Las escuelas normales rurales han sido las grandes promotoras de una enseñanza realmente colectiva. Son instituciones en las que se forma en la autonomía, la solidaridad y el apoyo mutuo, y donde las decisiones son colectivas, afirmó Ruth Mercado Maldonado, investigadora del Departamento de Investigaciones Educativas (DIE) del Cinvestav y experta en temas educativos.

Al participar en el Primer Conversatorio El internado y la formación docente integral en las escuelas normales rurales, destacó el papel central de estos espacios de convivencia cotidiana, tanto para su formación académica como en el trabajo colaborativo.

El internado de las normales rurales es mucho más que un espacio para habitar, si bien está ligado directamente a las actividades de la subsistencia diaria, pues incluyen los comedores como espacios de convivencia e intercambio, fortalecen su aprendizaje y responsabilidad colectiva, frente a lo individual.

En sesión virtual, en la que participaron alumnos y maestros de diversas normales rurales, Juan Manuel Rendón, investigador, profesor y ex director de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros, destacó el importante papel de estas instituciones formadoras de maestros, que “por décadas han enfrentado el embate del Estado y de grupos de poder que han alimentado una campaña negra contra las normales rurales y sus estudiantes, lo que ha posibilitado agresiones e incluso asesinatos”.

Recordó que en México 37.8 por ciento de las escuelas de educación básica son multigrado, de las cuales 12.4 por ciento son unitarias, es decir, atendidas por un solo maestro para todos los grados educativos. “Se trata de 96 mil escuelas multigrado donde se atiende a 13.8 millones de alumnos, hijos de campesinos e indígenas, que requieren un maestro rural”.

Mercado Maldonado destacó que en las normales rurales se generan dos dimensiones formativas, una vinculada a sus internados, donde se fortalece todo lo colectivo, y el estudio propiamente académico que permite un trabajo formativo articulado a la vida comunitaria, que se regula por los internados, que a su vez hacen posible una mayor cercanía entre profesores y estudiantes al contar con más tiempo para resolver las dificultades que puede plantear el trabajo académico.

Estudiantes de las normales rurales de Mactumactzá, en Chiapas, y Carmen Serdán, en Teteles, Puebla, señalaron que los estudiantes normalistas “somos mal vistos, porque comprendemos nuestra tarea docente no sólo para ir a enseñar a leer y escribir, sino a generar una forma de pensar diferente, que permita a las comunidades combatir su pobreza, marginación y explotación”.

Una normal rural no puede existir sin internado, afirmó una alumna de la normal rural de Teteles, Puebla, “porque como futuros maestros rurales debemos tener la capacidad de adaptarnos a cualquier condición en que encontremos la escuela a la que vayamos, y el internado nos da esa capacidad de formación para afrontar cualquier circunstancia, por difícil que parezca”.