Perdón, pero la inquietud me lleva a hacer ciertas preguntas cuyas respuestas pueden ser parte fundamental de lo sucedido electoralmente en la Ciudad de México.
Aunque de fuente muy confiable se me ha dicho que el jefe de Morena en la Ciudad de México, Héctor Ulises García, se va esta misma semana del partido –alguien nos comentó que no era militante–, el asunto es pedirle cuentas sobre las acciones de ese organismo en la elección pasada.
Y es que hasta donde nosotros sabemos, a Morena le correspondió la cantidad más alta de las llamadas prerrogativas, es decir, dinero que se utiliza en las campañas políticas. A Morena le tocaron casi 49 millones de pesos para el gasto en propaganda.
El asunto es que, según algunos datos oficiales, Morena es el partido que más rebasó el tope de campaña. Aunque no existen aún los datos oficiales finales sobre gastos de campaña, en el caso de Morena el asunto es serio porque aunque no hubiera tal rebase de gastos, la pregunta que se hace la militancia y la gente es: ¿Qué se hizo con el dinero destinado a la propaganda?
Es más que evidente que Morena desapareció de la arena política. Por mucho que se diga que la contienda estaba en las redes, y que ahí fue donde se invirtieron gran parte de los dineros públicos, la ausencia de la imagen de los candidatos, de sus propuestas y de los posibles mensajes a la gente de sus entornos resulta evidente cuando se pregunta a los ciudadanos: ¿quién era el candidato de Morena?, casi todos responden: “no sé”.
Es decir, se montó una estrategia fallida, resultado de la ignorancia y la prepotencia del presidente del partido, Héctor Ulises García, quien tiene que explicar, antes de irse, en qué se gastaron los dineros que se le otorgaron a Morena para la campaña.
Se vea como se vea, el ya casi ex presidente del partido debe dejar saber a la militancia dónde quedaron los fondos que no parecen haberse utilizado. Son muchas las decenas de millones de pesos que recibió el organismo político, muchos más que lo que recibieron los otros partidos y los resultados no hablan de una inversión afortunada.
Dentro de muy poco, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, habrá de anunciar cambios en su gabinete, pero antes que nada la situación de los dineros que Héctor Ulises debió administrar debe quedar claro, porque de lo político ya sabemos: fue un desastre.
Y sí, los factores que le dieron el triunfo a la oposición en la ciudad son muchos; las traiciones internas, de las que ya les hablaremos, juegan un papel muy importante, pero si el jefe de Morena en la ciudad no es un hombre incapaz, entonces cuidado, su andar no siguió el trazo de la 4T. Sólo queda por preguntar: ¿para quién jugó Héctor Ulises?
De pasadita
Quien suponga que el asunto electoral ya terminó está equivocado. El panismo, siempre convenenciero y oportunista, habrá de proponer, de manera formal, una modificación a las leyes para cambiar la distribución de la recaudación de impuestos.
La idea, según se nos dijo, es que las alcaldías del poniente, las que más impuestos pagan –según fuentes panistas–, se queden con sus recaudaciones sin que el gobierno pueda distribuir según las necesidades de cada demarcación.
El anuncio de esta idea fascista –seguro nació en la mente de Gabriel Quadri y se volvió azul–, es el primer resultado de la elección que bien podría resumirse en un ataque en contra de la población más necesitada y de esos otros que habitan en las alcaldías del oriente y que por su trabajo han dejado el nivel de pobreza al que los quieren arrojar, con una ley, los panistas. ¡Qué barbaridad!