Una historia de fantasmas. Luna roja (Lúa vermella, 2019), el trabajo más reciente del realizador español y guionista Lois Patiño ( Costa da morte, 2013), incursiona en la vida de un agreste pueblo costero en Galicia cargado de supersticiones y creencias ancestrales relacionadas con el temible poder de la naturaleza. A partir de un hecho real, la desaparición de 40 personas a las que el mar se habría tragado, y de un personaje verídico, el marinero buzo Rubio de Carelle, quien rescató los cuerpos para devolverlos a sus familias, el cineasta refiere el largo ciclo de duelo colectivo. El pueblo vive un intenso ritmo de espera aguardando el regreso de ese hombre providencial, quien luego del rescate también desaparece. Las ausencias acumuladas pesan, pues en el pueblo se tiene “la creencia de que si los cadáveres no aparecen el duelo nunca se cierra”. Son cuerpos insepultos, fantasmas que no pudieron despedirse de sus seres queridos. Algunos personajes en el filme, en especial la madre de Rubio, aluden a los temores que desatan en la comarca los comportamientos imprevisibles de aquél a quienes todos llaman el monstruo, y que puede ser el propio mar o alguna de las bestias océanicas que lo habitan y cuyos gemidos estentóreos quiebran la tranquilidad del lugar. El poder de ese mar es infinito: “Todos respiramos al ritmo del monstruo, señalan los habitantes, y alguno añade: “Ese mar lleva años soñándonos”.
Hasta esta costa de muerte llegan también tres brujas (meigas, en gallego) que buscan a Rubio para conjurar la maldición que representa el mar o el poder aun superior de una luna roja que preside el ritmo de las mareas y también los ánimos de todos los lugareños. Cada detalle remite en Luna roja a una intensa experiencia onírica. Hay vagas referencias ecologistas a una faena humana que busca someter a la naturaleza o acelerar su degradación por los efectos de un cambio climático. En una escena portentosa una presa se rompe o se desborda y el torrente que libera coincide con el paso, en la película, de un registro fotógrafico hasta entonces contemplativo y en claroscuros a una estética policromática donde muchos objetos se tiñen de rojo, como si de pronto la luna ejerciera plenamente su poder y lo invadiera todo. Con una pe-lícula tan plagada de símbolos y acertijos como Luna roja todas las interpretaciones son posibles y todas también muy arriesgadas. El director propone algo en apariencia más simple: “una disolución o una identificación entre el hombre y el paisaje, y la influencia mutua del uno sobre el otro”. Cabe suponer que en ese ambicioso propósito de amalgama, el cine ofrece, gracias a la tecnología, posibilidades infinitas, mismas que aprovecha de modo innovador esta propuesta poética del cineasta y fotógrafo gallego Lois Patiño.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional, a las 12:30 y 17:30 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1