La poesía y la gráfica confluyen en la exposición de Carmina Hernández El gesto y la huella, que será inaugurada mañana en el Museo Nacional de la Estampa (Munae).
Reúne 59 obras realizadas en años recientes por la artista nacida en la Ciudad de México en 1961, quien continúa su exploración del cuerpo humano y otras temáticas como la soledad y la migración en una atmósfera poética.
Podrán apreciarse libros de artista, textos poéticos, bordados y xilografías en superficies como papel, tela, madera y hasta los muros del recinto mediante una selección de placas, así como la monumental instalación Entre mis corazones, realizada de 1998 a 2000.
Acerca del nombre de la muestra, dice que “se debe a que lo siento un trabajo muy primario, hecho con el cuerpo, mi cuerpo, tal cual es. Siempre he creído que la xilografía es un acto de sacar, de descubrir, no de poner ni de ocultar. Es como una huella, el contacto con la vida. ¿Por qué el gesto? En estas últimas series complemento mis xilografías con un dibujo gestual en tinta china, espontáneo, libre y gozoso”.
Para Emilio Payán, director del Munae, uno de los principales atractivos de la exposición es la belleza que encierra, a partir de la interacción de la poesía y la gráfica: “En esta exhibición los grabados se convierten en poesía y la poesía en xilografía. Es un talento maravilloso el que Carmina tiene”.
El también artista y promotor cultural destaca la capacidad de la creadora para tomar un tema y no soltarlo, como lo ha hecho con el cuerpo humano, el cual trabaja de manera reiterada con base en variaciones y el empleo de diferentes técnicas y soportes.
Sus xilografías, define, son frutos que tardan en madurar; poesía, porque ella es poeta; utiliza elementos comunes para hacerlos únicos: “Ver sus placas e impresiones es verla a ella: bailarines, clavadistas, corazones ahuecados, aves en el cielo, troncos y paisajes. Ella dibuja el viento con la mancha y el accidente, ama lo que hace, narra con versos lo que percibe”.
Según la curadora de El gesto y la huella, Ana Carolina Abad, las obras de Carmina Hernández son como sus hijas y, al mismo tiempo, reflejo de su personalidad, resultado de un proceso de creación pausado, sin prisas, y de una reflexión más próxima a la meditación.
“Son obras sintéticas y breves, pero muy precisas en lo que dicen, como es ella: donde pone el ojo pone flecha. Hablan de temas muy complicados como la soledad, la migración, la exploración del cuerpo y los alcances de éste, la poesía, y dejan al espectador la tarea de reflexionar sobre ello.”
A diferencia de los grabadores tradicionales, que realizan una placa e imprimen varias copias originales, cada trabajo de esta artista es único. “Juega” al momento de la impresión y logra diferentes composiciones cuyo hilo conductor son elementos que se repiten o el color de la tinta con que los interviene.
El Munae, en avenida Hidalgo 39, Centro Histórico, abre de martes a domingo de 11 a 17 horas.