Aludir al río Potomac no es un impulso ecológico. Es un camino de reflexión política. El río Potomac es la zona más rica en símbolos de los Estados Unidos, tanto que a menudo es llamado “río de la nación”. George Washington, el primer presidente de Estados Unidos, cartógrafo y topógrafo deslindador de la zona que después sería la capital, nació y vivió junto al río. Todo el poder de Estados Unidos se encuentra en sus márgenes.
Para México es indispensable conocer en su complejidad la sede del mayor poderío universal, el magnetismo que proyecta su parte urbana, pero más las misteriosas intimidades de la Casa Blanca. Tras esa belleza irradiante de poder, están los halcones del Potomac.
Sobreviven a todo en su centro nuclear: el Departamento de Estado, Pentágono, Seguridad Nacional, CIA, FBI, DEA y el resto de la comunidad de inteligencia. Gobiernos van y vienen y ellos siempre están ahí.
Ellos hacen los grandes análisis sobre el universo y entre ellos está México. Ahí se formulan las políticas y programas a recomendar al presidente, los acepte o no. Son sistémicos, férreos y por ello constantes, gobierne quien gobierne y como gobierne. Su única divisa, no inscrita en ningún muro es “America First” Son los halcones del Potomac.
En ellos subsisten dos universos de reflexión que tienen como materia: 1) la política exterior y 2) la vida interna en su país. Es ahí donde ubican a México, lo definen como pieza de su vida interior.
Crecientemente creen que la situación de México, política, económica y cultural es propia de ellos. Así lo ven y actúan en consecuencia. Su visión de back yard sobre México, por lastimosa que sea, es realista. Para ellos somos impresentables, no confiables e irremediables.
Los domina su fe elitista, excepcionalista, de convencimiento de su destino de predominio sobre la tierra, que se inspira en el misticismo del presidente Theodore Roosevelt, el voraz arrollador de España, opresor de Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Panamá, Filipinas y más. Increíble Premio Nobel de la Paz en 1906.
Los halcones están convencidos de creer, con cierta razón, que saben más sobre nuestro país que nosotros mismos, sobre nuestros líderes, recursos, flaquezas y riesgos. Lo peligroso en el fondo es la interpretación. Estudian temáticamente la relación México-EU. Sus estudios son integrales, exhaustivos, siempre orientados por su meta lógica, única, indiscutible: el american dream.
Su quimera es dominar el universo para consecuentemente hacer de su país un mundo feliz, americanizando todo a costa de lo que sea. Es ahí donde deben encajar nuestras estimaciones. Deducir cómo entenderse con ese poder y obtener de él lo que en 200 años no hemos tenido: respeto, cordialidad, cooperación.
Un modus vivendi digno. Recuérdese a Poinsett en 1822. Nosotros nos hemos negado a estudiar a México con la lupa del interés norteamericano y así lograr ser más atinados, es de ahí que recurrentemente concebimos quimeras sobre la relación.
Joe Biden es singular en sí mismo, con resonancia de F. D. Roosevelt, Kennedy, Clinton y Obama que no fueron siempre pichones. Su campaña y primeros tres meses auguran una nueva concepción de gobierno sin dejar de mostrar significativamente los dientes a Irak, Rusia y China.
En un mundo distinto al de sus antecesores, es advertible en Biden su estrategia de ir lejos y despacio al destinar billones de dólares a los más afectados por el virus, su explícita preocupación por minorías económicas, hispanas, negras, religiosas y diferentes sexuales. Así, el presidente da señas de no coincidir con ciertos rasgos de la hegemonía sostenida desde después de la guerra fría.
Contrastando con los halcones, también hay “palomas” en aquella capital. Son aquellos con importantes dosis de liberalismo, progresismo, fe en el cambio. Cuando el presidente atiende a esa ideología y las circunstancias lo propician, las cosas suelen marchar mejor para México.
La reciente misión de la Casa Blanca ante el gobierno de AMLO, encabezada por Roberta Jacobson, trajo sin duda el mensaje presidencial de cómo ellos y sólo ellos, desean ver mitigado el problema migratorio. Para EU, la situación en su frontera sur es un golpe enorme a su orgullo y un mal signo para su gobierno. La primera conferencia de prensa presidencial mostró un jefe de Estado con dolor de muela.
La cuestión es ¿cuándo y cómo los halcones del Potomac llegarán a predominar en el ánimo de un presidente atribulado por las condiciones universales y por el fuerte bamboleo interno de su país? Todo le advierte que la vieja época, la suya, está en descomposición.
Parte significativa del bamboleo somos nosotros y los vecinos centroamericanos. Pronto los halcones del Potomac se mostrarán como opción forzada para Biden con su argumento irrebatible de “America First”. ¿Nosotros sabemos algo de sus planes? Pudiera ser que algo nos está fallando.