Apartir de 2018 comenzó el declive mundial: todo se sacudió, pero llegó el bicho, explotó la pandemia y los siempre creativos neoliberales no tuvieron mejor idea que aplicar su fórmula de siempre: endeudamiento público masivo para “rescatar” a los grandes corporativos y así “evitar” el desplome económico y el desempleo. ¿Resultado? Gracias a esa receta y a los gobiernos que la aplicaron, los países –de por sí ahogados con tanto débito– han hipotecado a más generaciones futuras, y de todas maneras sus respectivas economías se fueron al hoyo, mientras la desocupación y la pobreza avanzaron a paso veloz. Eso sí, como siempre, los consorcios gozan de cabal salud.
Contados son los países (México entre ellos) que no recurrieron a la deuda para enfrentar la doble crisis –sanitaria y económica–, pero el grueso de las naciones sí lo hizo y de for-ma brutal. Transcurrido casi un año desde que la Organización Mundial de la Salud declaró la emergencia por la pandemia de Covid-19, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) –instituciones promotoras del endeudamiento masivo– se han visto en la penosa necesidad de reconocer que el débito público global alcanza niveles nunca vistos, lo que agrega “nuevos riesgos” a la estabilidad económica.
La citada fórmula, como era previsible, falló en forma rotunda, y los países que la aplicaron, endeudados ya hasta la coronilla, fueron incapaces de contener la doble sacudida (económica y sanitaria) y lo único que lograron fue que sus de por sí débiles finanzas públicas se acercaran unos pasos más al borde del precipicio. Sin embargo, la mafia financiera y los grandes corporativos aplauden por doquier.
Cómo estará el ambiente que hasta el propio FMI reconoce el fallo de la citada fórmula: “muchos países, en particular las economías en desarrollo de bajo ingreso (léase las naciones subdesarrolladas) ya acusaban al comienzo de la crisis elevados niveles de endeudamiento, que tenderán a aumentar durante la pandemia, que exacerbó la fase de adeudos y la ha convertido en más densa”.
Y el BM advierte: “los estímulos fiscales sin precedente (otorgados por los mismos gobiernos que se endeudaron hasta la coronilla) pueden haber promovido una acumulación de deuda privada que eventualmente se convertiría en una responsabilidad contingente para los propios gobiernos”; es decir, el débito privado pasaría a ser público, como ha sido tradición en las últimas cuatro décadas. Por si fuera poco, el organismo reconoce que “varios países ya han dejado de pagar su pasivo, y otros, en particular los de ingreso bajo, corren un alto riesgo de sufrir problemas de endeudamiento”.
¿Cómo, si la fórmula neoliberal es infalible? Cierto es que no es novedad que a lo largo de los años esa receta ha destrozado la economía de no pocos países y hundido los indicadores sociales, pero el cinismo de los citados organismos alcanza ya un grado verdaderamente ruin.
Desde octubre pasado, el propio FMI reconoció que “las opacas perspectivas de crecimiento a mediano plazo para la economía mundial vienen acompañadas de la proyección de un aumento significativo del volumen de deuda pública, que de por sí ya era alto”, y previó que la relación débito/ producto interno bruto de las economías avanzadas aumentaría “a alrededor de 125 por ciento del PIB a finales de 2021”, pero a nivel global el débito llegaría a significar hasta tres veces ese indicador.
Con todo, el exhorto de ambos organismos no cambia: endéudense más, porque “no es del todo malo”.
Las rebanadas del pastel
A un año de la huelga en la mina San Rafael (Cosalá, Sinaloa) parece que a empresa y gobierno no les interesa resolver el conflicto, con todo y que la trasnacional Americas Gold and Silver viola la ley laboral, los derechos de los trabajadores y la libertad sindical, ante la complaciente mirada de la Secretaría del Trabajo. Ante ello, el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similaresde la República Mexicana solicita a la Secretaría de Economía ancelar la concesión federal otorgada a la citada empresa canadiense.