La jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, ha mostrado que sí, que este segundo tiempo de su mandato las apuestas son cada vez más fuertes y poco a poco ha ido ganando espacios que se perdieron en ese juego de traiciones, ineptitudes y malentendidos que pusieron en duda la fuerza y la aceptación del gobierno entre la población.
El plan de reactivación económica que anunció el día de ayer, y la confianza que mostró hacia cierto grupo de inversionistas, como el caso de los desarrolladores, nos enseña que en ese plan subyacen una serie de acuerdos que ella tuvo que lograr para dar una salida práctica al problema económico que vive la ciudad, pero sin olvidar que, además, urge el crecimiento económico para responder a los retos que demanda la metrópoli.
Pero aunque esto, el plan de reactivación, es de mayor importancia, hay otro punto fuera de este plan que aunque parece no haber llamado la atención, seguramente traerá reacciones importantes.
Nos referimos al cambio de responsabilidades que obrará sobre las cárceles de la ciudad. Hasta ahora, los reclusorios eran gobernados por la Secretaría de Gobierno y no parecían tener mayor problema, aunque la Comisión de Derechos Humanos local siempre ha levantado quejas y observaciones hacia la administración de estos centros de readaptación.
Hasta ahora no sabemos a ciencia cierta el porqué de este cambio. No parece haber argumentos sólidos para mover el cauce de ese organismo, aunque seguramente algo que no está en nuestro alcance saber motivó tal decisión.
No obstante, así, de golpe, con la muy escasa información que se tiene, no parece ser una decisión afortunada. Si bien es cierto que la recomposición de la policía es un logro que se tiene que poner en alto, no se podría decir que la corrupción en ese organismo está, cuando menos, controlada.
Ahora, si la intención es quitar cargas a la Secretaría de Gobierno para que su mayor tarea, la de atender a la oposición, no sufra ningún tipo de distracciones, la medida parece acertada, los tiempos no urgen por otras formas de actuación.
Dentro de muy poco tiempo podremos saber qué tan atinada ha sido la medida, que de todas formas es una apuesta muy alta de la jefa de Gobierno en un afán de crear ambientes de mejor conciencia para la ciudad. Qué así sea.
De pasadita
Los concejales de 15 de las 16 alcaldías de la ciudad que ganó Morena en las elecciones pasadas han creado un bloque que, según se sabe, tendrá bajo observancia los trabajos de la oposición, sobre todo en lo que hace a cuestiones como la corrupción.
El bloque de concejales de la 4T actuará en la alcaldías que serán gobernadas por la oposición porque, según explican: “No vamos a solapar ni permitir ninguna práctica de corrupción ni que se anulen y violenten los derechos conquistados por los habitantes de la ciudad. No les dejaremos pasar ni una sola”.
El anuncio y la postura suenan muy interesantes, pero también hay una sombra de duda en el proyecto. Esa sombra se llama Héctor Ulises García que aún no sale de la presidencia de Morena y que pone en tela de juicio la posibilidad de que ese organismo pueda apoyar un proyecto como el que se proponen los concejales.
Morena, después de las elecciones, sigue siendo un ente inexistente en la arena política de la ciudad porque en los hechos está descabezada y no encuentra cómo moverse. Es hora de definiciones. La paciencia de la militancia se va acortando y la posibilidad de que ellos, los militantes, tomen una decisión de mayor profundidad, la está provocando la inmovilidad del organismo aún liderado por su actual presidente. Aguas.