El presidente de México despachó el cambio de titularidad de la Secretaría de la Función Pública mediante un formato exento de la amabilidad y hasta camaradería que han caracterizado otros movimientos administrativos y encuentros políticos.
Desde su silla de mando, en el rigor de su oficina, con la saliente y el entrante sentados al otro lado del escritorio, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo una videograbación en cuya primera parte se dirigió en palabra y mirada a la cámara y luego se mantuvo serio durante más de siete minutos (de los más de 11 de la totalidad del video) con la mirada fija en Irma Eréndira Sandoval Ballesteros, que hizo una especie de resumen informativo de despedida.
En realidad, la suerte adversa de Irma Eréndira estaba echada a partir de que comenzó a circular el primer expediente acusatorio contra el entonces aspirante a gobernar Guerrero, Félix Salgado Macedonio. Desde el primer círculo de la llamada Cuarta Transformación surgieron señalamientos de “traición” contra Pablo Amílcar, hermano de la titular de la Secretaría de la Función Pública.
Sin pruebas adjuntas, pero con absoluta contundencia, se culpó a Pablo Amílcar, quien había sido presidente estatal de Morena en Guerrero, superdelegado en la entidad y aspirante a gobernarla, de haberse hecho eco de los señalamientos contra el llamado “toro sin cerca”, por presuntos abusos de índole sexual.
El fondo del asunto (el expediente real de esas acusaciones, cuya veracidad deberían determinar las autoridades correspondientes) no era lo importante, sino la presunta o real obstrucción que se habría hecho contra una designación de índole electoral tomada en Palacio Nacional y supuestamente boicoteada por aliados e incluso por la propia titular de una secretaría del gabinete.
La animadversión hacia Pablo Amílcar se extendió a su hermana, la secretaria. ¿Por qué involucrar a esta hermana en las andanzas del hermano, una persona con carrera propia?, preguntó algún periodista a algún alto servidor público y recibió como respuesta que, a juicio de los altos mandos de la 4T, el hermano, la hermana, el esposo y otros familiares se mueven siempre como una especie de subgrupo en la gran corriente de la izquierda partidista y gubernamental, con proyectos compartidos; en este caso, impedir el paso a Félix Salgado.
La caída de la secretaria Sandoval Ballesteros se produjo en ese entorno plenamente cantado. Sólo se esperaría que pasara el domingo electoral para cumplir con la sentencia. En Guerrero, a pesar de todo, la propuesta original de hacer gobernador a Salgado Macedonio quedaba bien servida por la vía indirecta del empoderamiento de su hija, Evelyn.
Para suplir a Irma Eréndira, quien regresa a su plaza de investigadora en la UNAM, subió casi en términos escalafonarios el subsecretario Roberto Salcedo Aquino, un personaje inequívocamente relacionado en su momento con el ahora difunto Manuel Camacho Solís y con Marcelo Ebrard Casaubón.
Una pieza más para la colección de temporada del virtual vicepresidente civil, el secretario de Relaciones Exteriores cuyas irrupciones en materia de compras y contratos en temas ajenos a la cancillería quedarían en condiciones de buen trato por parte del agradecido Salcedo Aquino en caso de alguna indagación necesaria.
Para que no hubiera duda de las reyertas internas y del ánimo victorioso que produjo en el ebrardismo la sustitución de Sandoval, el comisionado para asuntos de Morena, Mario Delgado, tuiteó: “le deseo el mejor de los éxitos a Roberto Salcedo Aquino como secretario de la Función Pública, que su llegada garantice la lucha contra la corrupción y la impunidad”, sin referencia alguna a la antecesora y el retintín de “garantizar” resultados.
La salida de Irma Eréndira es una pérdida para la corriente extraoficial motejada como “los puros” (con Claudia Sheinbaum como precandidata a 2024), añade ganancias al ebrardismo y diluirá la esperanza de mejorar la pobre cosecha gubernamental de verdaderos peces gordos de la corrupción del pasado y del presente. ¡Hasta mañana!
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