Trump deja la Casa Blanca como gran líder de la oposición, lanzando su candidatura a la presidencia en cuatro años. Cuando concluya su mandato, Bolsonaro no contará con una situación tan favorable.
Siempre hubo diferencias entre ellos, en medio de tantas similitudes. Las diferencias empiezan a contar más en el momento en que dejan la presidencia de sus respectivos países.
Trump fue un importante creador de opinión, a través de la cadena NBC, durante más de 10 años, antes de que Estados Unidos lo eligiera presidente. Era un millonario, dueño de edificios, campos de golf y casinos, entre otros. Aunque tenía una relación conflictiva con el Partido Republicano, que se resistió a su influencia.
Los dos mandatos de Obama representaron una hegemonía muy amplia de su partido, de tal forma que Hillary Clinton era la favorita para ser elegida en 2016. Sin una candidata que pudiera concurrir con ella, el Partido Republicano cedió a la candidatura de Trump, el único que podía competir con Hillary.
A pesar de que tuvo menos votos, Trump triunfó, con una ofensiva final acelerada, apostando por los estados donde podría ganar, aunque por una pequeña diferencia, para obtener los votos del Colegio Electoral que lo llevarían a la presidencia. Fue un logro que el Partido Republicano por sí solo no habría conseguido.
A partir de ese momento, se estableció un nuevo tipo de relación entre Trump y los republicanos. Éstos quedaron como rehenes de su gobierno, en la medida en que él podría contar con un partido implantado a nivel nacional, con muchos gobernadores y la mayoría en el Senado.
A lo largo de su mandato, aun con sus acciones arbitrarias, pues nunca consultó nada con el partido, no hubo rupturas por parte de parlamentarios con el gobierno. La candidatura de Trump para la relección fue un consenso en el partido, que no buscó a ningún otro candidato frente al electorado que estaba en favor de él.
Esto se apoyó en una economía que, contrario a la de los países europeos o de Japón, se recuperó de la crisis de 2008. Una economía en crecimiento que genera empleos, es una fórmula segura de relección en Estados Unidos.
Cuando se produjo la irrupción inesperada y contundente de la pandemia, cambió el escenario electoral. La situación económica se revirtió, pasó de expansión a recesión y empezó a disparar el desempleo nuevamente. En consecuencia, los demócratas volvieron a pensar en la posibilidad de la victoria. Escogieron a Joe Biden, un moderado, apoyado por el voto de los negros, que heredó por haber sido vicepresidente de Obama, mientras Trump estaba preparado para enfrentar candidaturas más radicales: Sanders o Elisabeth Warren.
La actitud negacionista de Trump consolidó su derrota, aunque intentó disminuir el desgaste de su imagen presumiendo la vacunación como logro de su gobierno.
El discurso con el que alentó la invasión del Capitolio tuvo un doble efecto: recibió la condena de varios parlamentarios republicanos, además de consolidar su capacidad para movilizar a sus seguidores más radicalizados. La denuncia del supuesto fraude electoral llega a amplios sectores de la población y al propio Partido Republicano.
La invocación de los 75 mil sufragios, que hacen de él un líder con la segunda mayor votación en la historia de Estados Unidos, y la negación del resultado electoral, son ya elementos de su plataforma electoral para 2024. Trump sale del gobierno contando con esa votación y con un partido fuerte a escala nacional, aun con escaños minoritarios en el Congreso. El mismo intento de impeachment lo deja bajo las luces de los reflectores y mantiene su imagen en el centro del escenario político por lo menos durante un tiempo más.
¿Y Bolsonaro? Primero, enfrentará su intento de relección en una situación mucho más difícil que la de Trump. Sus posibilidades son mucho menores que las del estadunidense, que contaba con una economía en crecimiento y el desempleo en declive.
Bolsonaro vivió sus dos primeros años de gobierno en recesión, que se alarga al tercer año de su mandato, con desempleo récord y precariedad de la mayoría de la población. Sufre los resultados de la derrota de Trump y la asunción de un gobierno hostil a él en su lugar. Perdió las elecciones municipales y al mantener una visión negacionista su imagen se ve afectada y seguirá erosionándose el resto de su mandato, sin que la economía y el nivel de empleo se recuperen.
Al salir del gobierno, Bolsonaro se irá sin un partido organizado, sin el espacio en los medios con que cuenta ahora, probablemente será víctima de una gran cantidad de juicios, situación similar a la de sus hijos. En estas condiciones, si realmente no logra ser relegido, de la misma manera que Trump, sale del gobierno sin condiciones de supervivencia política posterior, aunque mantenga a muchos seguidores radicalizados y aislados.