Casualmente encontré este 20 de enero un discurso pronunciado hace exactamente 60 años por Fidel Castro desde el balcón del palacio presidencial frente a 20 mil milicianos, que terminaban su entrenamiento, sobre la situación política que se vivía. Varias asambleas populares habían sido realizadas. Cuba armaba al pueblo, la milicia había sido convocada de emergencia frente al inminente peligro de intervención directa. El cambio de administración podría significar una esperanza. Salía Dwight D. Eisenhower, entraba John F. Kennedy. Salía un militarista que consolidó la guerra fría, inició la intervención en Vietnam, concitó golpes de Estado en Colombia, Guatemala, Argentina y sostuvo dictadores como Batista; llegaba un demócrata católico. La increíble similitud del momento y las reflexiones hacen interesante su divulgación en estos momentos.
Las primeras palabras de Fidel significaban el hecho de que por primera vez una fuerza miliciana de esa envergadura podía observarse: “una multitud armada” que da idea de nuestra fuerza, “La patria puede sentirse segura, ¡está en pie y entera!”. Sin embargo, señaló que aún no caía el zarpazo certero del imperialismo. Conocían la fuerza de la revolución, pero también las debilidades y el largo y complejo camino para consolidar y defender el proceso revolucionario iniciado. Sostenerlo sólo sería posible, como siempre reiteró Fidel, con la unidad del pueblo: “cuando el pueblo es una sola alma, sólo cuando el pueblo es unsolo ideal, una causa, sólo con una conciencia sobre su destino y derechos consagrados”. Dos años y 20 días de vida de la revolución con grandes movilizaciones, largos días de resistencias insomnes “nos han convertido en un pueblo fuerte y aguerrido”.
“El futuro no es fácil de predecir y nadie puede realmente predecir el futuro”. Señaló el más visionario estadista latinoamericano, sólo puede decirse a ciencia cierta que la humanidad prevalecerá y derrotará al colonialismo y el imperialismo desaparecerá, porque la paz es el gran anhelo de todos los pueblos. La paz adquiere un sentido real cuando se han vivido intervenciones y peligros realizados por los que quieren a toda costa mantener a la humanidad en la explotación y el atraso colonial.
“De Washington vinieron todas las agresiones a nuestro pueblo y revolución; de Washington vinieron las agresiones económicas; de Washington vinieron las amenazas; de Washington venía laayuda a criminales de guerra y a la contrarrevolución; de Washington vinieron las directrices y financiamientos de ejércitos mercenarios; de Washington han venido todos los males, los peligros y los hechos que interfieren con nuestro derecho a trabajar, nuestro derecho a progresar y nuestro derecho a vivir.
“Los últimos días del que hasta hoy fue presidente estadunidense constituyeron para nuestro país una verdadera pesadilla”. Cuba esperaba el zarpazo brutal, “porque nuestro pueblo sabe el odio que hacia nuestra revolución sienten los círculos guerreristas y agresivos de Washington”, el rencor que los frustrados intentos por destruirla producen: “ésos fueron los días de extraordinario riesgo”. ¿Por qué ahora podríamos ir a una desmovilización?, preguntaba Fidel frente a los milicianos, ¿por qué el cambio que acaba de suceder en la administración estadunidense lo permitiría?, ¿quiere decir que los peligros han desaparecido? No, ¿que hay un cambio sustancial? No, ¿que el imperialismo haya desaparecido? No, ¿que las grandes corporaciones, monopolios, que la gran prensa al servicio de esos intereses han dejado de tener importancia vital? No, nada de eso quiere decir. “El cambio sólo significa una ligera esperanza para la humanidad de que el gobierno de ese país rectifique, sino todos, por lo menos una parte de los grandes desaciertos y errores de la administración anterior”. ¿Cuál es la magnitud de esa esperanza? “Es pequeña esa esperanza, pero, como toda esperanza es difícil de medir”. Por cuanto la humanidad tiene tan extraordinaria necesidad de paz, cuando los pueblos tienen tan extraordinaria necesidad de que se les deje trabajar y vivir, “por eso una pequeña esperanza se vuelve en una gran esperanza”.
Por absurdo que pareciera, tres meses después Kennedy se encaminó a sostener la invasión mercenaria a Cuba por Playa Girón y, a pesar de la aplastante derrota, se vio arrastrado por los halcones del Pentágono a la “aventura” nuclear que puso en peligro atómico a la humanidad, finalmente fue asesinado por fuerzas intervencionistas de la maquinaria de guerra que anidan y controlan espacios claves en Washington.
Previendo las dificultades que la realidad “macartista” imponía, Fidel señaló: imagino la difícil tarea de quien se proponga decirle la verdad y razonar con el pueblo estadunidense, con esa opinión pública que durante años ha estado bajo el diluvio de incesante propaganda de todo tipo y por todos los medios. “Nuestro pueblo que ha aprendido todo esto, frente al cambio que ha tenido lugar en EU, espera con calma, sin histeria, sin odio, sin impaciencia. Nuestra actitud será de espera, espera por los hechos, porque éstos siempre son mas elocuentes que las palabras”. Sabemos, dijo finalmente, de los campos de entrenamiento mercenario en Miami, Guatemala y Swan, pero “la fuerza de todo nuestro pueblo será siempre capaz de derrotar cualquier intervención terrorista”.
*Investigadora de la UPN. Autora de El Inee