Lo que más indigna a Daniela Domínguez es ver el maltrato a los animales, por eso, a sus 11 años de edad, ya tiene claro que uno de sus planes en la vida es llegar a la universidad, porque “a lo mejor puedo ser veterinaria”. Su madre, quien vendía cosméticos en un puesto ambulante en Xochimilco y hoy trabaja en una fábrica de dulces, ya le dijo que cuenta con su apoyo.
En circunstancias similares está Luis Fernando Reyes, también hijo de comerciantes ambulantes, quien conoce la experiencia de dedicarle todo el día a atender un puesto, pero también está tomando un curso de panadería y no ha abandonado su proyecto de estudiar sicología educativa.
Ambos son pequeños que, en su momento, acompañaron a sus familias a laborar en el espacio público y que están en el camino de romper el círculo de precariedad, carencias sociales y hasta violencia que determina a muchos otros niños, niñas y adolescentes que trabajan y viven en la vía pública.
Desde hace 32 años, la institución de asistencia privada Ednica se especializa en el acompañamiento de estos menores, mediante centros comunitarios en las colonias Morelos y Ajusco, así como en Xochimilco, para ayudarlos a construir “alternativas de vida digna”.
Norma Medina Granados, coordinadora de la casa de Ednica de Xochimilco, explica en entrevista con La Jornada que la organización se especializa en el trabajo con niños y niñas que viven y/o trabajan en la calle, quienes muchas veces se desenvuelven “en zonas complicadas” donde pueden ser víctimas de la violencia o ladelincuencia.
Mediante un equipo multidisciplinario, compuesto por pedagogas, educadoras y trabajadoras sociales, brindan pláticas y talleres a los menores de edad y a sus familias, a propósito de temas como el consumo de sustancias sicoactivas, las adicciones o la prevención del embarazo adolescente, además de incentivarlos a continuar con su formación escolar y personal. Cuando a estos niños, adolescentes y jóvenes no se les motiva de alguna forma, apunta Medina, “simplemente no ven alternativas de vida diferentes y continúan los patrones de violencia y conductas de riesgo. Estar integrados a Ednica les da esta visión de que hay una vida distinta que sus abuelas o madres no tuvieron. Les mostramos la posibilidad de un cambio”.
Para Bertha Bocanegra, directora de procesos educativos y ejercicio de derechos humanos de Ednica, esta falta de oportunidad que históricamente ha afectado a los niños y niñas que viven o trabajan en las calles es resultado del “desinterés” por parte del gobierno para diseñar planes y políticas públicas que resuelvan de raíz las carencias de este sector poblacional.
Esta omisión, indicó la especialista, provoca que se haga más grande la “ruptura del tejido social”, la violencia y la exclusión. “El hecho de que no tengan una convivencia plena y no sean reconocidas como personas, es perder la posibilidad de ganar calidad de vida y eso, a la larga, a todos nos va a afectar”.