Debo iniciar con una confesión que no muchos se atreverían a publicitar: yo jamás estuve de acuerdo con la idea de convocar a una consulta pública nacional, en torno a la procedencia de un juicio a los pasados titulares del Poder Ejecutivo, por flagrantes delitos cometidos, auspiciados, tolerados, ocultados, durante el ejercicio de su encargo.
Pero mi oposición no era porque de entrada considerara a los presuntos responsables inocentes, víctimas de una infame persecución de carácter político. Por el contrario, para mí, su culpabilidad era tan obvia, evidente y tan fácilmente comprobable (con mínima voluntad de aplicación de la ley, por supuesto), que en el juicio más rigurosamente apegado a derecho: presunción de inocencia, debido proceso y respeto absoluto a los fundamentales derechos humanos, no podría producirse otro fallo que no fuera el de culpabilidad. Plena y total culpabilidad.
Fueron muchos los políticos, politólogos, analistas, adivinadores, agoreros, encuestólogos que también expresaron su rechazo e inconformidad hacia la inconcebible infamia que se tramaba contra la estirpe divina de los siempre intocables. Sin embargo, su indignación y santa cólera nada tenían en común con mi poco diplomada y menos aún, doctorada opinión. La mayoría (no es justo englobar sin dejar resquicio para los buenos, que evidentemente los hay) de los siempreopinantes, se mesaban sus cabelleras (los que aún las conservan, obviamente), tratando de encontrar el origen, las razones de tan incomprensible iniciativa. Llegó a darse el caso del cretino que, pensando sacarse un 10, en la muy competida runfla (conjunto de cartas de un mismo palo, según un lexicón a la mano) de gatilleros, de condotieros, de acridios (les apodó Regino Hernández Llergo), que sostienen diariamente reñida batalla por escribir o proferir el comentario más servil y mentiroso, sobre todo lo que al Presidente y sus colaboradores concierna, afirmó que el sorprendente circunloquio jurídico que surgió intempestivamente de la manga lópezobradoriana, era una prueba de la “falta de ignorancia” del Presidente (argumento atribuido al notable jurisconsulto don Mario Moreno. Citado de memoria).
Era claro que el Presidente era tan ignorante y torpe que se había metido en el berenjenal de la consulta nacional de manera totalmente innecesaria.
Dentro del marco legal vigente, existían las bases suficientes para emprender el infame linchamiento de esos ilustrísimos patriotas que habían entregado su vida y la de sus allegados, para bien de la nación.
Primero –El H. H., o sea, el Hermanito hampón. Producto natural y directo del primero de los sospechosos: Carlos Salinas. La opinión pública le otorgó el alias de El 10 por ciento, o sea su natural ganancia en cuanta obra pública él auspiciara y que, evidentemente, tenía “algunas” posibilidades de ser favorablemente considerada dada su urgente e imprescindible ejecución.
Segundo, el desclasado que profanó la estirpe revolucionaria del Instituto Politécnico Nacional. ¿Recuerdan cuando una humildísima indígena le ofreció un bello mantelito, bordado en su oscura choza? Ella recibió esta respuesta: “No traigo cash”. Este mismo mandatario de México fue quien vendió a poderosas empresas extranjeras, los ferrocarriles nacionales. A cambio, además del porcentaje natural de la operación de compraventa, el vendedor se agenció un empleo en la trasnacional compradora. Así es la vida, digo, si esa es la vida que quieres: presidente de tu país, aunque sea, y luego, officeboy (eso sí, de primera), en la oficina de los CEO a los que, con eficacia y por supuesto “don de gentes”, habías servido. Pero lo peor de este mandatario fue su decisión de superar a López de Santana y vender, el presente y el futuro de los mexicanos, a los grandes consorcios financieros. ¿O qué es el Fobaproa sino una cadena perpetua aplicada a los mexicanos que ahora somos y los que vendrán, los que nacerán ya deudores, gracias a la criminal complacencia, complicidad de un presidente que, en algún momento no tuvo cash, ni jamás amor patrio, ni dignidad.
Me faltan los otros presuntos, para mí, delincuentes y, mis razones de porqué debemos votar, sea por el sí o por el no. En ambos casos será por el bien de esta ilusión, esperanza, destino que llamamos México.
Twitter: @ortiztejeda