Moscú. El partido Pacto Social, del primer ministro en funciones Nikol Pashinian, ganó las elecciones parlamentarias anticipadas del domingo anterior en Armenia, de acuerdo con los resultados dados a conocer ayer por la máxima autoridad electoral de ese país del Cáucaso del sur.
Con la totalidad de boletas escrutadas, el partido de Pashinian obtuvo 53.92 por ciento de los votos, lo cual le permite formar gobierno. El Código Electoral armenio establece que si un partido vence con más de 50 por ciento de los votos y menos del requerido 54 por ciento, de modo automático consigue la diferencia al efectuarse el reparto proporcional de los escaños.
Así, del total de 105 diputados de la Asamblea Nacional, el partido de Pashinian tendrá 72 mandatos, mayoría calificada por gobernar sin necesidad de llegar a acuerdos con los diputados de oposición: 27 curules, de la coalición Armenia, del ex presidente Robert Kocharian, con 21.04 por ciento, y seis escaños, de la coalición Tengo el Honor, del también ex presidente Serzh Sargsian, con 5.23 por ciento, casualmente ambos nacidos en el disputado territorio de Nagorno-Karabaj.
El Parlamento, por ley, tiene que tener tres bancadas de diputados, incluso si algún contendiente no hubiera alcanzado los mínimos establecidos para acceder al reparto proporcional de los escaños: 5 por ciento para partidos y 7 por ciento para coaliciones, como sucedió esta vez con la formación de Sargsian.
La derrota armenia en la guerra de 44 días contra Azerbaiyán provocó la fractura de la sociedad y, tras semanas de multitudinarios mítines tanto en favor como en contra del primer ministro Pashinian, en febrero anterior el Estado Mayor del ejército exigió públicamente la renuncia del gobernante y éste movilizó a sus seguidores para impedir lo que llamó “intento de golpe de Estado”. La crisis de gobierno forzó el adelanto de esta cita con las urnas.
Aunque participaron 25 partidos y coaliciones, las encuestas de intención de voto auguraban empate técnico entre las opciones ofrecidas por Pashinian y Kocharian, en una campaña que los observadores no dudaron en calificar de “la más sucia desde que Armenia es independiente”. Como era de esperar, ganara quien lo hiciera, el perdedor principal, en este caso Kocharian, desconoció la victoria de su rival, alegando que los resultados “no infunden confianza” por las “múltiples irregularidades” que dice que hubo en la jornada comicial.
En medio de un intenso cruce de amenazas e insultos, denuncias de corrupción y golpes bajos, los electores –herido el orgullo nacional por la entrega de parte considerable del territorio de Nagorno-Karabaj– debían dar respuesta en las urnas a una sola pregunta implícita: ¿quién es el culpable de todas las calamidades armenias: el gobernante actual o los anteriores?
La respuesta favoreció a Pashinian, quien supo hacer de la derrota (militar) una victoria (política) y ahora deberá demostrar a sus compatriotas –no sólo a sus seguidores, la mitad de quienes votaron, también a la otra mitad del padrón que no ejerció su derecho a sufragar– que es capaz de sacarlos de la otra crisis, la económica, que afecta cada vez más a Armenia, mientras la oposición se reagrupa para arremeter en su contra.