En su evolución, el sistema capitalista fue segmentando a la sociedad en tres estratos diferenciados básicamente por su ingreso y riqueza: la clase alta, la media y la baja. El capitalismo social avanzado que se desarrolló en la posguerra y llegó a su máxima expresión en las décadas 60 y 70 del siglo pasado había logrado grosso modo una distribución de 5% de clase alta (que llegó a tributar hasta 70-80% de su ingreso por ISR), 90% de clase media en un amplio espectro con elevada tributación también pero con seguridad y servicios sociales de muy alta calidad, y 5% en el estrato de bajo ingreso / desempleo que recibía subsidios del Estado y facilidades para incorporarse a la economía productiva. Salvo el hasta ahora utópico socialismo comunista, ese capitalismo social aparece como el objetivo a seguir. Lástima que 5% de mayor riqueza quería más, impulsaron el neoliberalismo y la globalización, impusieron gobiernos a modo, engañaron al mundo, e implantaron una regresión social y una concentración del ingreso y la riqueza sin paralelo en la historia moderna. Reconstruir un sistema avanzado de economía mixta con alto crecimiento interno, justa distribución del ingreso y una segmentación social 5-90-5 debería ser nuestro objetivo como nación.
El discurso del Presidente López Obrador, generalmente preciso, tuvo en los primeros dos años de gobierno un vacío o falla respecto a la tipificación de la llamada clase media, a la que parecía ignorar o peor aún, al hablar de ella generalizar y calificarla ofensivamente como fifí, según percibieron muchos integrantes de ese segmento social. Ahora el Presidente ha empezado a matizar y precisar su discurso sobre esta clase, debate al que nos incorporamos.
No existe definición clara y menos universal sobre qué entender por clase media. Aquí optamos por usar la propuesta del texto: Cuantificando la Clase Media en México: Un ejercicio exploratorio publicado por el Inegi hace una década con cifras de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (Enigh 2010), que hemos actualizado, con cifras de la última Enigh (2018) respetando la distribución porcentual del trabajo original, que no se limita al análisis de los ingresos y gastos de los hogares sino que incluye múltiples elementos adicionales y llega a identificar ocho segmentos para las clases sociales: tres en el estrato bajo, cuatro en el medio y uno en el alto (Gráfico 1).
Así, de un total de 34.7 millones de hogares, la clase alta representa 869 mil (2.5%), la clase media 14.7 millones (42.4%), y la baja 19.1 millones (55.1%) (Gráfico 2).
En términos de personas, de un total de 125.2 millones, la clase alta abarca 2.1 millones (1.7%), la clase media 49.1 millones (39.2%), y el estrato bajo 74.0 millones (59.1%) (Gráfico 3). Cabe destacar que este último estrato social no es sinónimo de pobreza, segmento que según el Coneval sólo incluía ese año a 53.3 millones de personas (42.6% del total).
Visto así, qué bueno que la política social privilegie a los segmentos en pobreza y por extensión a toda la clase baja, pero sería muy positivo que el Presidente afinara su discurso y lo precisara en relación a esos 50 millones de personas que con grandes diferencias entre sí integran el mosaico de la clase media, que en una gruesa estimación serían los 15 mil hogares con ingresos de entre 40 mil y 130 mil pesos mensuales.
Dentro de esta clase media está parte de lo mejor que tiene México: científicos, profesionistas, académicos, comunicadores, servidores públicos, industriales, comerciantes, agricultores... gente honesta, que trabaja y se prepara intensamente, y con aspiraciones legítimas de mejorar su nivel de vida para sí y sus familias, sin la menor intención de figurar en la lista de Forbes.
También en esta clase media (y alta) está gran parte de lo peor que tiene México: negociantes sin escrúpulos, deshonestos, funcionarios prevaricadores, traficantes de toda índole, ladrones, falsificadores, contaminadores, defraudadores,... transas, tramposos y embusteros. Individualismo, falta de ética y carencia de valores son en mucho resultado del agringamiento de esta clase; un daño colateral del TLCAN-TMEC.
Por eso es posible que lo que el Presidente quiso decir con el calificativo “aspiracionista” (deseo legítimo y loable de mejorar vía trabajo, preparación y esfuerzo), es más bien “arribistas” (persona que busca progresar en la vida por medios rápidos y sin escrúpulos, según la Real Academia).
UNIDAD TÉCNICA DE ECONOMÍA S.A de C.V. Ciudad de México Tel/fax 55 5135 6765 unite@i.com.mx