están registrados en empresas con más de 40 trabajadores.
Lejos de dar ejemplo al sector privado, numerosos ministerios y agencias estatales inflaron artificialmente sus registros de trabajadores con discapacidad, un escándalo que obligó al gobierno a disculparse en 2018.
Motoaki Fujita, profesor de sociología del deporte en la universidad de Nihon Fukushi, cerca de Nagoya (centro de Japón), considera que la sociedad de su país se ha hecho más inclusiva que antes, pero que ese cambio “aún es marginal”.
Saki Takakuwa, velocista paralímpica japonesa de 29 años, confesó sus dudas sobre el efecto positivo de un cambio de percepción sobre las discapacidades, sobre todo por la ausencia de público: “En comparación con los juegos precedentes, es difícil para mí esperar que las personas sientan algo al estar ausentes en las competencias”.