Con apenas seis largometrajes en una carrera de casi tres décadas, el italiano Gianfranco Rosi se ha vuelto una referencia imprescindible en el panorama del cine documental. Prueba de ello es el reiterado reconocimiento brindado en festivales internacionales (León de Oro en Venecia por Sacro GRA, de 2013; Oso de oro en la Berlinale de 2016 por Fuocoamare, fuego en el mar, crónica notable sobre la suerte de migrantes africanos naufragados en la isla italiana de Lampedusa). En México se ha proyectado esta última cinta y también la inquietante incursión del cineasta en la intimidad de un delincuente mexicano al servicio del cártel de Juárez, en el documental El sicario, cuarto 164, filmado en 2009. Su cinta más reciente, Notturno (2020), es la representación italiana este año para el Óscar a la mejor película de habla no inglesa.
En Notturno, Gianfranco Rosi retoma las inquietudes en Fuocoamare sobre las razones que obligan a ciudadanos de países dominados por regímenes autoritarios a emigrar hacia tierras occidentales en principio más hospitalarias. Esta vez, sin embargo, el director ha elegido pasar una temporada de tres años en cuatro países de Medio Oriente para explorar los efectos que sobre las poblaciones locales ha tenido las ocupaciones territoriales por parte de grupos terroristas vinculados al ISIS (Estado Islámico de Irak y Siria). Luego de familiarizarse con habitantes de las líneas fronterizas del Kurdistán, Líbano, Siria e Irak, Rosi procedió a filmar escenas de la vida cotidiana de mujeres y niños quienes refieren sus vivencias como sobrevivientes de la barbarie, de un modo directo, sin participación del cineasta y sin mayores comentarios en off. De esta estrategia narrativa se desprende no una rutinaria retórica de denuncia, armada a partir con datos precisos y un contexto histórico claramente delineado, sino algo más intangible y abstracto, una reunión de viñetas impresionistas – collage o mosaico de imágenes– que invita al espectador a encontrar la lógica interna, el hilo conductor, que revele vasos comunicantes entre esta realidad y lo que sucede en otras partes del planeta, incluidas, se podría añadir, las dramáticas vivencias en las dos fronteras de nuestro país. Un mundo crecientemente interconectado por la violencia irracional.
En esta aproximación subjetiva a la realidad que ahora propone Rosi, se alternan las imágenes de rituales mortuorios y los involuntarios movimientos coreográficos de yihadistas vestidos de rojo que desfilan y se hacinan en mazmorras próximas al infierno de Abu Ghraib o al amontonamiento de maras salvatruchas en cárceles salvadoreñas. En una prisión siria un grupo de madres visita las celdas donde fueron torturados y finalmente ejecutados sus hijos. De esa experiencia el director sólo captura la emoción en vivo, el estupor inicial, el dolor interiorizado y la catarsis final en llantos y plegarias. En una escuela un alumno dialoga con su maestra, quien le interroga sobre la manera en que sobrevivió a una masacre, y en la confusión infantil se instala ya la familiaridad con el horror como un hecho cotidiano. Otros niños incorporan en sus dibujos las decapitaciones, los cercenamientos de brazos, las torturas varias a que han asistido. Son dibujos invariablemente teñidos de sangre. En otra escena una madre escucha, anonadada, los mensajes de voz que, de modo clandestino, le hace llegar su hija para referirle la forma en que los terroristas la tienen secuestrada. En un asilo siquiátrico un grupo de pacientes ensaya una absurda obra teatral de corte brechtiano, Primavera de guerra, bajo la dirección de uno de sus médicos. Más inquietante aún es el clima de incertidumbre permanente, el compás de espera entre un horror y el siguiente, con mujeres soldados que regresan de un frente de guerra y comparten con sus pares masculinos las rutinas castrenses en un paréntesis de paz suspendida, en alerta siempre ante los incesantes asedios del soterrado enemigo terrorista.
El realizador explica su estrategia fílmica para la revista digital peruana Desistfilm: “Vivimos en medio de demasiada información en este mundo. Sólo vas a Internet y ya la tienes. Para mí, el cine documental debe convertirse en algo más emocional. Quiero impactar a la audiencia de una forma emocional. No quiero dar una respuesta. A cada pregunta que tenga, cada audiencia debe responderse a sí misma, eso es muy importante para mí y ese es mi desafío al hacer un documental”. Y añade, esperanzadoramente, “ Notturno es una película de luz sobre la oscuridad de la guerra”.
Disponible en la plataforma de cine de autor MUBI, la cual también ofrece una retrospectiva de este documentalista.