Ciudad de México. Parecía una visión: multiforme, imprevisible y etérea. La célebre actriz británica Tilda Swinton, ganadora del Óscar y musa de artistas como Pedro Almodóvar, Sally Potter, Wes Anderson, David Fincher o Luca Guadagnino, sorprendió sin cesar en el pasado Festival de Cannes con sus múltiples transformaciones en la gran pantalla, y también con sus ecléticos looks en la alfombra roja del Palacio del Cine. Su pasada película, Memoria, en orden cronológico de los títulos que presentó en la Croisette, cerró su larga y notable presencia profesional en el acto francés más prestigioso del mundo. Ésta incluyó la première mundial de The French Dispatch y una apasionada charla sobre la importancia del género femenino en el séptimo arte, para Women in Motion.
En Memoria, ambientado en un pequeño poblado de Medellín, Colombia, encarna a una viuda inglesa (Jessica) que maneja su negocio de flores. Durante una breve visita a su hermana hospitalizada en Bogotá, algo comienza a perturbarla al punto de cambiar radicalmente su vida. La trama, escrita y dirigida por el tailandés Apichatpong Weerasethakul, – apodado Joe por la propia actriz– presume de un impacto increíble tanto visual como emotivo. Swinton, quien también es su productora ejecutiva, converso muy complacida, en exclusiva para La Jornada, en un salón del exclusivo Hotel Majestic.
Limbo sicológico
–Memoria tiene un ritmo muy disipado, casi como el efecto de una meditación. ¿Cómo se conceptualizó?
–Hemos hablado de esta película con Joe durante 17 años, aunque sabíamos desde el principio que este ritmo le daría ese sentido de desubicación y ambiente de limbo sicológico que buscábamos. Queríamos que la protagonista fuera una extranjera en un lugar ajeno a ambos. Hicimos una lista con los países que habíamos visitado y decidimos que ninguno de estos sería el indicado. Joe fue al festival de cine de Cartagena y, de improviso, se iluminó. Estuve muy de acuerdo con la decisión de ambientarlo en Colombia. Creo que el hecho de buscar el sitio adecuado fue lo que contribuyó a darle el ritmo a la película: una especie de baile entre este compás y su estilo tradicional de dirección, en medio de un paisaje que logra mantener esta energía artística. El movimiento para mí es igual de interesante o más que el diálogo. Joe es un colaborador perfecto en ese sentido, porque construye una cornisa y luego analiza como los personajes se mueven dentro de ella. Es ahí cuando comienza la magia, y yo, como si no tuviera forma propia, me dejo plasmar.
–¿Cómo trabajó con su español para la película? Lo habla muy bien.
–Cuando estuve el año pasado en España con Pedro Almodóvar, todos se reían de mí porque hablaba español con acento colombiano tras haber rodado Memoria. Estaba feliz, ya que logre que mi personaje hablara en un idioma que no conocía bien, a pesar de vivir allí por muchos años manejando su propia finca. Estos momentos de silencio y mis intentos de comunicarme en español se conjugan con el afán de crear mi propio personaje.
–Ya que ahora maneja bien el español, ¿le gustaría producir y protagonizar otra película en Latinoamérica?
–Me encantaría. Nuestro rodaje en Colombia ha sido una experiencia muy profunda, vibrante e intensa. Me gustaría regresar al pueblo donde filmamos. Admiro a nuestro equipo de rodaje local porque es una comunidad que ama el cine, como yo. Son jóvenes tan devotos al arte que parecen kamikazes.
–¿Cúal fue su reacción cuando vio la película por primera vez?
–Había visto varios cortes, pero nunca completa y menos aún en una gran pantalla, hasta el estreno en Cannes. Nunca había gozado de un sistema de sonido así, lo cual es fundamental para esta historia. Jessica se obsesiona con encontrar el sonido que la perturba. Ha creado una dependencia de éste y su inspiración depende de él. Fue un acto de fe, crear una película alrededor de un eco. Para mí la escena más tierna es cuando Jessica intenta explicar el sonido a Hernán (productor musical), ya que es como una situación paralela: Joe explicándome como solía retumbar este sonido en su cabeza, y yo teniendo que aceptar esta idea ciegamente para implementarla en la construcción de mi personaje.
–En alguna forma se podría relacionar Memoria con una experiencia espiritual, chamanística. ¿Ha tenido alguna vivencia personal de trascendencia espiritual?
–Planificar la conjugación entre ritmo y sonido fue un proceso de años. Joe padeció por mucho tiempo de una especie de Exploding Head Syndrom (síndrome de la cabeza explosiva: cuando una persona sufre por sonidos perturbadores e irreales en su mente por pocos lapsos de tiempo). Es algo inexplicable. Ocurre así, sin más, y a la par provoca insomnio por largo tiempo. En mi caso, el fallecimiento de familiares y amigos me ha provocado mucho insomnio y me ha creado un fuerte sentido de desapego a la gente. En la película podemos ver estados similares de desubicación vinculados con la muerte, casos de perturbación que se manifiestan así.
–Entonces, ¿trabajar en este filme le ha ayudado a procesar el duelo de sus allegados?
–Sí, en lo personal me ha ayudado mucho. También a Joe, que ha vuelto a dormir con normalidad desde que empezamos el rodaje. Se vive en la incertidumbre que conlleva el proceso del dolor. Pero para mí el conocimiento lo es todo. Uno se acostumbra y comienza a convivir con la experiencia del sufrimiento. Esto no significa estancamiento o falta de esperanza. Hay una línea entre ser creativo y ser reactivo. Desde que comenzamos a trabajar en Memoria me he vuelto menos creativa y más reactiva, de lo cual estoy contenta. Es lo mismo que le sucede a Jessica en la película, puesto que es una persona muy receptiva. Y ahora en esta pandemia, esta experiencia se vuelve incluso más relevante. Nunca esperamos que esto sucediera y que la vida nos cambiara de esta forma. Pero ahora la gente puede estar más predispuesta a este ritmo tan lento que se experimenta en Memoria y al desapego que allí se ve por las vivencias propias.
–Ha trabajado con directores tan reconocidos, ¿cómo los elige? ¿O son ellos que la eligen a usted?
–Es una mezcla. He sido muy afortunada porque he tenido la oportunidad de establecer una buena relación con cineastas cuyo trabajo conozco muy bien. Ocasionalmente los he contactado yo directamente. En el caso de la película, Joe y yo nos conectamos mutuamente y desde allí comenzó nuestra amistad. La química personal que siento hacia un director es lo que me inspira a trabajar con él. Siempre trato de desarrollar un vínculo cercano con el director antes del proyecto. Esta relación viene primero, luego la evolución de la cinta, y al final mi personaje. Estoy mucho más inmersa en el cine en sí que en la actuación. Incluso, me siento un poco avergonzada cuando la gente se refiere a mí como actriz, porque suena como si pretendiese ser alguien que no soy.
–¿Tiene algo más en su horizonte de deseos de cine?
– En realidad no creo en las listas de objetivos, porque ninguna lista sería lo suficientemente larga para mí. Pero sí tengo fe en que seguiré conociendo a gente muy interesante, y continuaré desarrollando proyectos que me mantengan viva, y en la “memoria” del espectador.