La guerra de Israel contra los palestinos, contra los críticos, contra los medios y contra los derechos supuestamente universales no es, y nunca fue, posible sin el apoyo del gobierno de Estados Unidos.
Los casi 4 mil millones de dólares anuales en asistencia militar que ahora otorga Wa-shington a su aliado en Medio Oriente no tiene condiciones. Es parte de un acuerdo de 10 años para un total de 38 mil millones de dólares firmado por Barack Obama a finales de su presidencia.
El gobierno de Joe Biden, hasta ahora, está pretendiendo que sólo desea frenar la violencia de “ambos” lados y que está trabajando a través de canales diplomáticos para lograrlo, ocultando que Estados Unidos no es un observador más, sino un cómplice –como lo ha sido durante décadas– en los crímenes de guerra de Israel. La semana pasada cerca de 200 civiles palestinos fueron asesinados, entre ellos 58 niños, por balas y bombas israelíes en gran parte financiadas por Washington.
En ese sentido, también es cómplice en bombardear las oficinas de Associated Press y Al Jazeera este fin de semana, algo que el gobierno de Israel llamó “objetivo legítimo” es un ataque contra todos los periodistas del mundo.
Aun con la mayoría de eso que llaman la comunidad internacional condenando la ofensiva bélica, Estados Unidos ha decidido no presionar a Israel por un cese del fuego inmediato y, mientras tanto, está paralizando al Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas para evitar que se emita una declaración, mucho menos una resolución, para frenar el derramamiento de sangre, mientras Israel anuncia que tiene la intención de continuar con sus ataques bélicos y que “tomará tiempo” cumplir con su objetivo.
Washington sigue con la pantomima de que este conflicto es uno entre dos fuerzas hostiles, o sea, simétrico. Pero la asimetría está a la vista de cualquiera. Y para acabar con la tontería de un supuesto conflicto simétrico, todo mundo sabe que Israel es una potencia nuclear –con por lo menos 80 armas nucleares y tal vez hasta 300– algo que se logró secretamente con la complicidad de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y otros “aliados”.
Washington insiste en que está trabajando “incansablemente” para frenar el conflicto como si fuera un simple actor internacional más, y aunque a diferencia de Trump ha retomado la línea tradicional bipartidista de buscar un solución de dos estados para la convivencia “pacífica y segura” de ambos, siempre empieza con la ya vieja consigna empleada por ambos partidos en Washington: “Israel tiene derecho a defenderse”.
“¿Pero por qué casi nunca se pregunta cuáles son los derechos del pueblo palestino?”, escribe el senador Bernie Sanders en un artículo publicado en el New York Times el viernes. El gobierno de Benjamin Netanyahu en Israel es parte de los “movimientos autoritarios nacionalistas” que están surgiendo en varias partes del mundo, advierte el senador. Concluye que “ya no podemos ser apologistas del gobierno derechista de Netanyahu y su comportamiento antidemocrático y racista” y que Estados Unidos, para tener credibilidad, tiene que hacer cumplir las normas internacionales de derechos humanos de manera consistente con todos, incluido Israel: “tenemos que reconocer que los derechos palestinos importan, Las vidas palestinas importan”.
¿Se puede hablar de diplomacia ante crímenes de guerra y de lesa humanidad? Eso oculta el papel actual e histórico de Washington en el conflicto; su corresponsabilidad en la muerte en estos últimos días de 58 niños y el atentado contra periodistas (todo mientras procede esa “diplomacia”).
Tal vez el primer paso de Estados Unidos, si verdaderamente desea contribuir a resolver ese conflicto, como varios otros en este mismo hemisferio, sería reconocer su complicidad.
West-Eastern Divan (Daniel Barenboim/Edward Said): https://barenboimsaidusa.org/wp-content/ uploads/2020/07/Arab-Israeli-orchestra- celebrates-20-years-of-harmony.mp4
Eddie Vedder. Masters of War. https://open.spotify.com/track/ 14QuuJp6oFQRXCHz2SiTnZ?si= 232ed796ba064eb7