Hace una década falleció don José Rogelio Álvarez Encarnación, a los 89 años, sin mengua en su amor a la vida, en total lucidez y pleno de proyectos. Alto, espigado, elegante, sus cabellos blancos y bigote enhiesto perfectamente acicalados. Según Gonzalo Celorio, su compañero en la Academia de la Lengua, “era la imagen por antonomasia del académico de la lengua”. Hombre de gran cultura y con fino sentido del humor, su plática era un manantial de conocimiento y sabiduría.
Voy a recordar algo de lo que escribí en estas páginas cuando falleció: “Hombre de gran precocidad, desde su época estudiantil participó en actividades culturales y políticas e hizo sus pininos en publicaciones estudiantiles. A los 20 años, mientras estudiaba en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, trabajó en la revista Tiempo, en donde pasó con rapidez de reportero a jefe de redacción. Durante esos años escribió y compiló cuatro libros de la colección El liberalismo mexicano en pensamiento y acción.
En 1953 don Agustín Yáñez, recién electo gobernador de Jalisco, tierra natal de don José Rogelio, lo invitó a colaborar en su administración, donde entre otras responsabilidades se desempeñó como vocal ejecutivo de planeación de la costa, que inició el desarrollo de esa zona. Hay valiosos documentos que muestran la dimensión del trabajo realizado. Durante esos años publicó diversos libros, entre otros Noticias de Jalisco.
Reintegrado al sector privado, fundó en Guadalajara una empresa cuyos estudios permitieron la expansión del Banco del Pequeño Comercio, creándose 12 sucursales en el país. Al mismo tiempo publicó una colección de libros bilingües sobre al arte popular del estado, del que era un gran conocedor y defendía como fuente inagotable de identidad. Escribió sobre ese tema innumerables artículos y varios libros. Este amor se hacía evidente en su casona de Coyoacán, en la calle Del Convento, sede de una maravillosa tertulia donde durante 13 años gozamos de su generosa y cálida hospitalidad.
Durante un año dirigió Diesel Nacional y ese corto lapso le bastó para entregar con números negros una empresa que recibió en quiebra. En 1967 coordinó la difusión de los Juegos Olímpicos, labor que enriqueció con la edición de relevantes publicaciones.
En 1969 adquirió una empresa fracasada que había pretendido empezar una enciclopedia nacional, y la tornó en una empresa exitosa que realizó esa magna obra, indispensable, que es la Enciclopedia de México. Increíblemente la realizó sin ninguna ayuda institucional.
Con préstamos y fondos propios, a lo largo de una década trabajó incansablemente recopilando la labor de 400 colaboradores de todo el país. Personalmente escribió para cada uno de los 12 tomos un promedio de 250 cuartillas sobre prácticamente todos los temas y rescribió buena parte del resto del material.
Entre la vasta obra que legó destaca Summa mexicana, la más personal, en la que reúne los principales elementos que denotan la grandeza de México, un trabajo fundamental que refuerza la identidad y el orgullo por nuestro país, de enorme importancia, particularmente en estos tiempos; una obra que es imperativo reditar.
Hace días en su natal Jalisco, el capítulo Puerto Vallarta de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística recordó en un emotivo acto cómo gracias a él se abrió esa zona de la costa, que estaba aislada del resto de la entidad.
Quienes convivimos con él, además de sus notables dotes intelectuales, disfrutamos su bonhomía, generosidad y profundo sentido de la amistad. Inolvidable el ritual de la tertulia que iniciaba a las siete de la noche en la biblioteca, alrededor de la chimenea. A las nueve pasábamos al comedor, donde había una mesa montada con exquisitas piezas de arte popular que cambiaban cada mes. Los manjares de la cena solían ir con las festividades religiosas y civiles. Dejó un recuerdo imperecedero en quienes tuvimos el privilegio de su cercanía.
Mensualmente lo recordamos en las tertulias que hacemos en las distintas casas: Gonzalo Celorio, Eduardo Matos, Vicente Quirarte, Silvia Molina, Felipe Garrido, Sergio García Ramírez, Carmen Parra, Hernán Lara Zavala, Eugenio Aguirre, José María Muria, Mónica del Villar, Sergio Zaldívar y la autora de estas letras. ¡Salud, queridísimo José Rogelio!