El gobierno británico informó ayer que a partir del domingo 8 de agosto México, Georgia, La Reunión y Mayotte se añadirán a la lista de naciones y territorios que “presentan un alto riesgo para la salud pública del Reino Unido debido a las variantes conocidas que son motivo de preocupación, a las variantes conocidas de alto riesgo que se están investigando o como resultado de una prevalencia muy alta de Covid-19 en el país o en el territorio”. La inclusión en esta “lista roja” implica que quienes no cuenten con la ciudadanía o la residencia británica no podrán ingresar al Reino Unido desde México, mientras los ciudadanos o residentes deberán realizar una cuarentena en un hotel.
El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC, por sus siglas en inglés) lamentó la decisión de Downing Street. Señaló que impactará en la economía de nuestro país debido a las afectaciones al turismo, y estimó que tomará meses restablecer los vuelos entre México y las islas británicas. De acuerdo con el organismo, al anunciarse las nuevas restricciones había 6 mil ciudadanos de Gran Bretaña en territorio mexicano, y se prevé complicado que todos ellos logren volver a su país antes de que entre en vigor la medida que los obligaría a pagar 2 mil 450 dólares para realizar la cuarentena.
Ante este escenario, debe recordarse que en julio del año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) descartó las restricciones de viaje como medida útil para contener la propagación del coronavirus, y a lo largo de la pandemia ha podido comprobarse lo poco que sirven los confinamientos nacionales como estrategia de contención. No puede olvidarse que Donald Trump, ex presidente de Estados Unidos, hizo del cierre de fronteras virtualmente la única medida para evitar los contagios, y ello no impidió que la nación vecina del norte se convirtiera en la más golpeada en el mundo por el Covid-19.
Además de tener poco o ningún efecto en la mitigación de la pandemia, restricciones como las adoptadas por Gran Bretaña y otros estados tienen secuelas negativas en la población, desde los altísimos costos mencionados para quienes deben pasar por el aislamiento forzoso hasta estigmatización injusta y arbitraria de países y grupos sociales, que raya en el racismo, así como la perpetuación de la crisis económica que azota a prácticamente la totalidad de los países desde que la propagación del virus SARS-CoV-2 obligó al cierre de múltiples actividades productivas.
El despropósito británico es deplorable, no sólo porque afecta a México, sino también por su probada ineficacia y por ser, en el contexto actual, una expresión del aislacionismo que ya provocó la defección británica de la Unión Europea y que puede dar paso a consecuencias aun más lamentables para el propio Reino Unido en un futuro cercano.
Ello no implica minimizar los riesgos asociados a la actual fase pandémica, sino adoptar políticas de contención acordes con los conocimientos actuales y la armonización de los objetivos sanitarios, sociales y económicos.